La historia de Hildegart Rodríguez (1914-1933) asombra por lo extraordinario del personaje y su peripecia. También por lo relativamente poco conocida que es, pese a llenar páginas de los periódicos en la España de los años 30. Y pese a que, entre otros, la contaran Almudena Grandes y Fernando Fernán-Gómez: ella en la novela La madre de Frankenstein, adaptada después en los escenarios por el Centro Dramático Nacional con Blanca Portillo liderando el reparto, y él como director de la película Mi hija Hidegart (1977).
La historia de Hildegart Rodríguez es también la de su madre: seguidora de las teorías eugenésicas, orientadas al perfeccionamiento de la especie humana mediante la intervención manipulada de la herencia genética. Aurora Rodríguez Carballeira engendró y parió a su hija con el objetivo de liderar (y liberar) a la mujer del futuro. Educada en casa y severeamente controlada por su posesiva madre, Hildegart fue una niña prodigio: leía a los 2 años, hablaba seis idiomas a los 8, fue la abogada más joven de España con 17, firmó múltiples ensayos y artículos, y fue un referente del Partido Socialista de la época. Pero sus ansias de vivir la empujaron a escapar de la cárcel de oro que había construido su madre. Cuando la Segunda República se acercaba a su final, Aurora, poseída por el fracaso de su proyecto vital, asesinó a su hija.
Ahora, en La Virgen Roja, que se estrena hoy tras su premiere en el Festival de San Sebastián, la cineasta Paula Ortiz (Zaragoza, 1979) recupera aquellos hechos para reflexionar sobre asuntos de enorme calado: “Esta no es la historia de una psicópata, y sí lo es de una fanática. Y de una pionera. ¿Qué hubiera sido de esta generación de mujeres que creían en un cambio de paradigma, y qué sería de todas nosotras, si todas esas ideas no se hubieran cercenado con una guerra y una dictadura?”, se cuestiona la directora de La novia (2015) o Teresa (2023). Ortiz cuenta con la complicidad de la productora María Zamora (flamante nuevo Premio Nacional de Cinematografía, con créditos como Alcarràs o Creatura) y de dos actrices en estado de gracia como Najwa Nimri y Alba Planas. Y, en una charla con Revers, continúa: “Por otro lado, me interesa muchísimo la contradicción ontológica, endémica, que acarrea Aurora. Que es la del análisis del totalitarismo, del fascismo, de cuando la estructura supera al ser humano”.
¿Hildegart hubiera sido una gran líder?
Sí, o quizás hubiera sido un monstruo. Un monstruo terriblemente totalitario, no sé qué deriva hubiera tomado, o si se hubiera acabado suicidando por no aguantar una presión semejante, porque es bestial la presión que sostiene Hildegart. Puedes concluir que es increíble el nivel de violencia al que puede llevar el mayor nivel de civilización. Lo que me interesa tanto de esta historia es que es un análisis del fascismo desde el feminismo, el fascismo nacido del feminismo. Entonces, analizar cómo todo extremo, toda estructura rígida, incluso desde principios que pueden ser luminosos y que puedo compartir, cómo todo eso puede acabar convertido en violencia y destrucción... me parece que alberga gran parte del debate de lo que somos y de donde estamos. Hay un momento en la película en que Hildegart dice en uno de sus mítines que si estamos bajo el hambre, la ira, en cierta manera la desigualdad, todo ello conduce al pueblo a un estado de irresponsabilidad en el que nada es posible. Y eso nos conducirá a esas aguas y a esos pantanos del fascismo. Pero es que, claro, es muy interesante ver cómo la propia Aurora llega al mismo punto.
Otra frase que se escucha en un mitin es que el amor y la revolución no son compatibles.
Efectivamente, es esa rigidez, es ese autoritarismo de Aurora, que afirma que el amor nos esclaviza y que nos destruye, y la hija le contesta que eso es mentira, que no hay revolución posible sin amor. Ese debate lleva a que la hija se rebele. Aurora quiere educar a una líder que libere a las mujeres, quiere educar a la primera generación de mujeres libres. Y cuando Hildegart ejerce su primer acto de libertad, entonces la destruye, la mata. Por eso me parece que, desde los mismos principios por los que yo lucho y que yo comparto, se pueda llegar a la violencia o la destrucción. Esa contradicción me parece interesantísima y necesaria. La película va de eso.
Los mismos principios por los que yo lucho y que yo comparto, pueden derivar en violencia o destrucción. Esa contradicción me parece interesantísima y necesaria. La película va de eso
Habrá quién se tome la película como un true crime, ahora que están tan de moda...
De alguna manera, nace así, pero lo más interesante es que lo que pudiera parecer un true crime, que a mí me interesan poquísimo, me parece que en realidad es una metáfora de la civilización y la barbarie. De la actual y de la que venimos, hace casi cien años: o sea, el reflejo de hace un siglo sigue siendo el de hoy, y eso es lo que me parece más escalofriante, más interesante y más imprescindible. Y por lo que merece la pena meterse en esto.
¿Por qué no te interesa el true crime?
No me gusta cuando se convierte en una banalización un poco adrenalítica de las bajas pasiones. Esa parte no me gusta. Cuando cualquier conflicto, por extremo que sea, true o no true, se eleva a metáfora de la condición contradictoria de lo humano... eso sí me interesa. Pero el true crime suele ir a lo truculento y a la espectacularización. Se queda en la superficie de la víscera, de los conflictos, y no tanto en la herida y las consecuencias, en la metáfora. Y eso es lo que no me gusta nada del género.
El contexto, todos aquellos avances de la Segunda República destruidos después por el franquismo, es imprescindible para entender la historia de Hildegart.
Sí, ese momento de efervescencia, que dices: "¿Cómo fueron posibles hechos com la Institución Libre de Enseñanza?". Todo lo que se hablaba en ciencia, en literatura, en arte, en política, en ingeniería... Recuerdo que una profesora de Historia Contemporánea de mi universidad me habló de Hildegart, y de grupos de anarcofeministas en Galicia y en Barcelona, de lo que escribían, de artículos que firmaban médicas, abogadas, algo que me parecía absolutamente de ciencia ficción. Porque hoy los artículos no son tan radicales. En aquel momento eran mucho más valientes, o debatían asuntos muy avanzados. También me explicó lo que era la eugenesia, y cómo impregnó la creencia clínica, cómo todo el avance social venía también de un avance científico y de una creencia muy científica. Y con el descubrimiento de la protogenética, claro, hay una revolución respecto a todo lo que heredaban de Freud, es tremendo.
¿Te habló también de Hitler?
Sí, de lo que la eugenesia implicaba y cómo había desembocado en el fascismo alemán, en Hitler y en toda la filosofía en torno a la raza aria. Pero también cómo había sido aplicado en muchos aspectos sociales de propuestas comunistas, de tener a los ciudadanos más sanos posibles, que es algo que dices ¡tela! Y desde un punto de vista de las mujeres, de la génesis de una educación de mujeres libres, de mujeres también más inteligentes, más fuertes... ¡Es tremendo!
La Virgen Roja retrata también un nivel intelectual en la política que ahora prácticamente no existe.
La película me ha hecho entrar de lleno en ese mundo político, de los partidos. En cómo tuvieron lugar las elecciones, los gobiernos en ese tramo y cómo eran las discusiones... Es que es fascinante, impresionante, la audacia política, de gente de cualquier lado, la audacia expresiva, cómo hablaban,. Y no me refiero a una sofisticación, una elegancia, una precisión, una finura intelectual. No, no. Independientemente de la intelectualidad, había audacia. A día de hoy, con las barbaridades que escuchamos en unos debates muy banalizados y muy toscos, además de esa tosquedad, es que hay muy poca audacia. No se va al centro de las cuestiones, y los políticos de aquella época sí iban al centro de las cuestiones.
El nivel intelectual de los políticos parece inexistente. Y la política se ha futbolizado.
Sí, hay algo de la formación y del lenguaje que tiene que ver con la preparación de los políticos y una vocación del intelecto, no de la intelectualidad, no entendido como algo elitista. También es cierto que entonces los políticos eran una élite, eran muy pocos, porque la inmensa mayoría de la población era analfabeta. Y sí, hay una espectacularización de la política como si fuera un reality o un partido de fútbol. El componente de espectáculo hace que a mí me sorprendan los mítines de Hildegart, y ya no me voy a Azaña, a Campoamor o Victoria Kent, a los que sí sabemos que fueron los grandes discursos, grandes debates. No, no, la propia Hildegart, y tienes sus mítines colgados en internet, es alucinante: cuando habla de una generación y el ateísmo, o la necesidad de la laicidad para una generación como la suya. Es increíble.
Antes lo mencionabas, pero en ese sentido, viendo la película, el discurso de Hildegart, a un nivel sexual, feminista, también socialista, hoy nos parecería muy extremo. El franquismo hizo muy bien su trabajo...
La dictadura fue altísimamente eficaz, porque no es que borrase ese discurso, es que arrancó la raíz. Y las semillas, para sustituirlas por otra semilla nacionalcatólica. Se borró cualquier tipo de planteamiento que tenían estas mujeres, con algo tan esencial y tan radical, en el sentido etimológico de raíz, como que no puede haber una igualdad entre hombres y mujeres si no hay una emancipación de las mujeres desde su cuerpo. Y la emancipación del cuerpo comienza con una conciencia de la sexualidad y, como planteaba Hildegart, un control y un acceso a un plan estatal de acceso a los anticonceptivos, por ejemplo. Ella defendía que fuera el Estado el que diera acceso libre y gratuito, como una de las primeras medidas para la emancipación de la mujer. Era la manera en que las mujeres iban a poder decidir qué hacer con sus vidas, porque tienen control sobre su cuerpo, sobre sus embarazos, y su objetivo vital no es el bíblico, no es el de parirás, con dolor además, y ya, porque solamente estás aquí para perpetuar la especie.
Con la dictadura se borró cualquier tipo de planteamiento que tenían estas mujeres, con algo tan esencial y tan radical, en el sentido etimológico de raíz, como que no puede haber una igualdad entre hombres y mujeres si no hay una emancipación de las mujeres desde su cuerpo
Hablemos de las protagonistas: Alba Planas me gustó mucho en la serie Días mejores y está muy bien en la piel de Hildegart
Hicimos un casting porque era dificilísimo encontrar a alguien que hiciera de Hildegart. ¿Cómo encuentras a alguien de 16 años capaz de sostener a esa niña educada en casa, que no ha salido, no se ha relacionado, que debía ser un bicho raro social? Y que sin embargo tenía una capacidad innata de liderazgo, que era una superdotada y una niña prodigio. Alguien capaz de transmitir esa inteligencia y ese nivel discursivo. Pues Alba fue la leche. Hacer ese casting fue increíble. Alba también tiene una presencia en cámara, hay algo en su rostro tremendamente fotogénico. Y además, con esa dificultad, a lo largo de la película se va creciendo, y ella misma va siendo consciente de dónde está como actriz, de con qué personaje y con qué tiempo tiene que bregar y sostener, y creo que ha hecho un gran trabajo. Hay mucho esfuerzo en Alba, y una voluntad de aprendizaje muy fuerte. Me parece una tipa que veremos mucho en el futuro.
¿Y Najwa Nimri?
Tengo un enamoramiento con Najwa. Me parece una mujer con una inteligencia, un nivel de conexiones neuronales absolutamente extraordinario, y una intuición brutal. Y traspasa la pantalla en esa forma y esa belleza tan inquietante como hipnótica, que no te deja apartar la mirada. Creo que ha sabido navegar sin prejuicios por las aguas de Aurora Rodríguez Carballeira, y no era fácil. Lo ha hecho con unas valentías que ha buscado en otros lugares, que ha ido a toda la sofisticación de un personaje tan complejo, pero también a rasgos muy atávicos. Najwa descubrió una frase de Aurora, cuando se justificaba en el juicio tras el asesinato: “Soy más celeste de lo corriente, pero ustedes, los hombres, no se dieron cuenta”. Y Najwa también es más celeste de lo corriente.