Falsificadores de vinos, traficantes de armas, abogados defensores de terroristas y gángsteres de todos lados. El catálogo de personajes que desfilan por Canalles -Edicions del Periscopi (Maleantes, en su versión en castellano, publicada por Reservoir Books)- es digno del Hollywood más oscuro: crímenes, sí, pero también con glamur y carisma. Después de retratar a la familia Sackler, creadores de la adictiva OxyContin, y el mundo del IRA Irlandés, el periodista norteamericano Patrick Radden Keefe se centra en estos personajes con el objetivo en retratar sus trayectorias y motivos de estos grandes criminales.

Canalles es una recopilación de artículos que Radden Keefe ha ido publicando en la revista The New Yorker durante los últimos veinte años. Se trata, en todos los casos, de historias reales y bien documentadas que el periodista ha investigado, reuniéndose, en algunos casos, con sus protagonistas y a través de fuentes indirectas. Las ha escrito, dice, con la intención "de que se puedan leer como una novela". La traducción al catalán es de Ricard Gil.

Del Chapo Guzmán al 'príncipe de Marbella'

Como supo retratar Spielberg en Atrápame si puedes (2002), la película que ficcionaba la vida del impostor y estafador Frank Abagnale, interpretado por Leonardo Dicaptrio, la vida de los malhechores y los estafadores es muchas veces absolutamente increíble, fascinante. El poder que parecen saber hacer brotar desde la nada, los convierte en una especie de superhombres, capaces de funcionar en un universo diferente de las normas que rigen a la mayoría de la población, una operación que sirve para Pablo Escobar o Charles Manson.

Radden Keefe parece compartir esta opinión. Dice el autor que lo que une a los trece personajes del libro es la voluntad de "doblar el mundo para cumplir sus deseos, a veces saltándose la ley y a veces simplemente interpretándola de forma laxa". Eso, afirma, les proporciona "un cierto carisma", que siempre le ha atraído, y en el cual hace dos décadas que decidió empezar a sumergirse.

Dice el autor que lo que une a los trece personajes del libro es la voluntad de 'doblar el mundo para cumplir sus deseos, a veces saltándose la ley y a veces simplemente interpretándola de forma laxa,'

De las investigaciones han salido perfiles variados y eclécticos. Destacan narcotraficantes célebres como el Chapo Guzmán, líder del cruel cártel de Sinaloa mexicano, que huyó de una prisión de alta seguridad en el 2015. También traficantes de armas como Monzer-al-Kassar, conocido como 'el príncipe de Marbella', acostumbrado a hacer tratos con gobiernos de todo el mundo y perseguido por un agente de la DEA, la agencia antidrogas americana.

Pero en el libro también figuran estafadores de guante blanco, personajes acostumbrados a esquivar las leyes sin que puedan ser catalogados como delincuentes o simplemente celebridades con vidas moralmente discutibles. Este es el caso, por ejemplo, de la abogada norteamericana Judy Clarke, acostumbrada a defender legalmente y a tratar de salvar de la pena de muerte a asesinos en serie famosos y también a uno de los autores del ataque con bomba contra el maratón de Boston del 2013. O de Mark Burnett, productor que convirtió a Donald Trump en una celebridad televisiva.

Las mentiras, los buenos y los malos

A Keefe le interesan especialmente los motivos por los cuales la gente actúa mal, explica, y de la mano de eso, "las historias que se explican a ellos mismos y a los otros" sobre lo que han hecho. "Me interesa mucho el autoengaño", afirma, "nos pasa todos: quieres decirte a ti mismo que eres una persona decente y que haces las cosas bien, pero tú sabes que hay momentos en que no es así".

Me interesa mucho el autoengaño, nos pasa todos: quieres decirte a ti mismo que eres una persona decente y que haces las cosas bien, pero tú sabes que hay momentos en que no es así

El periodista ha comparado a los protagonistas de Canalles con la familia Sackler, a la cual había dedicado el libro El imperio del dolor (Periscopi). Los Sackler, propietarios de la farmacéutica Prude Pharma, crearon un opiáceo contra el dolor extremadamente adictivo, el OxyContin, que hoy se considera el precursor de la grave crisis de los opiáceos que sufren los Estados Unidos. Ignoraron las advertencias y evidencias durante todo el proceso de comercialización por ambición, pero "ellos creían que eran los buenos de la historia porque decían que ayudaban a la gente que tenía dolor", dice.

Incluso la gente más malvada no se ven así a ellos mismos. Suelen pensar que son los héroes

Keefe defiende que este es un rasgo común entre muchos de estos malhechores. "Incluso la gente más malvada no se ven así a ellos mismos. Suelen pensar que son los héroes", explica. También responde a las críticas que lo acusan de humanizar demasiado a los malos: "lo que intento es explorar como los malvados se ven a sí mismos. No los justifico, pero no soy predicador. No creo que la función del periodista sea esta".

Patrick Radden Keefe acaba de publicar su nuevo libro, Canalles / Foto: Sergi Alcàzar

El reportaje como thriller

Canalles, sin embargo, también hace alguna excepción y se sumerge, por ejemplo, en la figura de Anthony Bourdain, un chef norteamericano que saltó a la fama después de escribir un libro sobre el mundo de la cocina. Con el tiempo, se convirtió en toda una celebridad presentando programas de cocina y de viajes en televisión, en la que recibía invitados de la talla de Barack Obama. En este caso, no cabe relación con la criminalidad, pero de Bourdain, que se suicidó cinco años atrás, le atraía como a Bourdain le gustaba "considerarse como tal y actuar como un maleante", la misma capacidad de prosperar por encima de las normas del mundo.

En todos los casos, el talento narrativo de Keefe consigue que las historias reales lleguen al lector como si fueran prácticamente thrillers literarios más que reportajes periodísticos

En todos los casos, el talento narrativo de Keefe consigue que las historias reales lleguen al lector como si fueran prácticamente thrillers literarios más que reportajes periodísticos. La tensión narrativa se mantiene constante, y también lo hace su afán para respetar la complejidad de los retratados y hacer que la escritura florezca en estos claroscuros. Para el periodista, esta es la pregunta más difícil de responder: "cómo y por qué estas personas se empiezan a desviar del camino que tienen en común contigo".

Keefe, que explica que se siente privilegiado por poder dedicar meses y muchos recursos a cada uno de los reportajes que escribe para The New Yorker, también ha reflexionado sobre el papel del periodismo, afirmando que rechaza aquellos que consideran que los que practican esta profesión son los verdaderos héroes de los acontecimientos. "No hay que exagerar los sacrificios que hago", ha dicho.