17 esbossos des de la foscor es el título que puso el dramaturgo Roland Schimmelpfennig a su particular versión del texto clásico La Ronda de Artur Schnitzler. La dirección es de Elena Fortuny y la representación se puede ver en la sala de abajo del teatro Tantarantana hasta el próximo domingo 7 de abril. El texto reproduce la misma estructura del dramaturgo austríaco; observamos varias escenas que se encadenan, todas ellas tienen como personaje a uno de los protagonistas de la escena anterior, creando así una sensación de unidad, una estructura circular.

En 17 esbossos des de la foscor se muestra una multiplicidad de registros que elude un realismo. Hay escenas cómicas, de otros que interpelan al espectador. También hay escenas que amplifican las emociones más básicas de una relación de pareja que se restaña, y la dramaturgia especula sobre posibles rupturas y sus desencadenantes. Se trata de una obra sin protagonistas pero que basa su estructura en un viaje, poniendo en el centro a los personajes femeninos encarnados por Paula Blanco y Junyi Sun, que empieza la función interpretando a una trabajadora sexual no binaria. La obra hace una radiografía de la violencia y de las mecánicas de poder, en palabras de los actores.

La producción tiene el sello de la compañía La Danesa, que hace poco ha estrenado espectáculos como El nedador del mar secret—premio Quim Masó— con dirección de Jumon Erra. La obra que podéis ver en el Tantarantana la ha dirigido Elena Fortuny, la otra tercio de la compañía, conjuntamente con Ota Vallès. Hemos podido hablar con Paula Blanco i Babou Cham antes de una de las funciones.

Foto: Carlos Baglietto

¿Cómo llegáis a la obra?
Paula Blanco: Es un proyecto que nace de la directora, Elena Fortuny. Yo fui la última en incorporarme. No conocía esta versión libre de La Ronda, sí otras adaptaciones anteriores.

¿De qué habla?
PB: Para resumirlo mucho, habla de algunas de las violencias sistémicas que empapan las relaciones interpersonales. También reflexiona sobre cuestiones complejas como que las víctimas también se pueden convertir en victimarios, también pueden ejercer violencias, porque la cadena del abuso nos hiere hasta tal punto que nos puede convertir en agresores potenciales.

Babou Cham: Todo gira. Puedes vivir una escena en el punto de vista de la víctima, y todo cambia, porque se venga y quiere poner las cosas en su sitio.

Es decir, la violencia es el motor de nuestra sociedad.
PB: La obra muestra eso, las heridas que dejan estas violencias y como nos condicionan la manera de sociabilizarse en este mundo. La violencia es peligrosa porque se convierte en una especie de testigo que pasa de unas manos a otras como en una carrera, que es la de nuestras relaciones en el mundo. Claro que no todo el mundo perpetra las mismas violencias ni de la misma manera, eso está íntimamente entrelazado en las cuestiones de raza, género y clase.

¿Y cuál creéis que es la aportación de Schimmelpfennig?
PB: No soy especialmente conocedora de la obra del dramaturgo alemán. Para mí, hay una actualización, en cierta manera; hay una toma de conciencia de los personajes que tienen que encarnar estas violencias.

Babou Cham: "El contexto actual nos hace demasiado evidente pensar en cualquier conflicto bélico de los que hay activos"

Representar la violencia en escena siempre es delicado, porque la puedes estar banalizando.
PB: El trabajo del actor aquí me ha exigido trabajar mucho fuera de los ensayos. Hay una dificultad argumental muy grande porque hay muchos cambios de personaje. Entre los personajes hay una camarera de piso, una trabajadora sexual, un militar... Y la propuesta huye conscientemente del realismo.

BC: Hay mucha ironía en el texto. Solo empezar, el militar, que represento yo, te enseña las violencias a que ejerce Occidente. Es decir, de inicio ya estamos abriendo la vista al máximo. Este ex-combatiente vuelve de una guerra. Y nosotros hemos tomado la decisión de no querer concretar cuál porque el contexto actual nos hace demasiado evidente pensar en cualquier conflicto bélico de los que hay activos.

Foto: Carlos Baglietto

¿Hablamos de un conflicto bélico inicial para acabar apuntando a eso que llamamos microviolencias?
BC: Violencias, es decir, el ejercicio sistemático de las violencias que hay en nuestro día a día. En un momento me pongo una careta de silicona y represento a un gran director de audiovisuales. Y tu personaje, Paula, una actriz en la cincuentena, lucha por conseguir de él la producción para su película. No diremos más cosas de la escena pero hay una muestra clara de la relación de poder que los vincula.

PB: Como también la escena en la cual represento a una camarera de piso de hotel y tengo que recoger una habitación destrozada donde en el televisor hay todavía puesta en marcha una película porno. Víctima del lujo absoluto. Al llegar el encargado, él ejerce violencia sobre mí porque lo que lo excita es precisamente esta diferencia de poder entre nosotros.

Es curioso que todas las mujeres protagonistas de la obra sueñan ser alguien de una posición social superior.
PB: Todas desean estar en otro lugar o tener cosas que no tienen en aquel momento en su vida, y la mayoría de ellas se ven obligadas a hacer cosas que no querrían hacer para conseguirlo. Cosas que implican violencias encima suyo por parte de los hombres poderosos de su entorno. Aquí se ve muy claramente la relación entre deseo, poder y género.

Paula Blanco: "El teatro difícilmente es realista o naturalista; siempre hay artificio"

BC: Sí, vemos varias veces la escena de una pareja que se separa con diferentes posibles desencadenantes. Que refuerza eso que planteamos, especular sobre quiénes son víctimas.

¿La obra, por la complejidad de personajes que dibuja, es una obra realista? Como podría ser cualquier serie de televisión.
PB: El teatro difícilmente es realista o naturalista. Siempre hay artificio.

BC: Hay un momento que me pongo una máscara de látex, y hay muchos códigos escénicos que huyen del realismo. Como por ejemplo que nosotros tres interpretamos a diez personajes diferentes.

PB: Eso añade capas de significado a la obra, y más cuando hablamos que la obra pivota sobre las relaciones de poder.
 

Foto: Carlos Baglietto