Las películas basadas en hechos reales no son solo un imán para los aplausos del público, sino también para los de la crítica. Solo hay que echar un vistazo atrás: La sociedad de la nieve fue la última ganadora indiscutible de los Premios Goya y se posicionó como la tercera película más premiada de la historia con 12 estatuillas, y un año antes fue Rodrigo Sorogoyen y su As bestas quien lideraba la noche del cine español llevándose 9 de los 17 galardones a los que optaba. Lo hacía con un thriller rural que rescataba un crimen acontecido por una disputa vecinal en una aldea de Galicia y que ratificaba, con una narrativa oscura y decadente, que la realidad casi siempre supera la ficción. Por su parte, la versión de J.A. Bayona sobre los jóvenes que sobrevivieron a un catastrófico accidente aéreo en los Andes conquistó al mundo entero con una recreación verosímil que retrataba con pelos y señales hasta las situaciones más crudas del suceso, canibalismo sutil incluido.

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Que las historias reales copen la gran pantalla es una tendencia que no pasa desapercibida y se ha magnificado la última temporada. Curiosamente, las tres películas más nominadas en la próxima edición de los Goya — El 47, La infiltrada y Segundo premio— están basadas en hechos reales, y el patrón se repite en otras propuestas que acumulan nominaciones y buenas reseñas, como Marco, La estrella azul o La virgen roja. Lo reflejan las cifras: de las 37 películas con candidatura (excluyendo las de animación y documental), 11 están basadas en un acontecimiento real, lo que supone un 29,7% del total.

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Carolina Yuste se pone en la piel de Aranzazu Berradre Marín, pseudónimo de la agente infiltrada en ETA.

“Va un poco por modas; de repente hay una historia real que funciona y todos empezamos a indagar en historias reales, y levantamos películas porque vemos que el público es permeable a ello, pero no creo que sea algo que se vaya a quedar”, explica María Luisa Gutiérrez, productora de La infiltrada, premiada con el Fotogramas de Plata a la Mujer del año 2000 y considerada una de las mujeres más influyentes del cine español por revistas como Vanity Fair o Forbes. De ella dependen filmes taquilleros como la saga Padre no hay más que uno, A todo tren o Torrente, además de propuestas como Lobo feroz o No dormirás, todas ellas ficciones originales. “Pocas veces he tenido la oportunidad de producir historias reales, y me parece muy enriquecedor, porque tratas con personas que han vivido de forma directa o indirecta lo que estás contando”, remarca.

El episodio que recoge La infiltrada llegó a sus manos en una charla entre amigos, uno de ellos policía nacional de la lucha antiterrorista, que lo expuso con mucha admiración. Ahí Gutiérrez ya vio claro que tenía que llevar esa realidad al cine. Dirigida por Arantxa Echevarría, cuenta el caso real de una policía nacional que se infiltró en ETA durante 8 años y se convirtió en la primera mujer en convivir junto a dirigentes de la banda. La cercanía con lo que sucedió realmente ha marcado el camino del argumento: pese a que no han hablado con la mujer infiltrada, ni ella ha querido participar por motivos obvios, la productora cuenta que sí han podido contar con personas que formaron parte del operativo, así como con otros infiltrados, que han permitido recrear la experiencia y acercarla al público. Ya es la película española más taquillera del año dirigida por una mujer.

María Luisa Gutiérrez, productora de La infiltrada: "Va un poco por modas; de repente hay una historia real que funciona y todos empezamos a indagar en ellas, pero no creo que sea algo que se vaya a quedar"

Sin embargo, la cineasta Paula Ortiz no cree que la apuesta por historias reales sea cuestión de modas, sino de un giro que tiene más en cuenta el argumento que antaño. “Estamos en un momento de avalancha de historias gigantescas, gracias también a las plataformas, y hemos pasado de tener un caudal narrativo ingente al imperativo de lo argumental; el argumento o el personaje puede sobre otras experiencias narrativas”, explica la directora de La virgen roja, también multi nominada en los Goya y también basada en una historia real. Concretamente, descubre la figura de Hildegart Rodríguez, destinada a ser la mujer del futuro y asesinada por su propia madre, Aurora Rodríguez Carballeira. “Hoy es más fácil hacer cualquier película basada en hechos reales a que se produjese una película de Buñuel”, algo que Ortiz también atribuye a un mundo loco y lleno de ruido que necesita buscar respuestas desesperadamente. “Acercarte a un hecho real con tanto ruido es imposible, pero a través de la ficción, de una experiencia emocional dramática y narrativa, se te hace más comprensible y puedes ponerle algo de luz”.

Ella supo del Proyecto Hildegart en la universidad y siempre le había obsesionado entender qué le pasó a esa adolescente llamada a cambiar la vida de las mujeres, hasta que le llegó la propuesta de llevarla al cine gracias a la productora María Zamora. “Se encontraron con una directora que era una friki del tema”, dice Paula entre risas. Esa pasión hizo que aparcara los acentos fantásticos que caracterizan su particular universo creativo —La novia, Teresa— y se embarcara en hacer algo histórico por primera vez. “Es una historia que encierra un abismo y una herida enormes, con una contradicción inexplicable, y pertenece a un momento de la historia de España del que somos hijos e hijas, con cuestiones que no han sido resueltas que tienen que ver no solo con el feminismo, sino con todas las cuestiones sociopolíticas que estaban encima de la mesa entonces, y que siguen estándolo ahora”.

Alba Planas en La virgen roja
Hildegart Rodríguez, interpretada por la actriz Alba Planas.

Precisamente, ese ha sido el obstáculo más grande al que se ha enfrentado la directora zaragozana: reflejar toda la complejidad de una historia tan bestia y bárbara de cómo unas mujeres tan brillantes, extraordinarias e intelectualmente apabullantes acabaron implicadas en un acto tan violento. “Es muy difícil recrear lo que no sabes, porque hay mucha información histórica de ellas e hicieron mucho discurso, pero nunca sabremos qué ocurrió en la intimidad de aquella casa, y recrear esa intimidad es lo más difícil”. También ese ha sido el gran reto de Jorge Gil y el equipo de guionistas de Marco, película de Aitor Arregi y Jon Garaño sobre Enric Marco, el hombre que durante años engañó al mundo entero diciendo que había sobrevivido a un campo de concentración nazi. Hacía 18 años que la historia estaba sobre su mesa, primero en formato documental y con la colaboración directa de Marco. “Él siempre estaba dispuesto a contar su historia a quien quisiera escucharle, abría las puertas de su casa y daba toda la información”, recuerda Gil, que se reunió con él en múltiples ocasiones a principios de los 2000. El proyecto no salió y, una vez el protagonista ya había fallecido, se propusieron hacer una película.

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El caso de Enric Marco engordó todos los titulares cuando se destapó el pastel de su impostura. Fue en 2005 cuando el historiador Benito Bermejo demostró que el catalán jamás había sido arrestado ni preso en un campo de concentración nazi, sino que había estado en la Alemania de Adolf Hitler como trabajador voluntario al servicio de la industria bélica alemana. Fue un escándalo que sacudió los cimientos de la democracia en pleno marco de la Ley de Memoria Histórica y que tocó de lleno la confianza de las víctimas del Holocausto, especialmente de la Asociación Amical de Mauthausen, de la que Marco era presidente. “No nos interesaba juzgar al personaje, no tenía sentido volver a darle una somanta de palos, pero tampoco se trataba de blanquearle; lo que queríamos era mostrar que era un ser humano, con sus partes más luminosas y sus partes más oscuras, y la película trata de mostrar la persona más allá del titular”, relata el guionista.

Paula Ortiz, directora de La virgen roja: "Hoy es más fácil hacer cualquier película basada en hechos reales a que se produjese una película de Buñuel"

También querían ampliar la foto y ayudar a montar el puzle para descifrar a un Enric Marco que, si bien mintió a todo el mundo durante décadas, también fue una persona compleja y contradictoria, con una historia repleta de paradojas. “Enric Marco ayudó como nadie a difundir la realidad de los deportados españoles en los campos de concentración, fue la persona más activa y consiguió muchos recursos gracias a sus contactos en la Generalitat, hizo muchísimo por la asociación y se dejó el pellejo sin cobrar un duro; pero luego les clavó la puñalada mortal”, añade.

Para Gil, tratar historias reales desde la ficción no genera más reflexión en el espectador que una ficción al uso, pero sí un cambio en su actitud y en la fascinación que les acompaña. “La ficción te permite jugar más con las emociones y hace que el espectador sea más laxo al cambio”, define, algo que también se evidencia, dice el guionista, con el auge del true crime. Y esto, según él, llama la atención de los productores, porque “tienen esta percepción de que al espectador le atrae lo que está basado en hechos reales”, y propicia que investigue lo que pasó por su cuenta. También lo ha notado él mismo en los coloquios post Marco. “La gente pregunta mucho por la historia verdadera, por su mujer o sus hijas; por eso entiendo que se planteen este tipo de películas, porque creo que los productores tienen la sensación de que así es más fácil atraer al público”.

enric marco eduard fernandez
Eduard Fernández, caracterizado como Enric Marco.

Esa mimetización con lo sucedido también la defiende Isa Campo, guionista de Soy Nevenka, que opina que la empatía es una de las capacidades más poderosas que se desprenden del cine. “Es tremendo que el espectador pueda sentir —que no comprender, compadecer o juzgar— con el personaje”, remarca. Seguramente por eso no tiene la sensación de que haya una tendencia concreta actual que apueste por historias verídicas, sino que le parece algo que siempre ha sucedido de forma natural. “Las historias reales tienen un plus de emotividad y de conexión con una memoria personal”, subraya, aunque también opina que eso no blinda a este tipo de películas de riesgos. “En el cine no hay casi ninguna apuesta segura”.

Ya antes de involucrarse en la cinta, Campo recordaba la imagen de Nevenka Fernández en la rueda de prensa en la que acusó públicamente a Ismael Álvarez, alcalde de Ponferrada, de abusar sexualmente de ella. “Tengo 26 años y tengo dignidad”, proclamó ese 26 de marzo del 2000, tachada por los medios y la sociedad como una trepa. Era un primer paso que se convirtió en la primera condena por abuso sexual contra un político en España, siendo ella concejala de Hacienda. “No sé si volví a pensar en ella hasta mucho después, con el giro social relacionado con el consentimiento y la reivindicación de Nevenka como una de las pioneras que nos abrieron camino a todas”, explica la guionista.

Isa Campo, guionista de Soy Nevenka: "Para Icíar y para mí era muy importante cuidarla y prepararla para que lo que viera no la revictimizara"

Un camino que la película de Icíar Bollaín ha intentado radiografiar con la máxima fidelidad posible, poniendo el respeto por encima de todo y asumiendo la responsabilidad de contar un episodio que impacta de lleno en la intimidad de la exconcejal. Lo explica Campo. “Para Icíar y para mí era muy importante cuidarla y prepararla para que lo que viera no la revictimizara; obviamente ella lleva mucha terapia a cuestas, un trabajo muy grande que nos daba una cierta tranquilidad, pero siempre tienes ese miedo a dañar de nuevo”. Y también tenían un compromiso con el espectador y el objetivo de lograr que todos los huecos tuvieran sentido, aunque llegar a la comprensión implique mostrar cosas sumamente desagradables. “Tienes que poder llegar a entender por qué se bloquea, por qué el espectador está pensando “no te subas a ese coche” y ella se sube, aunque también lo piensa, porque ya es una persona con la voluntad anulada”, acentúa.

¿Realidad o ficción? Entre las licencias creativas y el respeto a la historia

Otra de las inquietudes del público cuando consume hechos reales en la gran pantalla es entender hasta qué punto la fidelidad es crucial en estas propuestas. ¿Hay una sola manera de ficcionar una realidad? ¿Existe algún baremo que legitime unas adaptaciones y no otras? La directora de La virgen roja tiene claro que depende de la historia y del narrador, del punto de vista, pero también destaca la enorme responsabilidad que conlleva llevar a la gran pantalla un hecho histórico. “Creo que no puedes ser deshonesto con lo que pasó, pero las fidelidades en la reconstrucción no creo que sean buenas; es más, creo que son imposibles”.

“Hay personas reales detrás de la historia que estás contando y queremos que las personas que retratamos sientan que nos hemos acercado a su historia desde el respeto”, dice el guionista de Marco. En este caso, tanto Enric Marco como su mujer ya fallecieron, y sus hijas no han querido formar parte del proyecto. “Cuando Enric falleció y les dijimos que haríamos la película, nos pidieron que cortáramos la comunicación con ellas, porque tenían miedo de que fuera a reabrir una herida; en ese sentido, uno de los mayores anhelos de Eduard Fernández —Marco en la ficción— es que las dos hijas menores vean la película, porque él cree que, si la ven, se tranquilizarán y entenderán que no hemos querido faltarle al respeto ni reírnos de él”. Quien sí la ha visto con toda seguridad, no obstante, es la hija mayor, que se presentó a un pase en salas. “Estaba muy emocionada y reconoció a su padre en la interpretación de Eduard”, dice Jorge Gil.

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Nevenka Fernández dio una rueda de prensa en 2001 para denunciar a Ismael Álvarez.

Al equipo también le pesaba mucho cómo vivirían la recreación de la historia los deportados españoles de la Segunda Guerra Mundial y la Asociación Amical de Mauthausen, que al principio no quiso involucrarse demasiado y que ahora la apoyan activamente. Y, haciendo el guion, les costó especialmente estructurar la vida del personaje y resumir 101 años de vida en hora y media, pero también retratar la intimidad de los personajes. “Cuando llegan esas secuencias es inevitable que te recorra la incomodidad, porque intentas intuir e imaginar cosas a las que es imposible acceder”. Y sobre la fidelidad de los hechos, como guionista, considera que hay secuencias que no piden tanta veracidad, que la deformación de la realidad es necesaria en la cinematografía y que el poder lo tiene el narrador sin renunciar, para él, al respeto.

Coincide con ello María José Gutiérrez. Ella subraya que la mayor dificultad de La infiltrada siempre ha sido no herir los sentimientos de nadie y que los vascos aceptaran la historia sin que las víctimas del terrorismo se sintieran ofendidas. “Era muy fácil meter la pata, había mucho riesgo porque podía no entrar bien en algún sitio”, dice. También que los agentes que formaron parte del operativo sintieran que estaban contando la historia tal y como fue. Todo ello, además, permitiéndose licencias creativas que hicieran llegar la historia al espectador. “A veces la realidad no es cinematográfica y tienes que utilizar herramientas dramáticas para hacérsela llegar al espectador”, defiende la productora. No se trata de tergiversar la realidad, sino de moldearla narrativamente para que el argumento cobre sentido.

Jorge Gil, guionista de Marco: "No nos interesaba juzgar al personaje, pero tampoco se trataba de blanquearle; lo que queríamos era mostrar a la persona más allá del titular"

Por ejemplo, en la película de Echevarría encabezada por Carolina Yuste, sale el atentado contra Gregorio Ordoñez, en la que la protagonista se cruza con el asesino del líder del Partido Popular en Guipúzcoa. “En realidad ella no estuvo, fue otra persona, pero hemos contado el atentado tal y como está redactado en el atestado policial”, dice Gutiérrez, con el objetivo de contextualizar qué estaba ocurriendo esos años en el País Vasco y a qué se estaba enfrentando la agente infiltrada. “Es una licencia dramática que no distorsiona la realidad, porque es cierto que el asesino se encontró con alguien en la puerta, y a la par nos ayuda a contar la historia de la protagonista”, matiza.

Ese mismo recurso lo utilizó también Jorge Gil en Yo, adicto, la serie que recupera la historia real de Javier Giner en su camino por superar las adicciones y que se convirtió en uno de los fenómenos del año pasado. Por ejemplo, algunas situaciones narradas en la serie no las vivió el propio Giner, pero sí le pasaron a personas de su alrededor. Dirigida por él mismo, y con Gil como guionista, narra el camino de superación que vivió casi 20 años atrás, adaptación del libro homónimo que publicó en 2021 y con la brillante interpretación de Oriol Pla en sus pieles. “Es muy diferente con el proyecto de Marco, porque Javi quería contar su historia y eligió qué quería contar, y le teníamos allí hablando”, recuerda, y añade que fue sorprendente ver la repercusión que tuvo entre la gente. “Es muy bonito sentir que la gente se la ha hecho suya, porque en el fondo habla de algo muy universal, que es de alguien que se tropieza y se levante, se destruye y se construye, y creo que en algún momento todo el mundo se ha sentido así de perdido en su vida”.