Don Ramón María del Valle-Inclán es el espectáculo que se puede ver este abril en el Teatro Poliorama. Con dirección de Xavier Albertí, Mario Molina de pianista y Pedro Casablanc como intérprete. Se trata de una adaptación de la biografía de Valle-Inclán escrita por Ramón Gómez de la Serna, un espectáculo de texto pero también un espectáculo musical. Un homenaje a una figura muy desconocida del imaginario popular, siendo un autor de un cambio importantísimo en el contexto español de la época. Seguramente, el autor conocido por Luces de bohemia es la excusa de Gómez de la Serna para hablar de él mismo en un texto también extraordinario. El montaje de teatro se estrenó en el Teatro Espanyol en Madrid y se podrá ver en Barcelona hasta el 12 de mayo.

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Foto: Marc Font

Pedro, ahora haces este espectáculo de teatro, pero sobre todo lo que más haces es cine.
Bueno, los calendarios lo tienen que permitir todo. Ahora acabo de rodar una serie de la cual todavía no puedo hablar. No sé si hablar de subsidencia. Piensa que en el cine y en las series esperas mucho más que no interpretas, y eso lo hace cansado. El teatro es mi casa. No me tomo los rodajes como un modo de subsistencia, evidentemente me ayuda, pero en teatro por ejemplo soy muy selectivo. Y cada vez haré menos. Y quiero retos. Seguramente idiomáticos.

¿Este espectáculo crees que puede conectar con Barcelona?
Creo que sí. Yo no había trabajado nunca con Xavier Albertí, de hecho ni nos conocíamos y me sorprendió que me llamara. Yo le había visto obras como Et diré sempre la veritat de Lluïsa Cunillé, protagonizada por Lluís Homar, y recuerdo que me gustó mucho. Esto es muy diferente al nuevo espectáculo que ha hecho Pere Arquillué, y muy diferente de lo que hace en el Teatro Clásico. Nos ha salido una obra muy curiosa. Con mucha música pero mucha palabra. Yo empiezo a hablar y no me detengo. Es una sinfonía o cantata en la cual todo se desarrolla hasta que se detiene.

En el cine y en las series esperas mucho más que interpretas, y eso lo hace cansado; el teatro es mi casa

¿El texto de Ramón Gómez de la Serna lo conocías?
Sí, porque tengo una relación muy profesional, incluso casual, con Valle-Inclán. He hecho proyectos muy singulares, siempre digo que Valle-Inclán me ha buscado a mí y no al revés. He dirigido en cine un corto sobre Sacrilegio, una obra corta del retablo. Había leído mucha bibliografía. La leí en 1995 y no se ha reeditado. Cuando Xavier me dijo que quería hacer esto me sorprendió porque era un libro que yo tenía muy presente de todo lo que había leído. Sí que es cierto que yo venía de haber hecho Tirano banderas, Comedias bárbaras, Retablo de la avaricia, la lujuria y la muerte dos veces.

Hablemos de Valle-Inclán.
Quizás es un renuevo teatral, sí. Puede ser. Sobre todo, es una figura que se ha quedado muy ligada al territorio español. Yo, sorprendentemente, el primer espectáculo que vi fue de Jorge Lavelli en el teatro nacional francés de La Colline, con María Casares. La única vez que lo he visto en directo. No sé si ha dejado huella en el teatro posterior, no sé si lo hemos tenido en cuenta. Hace un tipo de teatro muy particular. Políticamente es un anárquico desde la esencia. No era republicano pero tampoco carlista, pero tampoco franquista. No era un ignorante político como sí que lo fue Borges.

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Foto: Marc Font

¿Escenificar una biografía permite eso, observar las contradicciones?
Sí. Está muy bien escogido. Vemos los momentos claves de su vida. Además, él tiene una visión casi medieval de la guerra, por ejemplo. Deprecia la estadística, los muertos y heridos. Acaba diciendo que la guerra la tenemos que ver como una estrella fuera del espacio. Fuera de las responsabilidades, es una actitud bohemia, digamos. En todo caso, él acaba viendo la guerra desde primera mano, y de aquí nace su teatro. Gómez de la Serna, no sabemos si es así, dice que fue a la guerra vestido de carlista. Parece contradictorio y fuera de lugar.

¿Buscabais encontrar cosas nuevas del personaje?
Hemos recuperado imágenes de Valle-Inclán que ilustran su capacidad humorística. Pero eso nos hubiera llevado a otro espectáculo, menos cargado ideológicamente. Más humorístico y quizás más popular, sin que lo que hacemos sea especial.

¿Y el tipo de teatralidad, mezclado con música, va a favor?
Mucho. Además lo he disfrutado mucho. Venía de hacer un Steven Berkoff traducido al castellano. Además, es un dramaturgo que he conocido personalmente. Los autores los tenemos que hacer, sobre todo, en su lengua. Berkoff en inglés, como Shakespeare, Sagarra en catalán.

En Madrid no hay una generación de actores entre los 45 y los 60 que no hayan parado de trabajar en teatro

Ostras.
Sí. Un Sagarra en verso me gustaría hacer. O un De Filippo en napolitano. Me encanta. A Toni Servillo, lo admiro mucho. Me encantaría. He hecho obras en francés, he actuado en francés y sé lo que quiere decir. Sin impostar y sin hacer de actor francés, cosa que no soy. Soy muy lector de teatro. Antes lo era más, me ha gustado siempre leer y mucho, y en todos los idiomas que puedo. A Sagarra, Rodoreda y Pla les he leído mucho.

Al inicio decías que querías retos idiomáticos. ¿Es eso?
Sí. Lo siguiente que quiero hacer quiero que sea en otro idioma. Sería ideal hacer alguna obra en catalán.

Los últimos años aquí en Barcelona miramos a Madrid. ¿Te parece coherente?
Para nada. Siempre me ha llamado la atención que me pregunten eso. De mi generación, donde hay más actores en activo es en Catalunya, no en Madrid. En Madrid, que hagamos teatro de mi quinta y que no hayamos parado somos Carlos Hipólito, Blanca Portillo y yo. Y ya está. ¿Aquí? Muchos. Orella, Homar, Arquillué, Bosch, Pou... En Madrid no hay una generación de actores entre los 45 y los 60 que no hayan parado de trabajar en teatro. No es verdad. No existe esa generación. Cuando se envidia Madrid desde Barcelona, ¿qué se envidia realmente? ¿Las franquicias de la Gran Vía? No lo puedo entender.
 

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Foto: Marco Fuente