Pau Vidal es un filólogo que no se limita a estudiar la lengua en los libros, sino que se ha interesado, sobre todo, por los comportamientos lingüísticos de la población. Nunca ha evitado el debate público, y en sus artículos ha entrado en numerosas polémicas sobre la lengua. Ahora, la editorial Viena publica una recopilación de sus artículos bajo el provocativo título Corregir mata (ya había publicado El bilingüisme mata). En todos los textos apuesta, con una ironía contundente, por enfrentarse, tanto a los defensores de la pureza del catalán, como a los que quieren aniquilar la lengua.
Contra el purismo
Vidal es muy consciente de la frágil situación del catalán. Pero no comulga en absoluto con aquellos que pretenden recuperar una supuesta pureza de la lengua que hay que salvaguardar. Vidal no ahorra reproches contra la "secta" de los "pelotones de iluminados", "neopuristas" que tan activos son en la red descalificando a los que no están de acuerdo con su visión de la lengua y que pueden ser tremendamente agresivos, aunque suelen tener mucho más impacto en las redes que en la vida real. Vidal asegura que nos encontramos en un país "enfermo de lengua" pero apunta que la corrección excesiva y obsesiva, de los que entienden "el hecho lingüístico como un combate entre buenos y malos", no sólo tiene "una eficacia dudosa", sino que crea un perfil de hablante acomplejado. Al fin muchos catalanohablantes se convertirían en "un pobre pecador con la autoestima aplastada a base de correcciones". Vidal afirma que los que defienden esta opción acaban creando hablantes dudosos (especialmente entre los que no hablan el catalán estándar, del Principat y de clase alta). Una opción que al fin hace el juego a Ciudadanos y a los enemigos del uso normalizado de la lengua catalana.
Defensa de la lengua de la calle
Corregir mata constituye una defensa encarnizada de la lengua coloquial, de los "registros informales" que "son la savia que alimenta un idioma". Vidal apunta que los filólogos no tienen que enfrentarse a las formas de hablar de la población catalanohablante: "Si renunciamos a nuestras fuentes, llenaremos nuestro botijo con agua de casa del vecino", explica. Por eso apunta que los filólogos tendrían que estar más atentos al catalán hablado para valorarlo y no sólo para estigmatizarlo.
Por la Nova Gramàtica
Vidal agrupa en su libro varios artículos en que hacía una defensa de la Nova Gramàtica del Institut d'Estudis Catalans (IEC), que tanta polvareda en las redes despertó cuando se aprobó, sobre todo por la supresión de los diacríticos (un debate muy visceral, pero que ya parece olvidado). Vidal no cree que el endurecimiento de las reglas sirva para salvar el catalán: "Hace falta que nos demos cuenta de que la mutación de los códigos comunicativos no se frena con el rigor de la norma", explica. Y, sin embargo, se muestra radicalmente contrario a la flexibilidad absoluta de las reglas lingüísticas y apuesta por combatir "el calco y el batiburrillo lingüístico".
"Un solo pueblo" en cuestión
Corregir mata es muy crítico con la visión idílica de una sociedad que ha aceptado el catalán con toda normalidad y explica la existencia de bolsas de población férreamente opuestas a esta lengua. La fusión de los catalanes en un solo pueblo no se ha materializado, argumenta. Vidal pone de manifiesto que sin la exigencia del catalán a nivel oficial es muy difícil que la lengua se normalice. Ahora bien, es muy crítico con la posición de muchos catalanohablantes adictos a la sumisión que adoptarían una "mentalidad de esclavo". Son estos los que hablarían en castellano con los no catalanohablantes (y no sólo a los castellanohablantes) y los que consolidarían la situación marginal del catalán.
La violencia lingüística
Pero aunque Vidal pide más compromiso de los catalanohablantes con su lengua, también reconoce la violencia estatal que ha conducido al complejo de los hablantes de lenguas minorizadas. Corregir mata explica que hay un fuerte supremacismo del castellano, muy presente en sectores de la población de Catalunya, pero también en las estructuras del Estado, que rechazan a las minorías nacionales. Vidal denuncia la catalanofobia constante, hecha patente en el "aporellos" (pero que la fiscalía de odio sigue ignorando). Vidal argumenta que es desde esta catalanofobia que se ha acusado a los monolingües catalanes de "talibanes", mientras que se ha normalizado la existencia de anchas bolsas de monolingües castellanos. Uno de los artículos más contundentes de esta recopilación es el que se refiere a los "nuevos quinquis", en referencia a Ciudadanos y al PP y a su fanfarronería. "Los bárbaros han entrado en el Parlament", concluye.