El de las biografías noveladas es un género propio que nos ha regalado mooooooltes horas de disfrute lector. Una categoría en sí misma que han practicado con resultados sublimes literatos como Jean Echenoz con Correr (Raig Verd, 2014), su particular reconstrucción del recorrido vital del atleta Emil Zatopek; Emmanuel Carrere con Limonov (Anagrama 2012), relato que nos acerca en la figura del singular fundador del Partido Nacional Bolchevique o David Peace con Maldito United (Contra, 2015), cartografia existencial de Brian Clough, uno de los entrenadores más entrañables en la historia del fútbol.
Una aproximación literaria a la vida de personas reales de vidas extraordinarias que ahora también ha querido experimentar Paul Auster con La llama inmortal de Stephen Crane (Seix Barral), reivindicación de la vida y obra de Stephen Crane.
Un libro que son dos
Periodista y escritor, Crane nació en 1871 y murió 1900, una vida corta pero lo bastante intensa como para ser uno de los mejores cronistas de un país, los Estados Unidos que, en aquellas tres décadas pasaron de ser el país de Billy 'El niño' a convertirse en el país del magnate Rockefeller.
"Son esencialmente dos libros o dos esfuerzos", explica el autor de la Trilogía de Nueva York, que amplía su explicación revelando que por una parte quería explicar la historia de la vida de Stephen Crane y por otra tenía el proyecto de presentar su obra. "Los libros son el lugar más bonito donde uno puede vivir". Amén.
Todo lo que él no ha podido hacer nunca
En el libro se narra la historia de Stephen Crane que malvivió durante el último tercio del siglo XIX escribiendo artículos, novelas, relatos y poesía, y trabajó como corresponsal de guerra y defendió los derechos de los más desfavorecidos.
Era un enamorado del salvaje Oeste y de los bajos fondos, sobrevivió a un naufragio, se enfrentó a la policía en Nueva York, tuvo una gran amistad con Joseph Conrad en Inglaterra y murió de tuberculosis en Alemania a los 28 años. Tuvo lo suficiente como para convertirse en uno de los clásicos de la literatura norteamericana.
Auster confiesa que admira mucho a Crane porque era capaz de hacer cosas que él no ha podido hacer nunca. "Mi escritura se basa al explicar historias, no hay mucha descripción ni diálogos, explico historias como se hacía antes y mi inspiración son los cuentos de hadas y las novelas y la manera como pienso y ejecuto mis historias".
Por otra parte, ha añadido, Crane "tenía una gran percepción y tenía la capacidad de transformar aquellas percepciones en un lenguaje coherente, bonito y potente que nos llena de metáforas".
Una biografía difusa
Sobre la vida de Crane, Austero reconoce que mapear su vida es el que más problemas le generó. El periodista murió en 1900 y la primera biografía se publicó en 1923 y la siguiente estuvo en los 50. "Pasaron muchas décadas hasta que los eruditos trabajadores resolvieron las discrepancias que había en la historia del primer biógrafo sobre Crane". Con los años, también se han ido descubriendo nuevos textos del autor, así como cartas.
Austero también, y muy especialmente, quiere destacar la vertiente periodística de Crane. Aunque intuye que practicó el oficio por pura necesidad necesidad económica, como método de subsistencia, no es menos cierto que también fue parte fundamental de su obra y se adaptó mucho. "Él mostraba el mundo tangible a través de sus ojos, pero su imaginación también era muy rica. Crane era un poeta".