El Parc del Laberint, muy cerca del metro de Mundet, es el más antiguo de los parques de Barcelona. Tiene la indudable marca de un parque aristocrático, creado para las fiestas de la nobleza. Pero el paso del tiempo es inmisericorde y las cicatrices de los siglos no lo han perdonado. Hoy en día, se ha convertido en parque público, integrado en un barrio popular. Y no se ven aristócratas por sus avenidas. El parque, en días festivos, está lleno de gente, hormigueando por el laberinto, por las terrazas, por los rincones: chiquillos gritando y jugando, parejas de enamorados, fiestas de cumpleaños de los que no pueden pagarse un restaurante... Un parque lleno de vida, a pesar de las grietas, las plantas mustias y los muros despintados. La entrada es de pago para los que no son vecinos del barrio.
El Laberint de Horta. Fotografía: Mar Sánchez.
El Laberint
Justamente, el laberinto que da su nombre al parque es uno de los espacios más degradados. Los cipreses están deteriorados por todas partes. En muchas partes la separación entre los dos lados ya no son las tupidas ramas de los árboles, sino una tela metálica, porque los cipreses están deshojados y tan sólo conservan cuatro ramas secas que no tapan nada. La primera impresión del Laberinto es extremadamente pobre. Y, a pesar de todo, este espacio funciona. Es bastante más fácil perderse de lo que parece en un primer vistazo. Aunque no es muy grande, está realmente diseñado y los niños, y los no tan niños, pasan un buen rato en busca de una salida.
El parque con más historia
En 1791, Joan Desvalls, marqués de Llupià, de Poal y de Alfarràs, encargó al italiano Domenico Bagutti la realización de un parque en unos terrenos de su propiedad. Bagutti siguió el más puro estilo renacentista en el diseño del parque: avenidas cuadriculadas, templetes de inspiración romana, bustos y esculturas por todas partes... Un gran estanque en la parte superior permitía alimentar, por gravedad, las fuentes y manantiales de la zona. Más tarde, hacia 1853, hubo una reforma y ampliación del parque, que estuvo a cargo de Elies Rogent. En esta fase se optó por el romanticismo: las plantas ya no se colocaban perfectamente alineadas, sino dispuestas de forma mucho más caótica. El jardín romántico, en la parte baja del parque, ya no tenía un canal, sino un sinuoso arroyo que empezaba en una cascada. Incorporaba rincones misteriosos: una cueva artificial e incluso un falso cementerio con su ciprés, reflejo de la fascinación de los románticos por la muerte. También hubo un jardín chino, pero este ha desaparecido.
Toda la flora
La diversidad del parque del laberinto es impresionante. Al ser un parque muy antiguo podemos encontrar algunos árboles centenarios, como algunas magníficas encinas. Domina la vegetación mediterránea: árboles como robles, encinas, tilos y pinos, y arbustos como laureles, durillos y hiedras. El jardín también incorpora algunos árboles que no pertenecen a nuestro entorno: un cedro del himalaya, una secoya... En estos jardines se filmaron algunas escenas de la película El perfume. El Palau Desvalls, situado en la entrada del parque, acoge justamente una escuela de jardinería que depende del Ayuntamiento.
Un parque reservado
El Parc del Laberint acogió algunas grandes fiestas de la burguesía catalana. El escritor Joan Maragall estrenó allí algunas de sus obras teatrales. Los propietarios del palacio incluso organizaron recepciones para diversos reyes de España: Carlos IV, Fernando VII y Alfonso XIII. El edificio situado en la entrada del parque, el palacio Desvalls, es medieval, y conserva los restos de una torre de defensa del siglo XII. Pese a todo, fue reformado en profundidad en el siglo XIX, donde se le incorporaron muchos elementos de inspiración árabe. En 1967 la familia Desvalls cedió el parque al Ayuntamiento, que lo abrió al público en 1971. En 1994 experimentó una remodelación en profundidad.
El Velódromo
En la entrada del Parc del Laberin se encuentra el Velódromo, una de las instalaciones que dejaron los Juegos Olímpicos a la ciudad. Al lado del velódromo hay una curiosa escultura de Joan Brossa: Poema visual transitable en tres tiempos. Se trata de un conjunto de tres partes, todas centradas en la letra "A" que representa un proceso de nacimiento, camino y destrucción. La "A", en la primera fase, está de pie, imponente; en la segunda aparece rodeada de puntos de interrogación; y la encontramos completamente rota en la tercera. Toda una alegoría de la vida, la decadencia y la muerte: vale la pena detenerse a contemplarla. Y si queremos comer cerca del Laberint, a escasa distancia, al otro lado de la Ronda de Dalt, tenemos un restaurante de lujo, ubicado en un antiguo castillo del siglo XI convertido en masía: Can Cortada. Es un establecimiento especializado en cocina catalana que cuenta con unos magníficos jardines.