Dicen que cada escritor tiene un bar de referencia. No sé si es verdad. Lo que sí sé es que Pep Antoni Roig tiene el Velódromo. Es aquí donde escribe los artículos que publica en El Nacional y donde, durante los últimos meses, se ha ocupado de terminar L'aire de les coses (Ara Llibres), su última creación literaria. Se trata de un libro simpático, como su autor, que desliza con facilidad y que tiene como objetivo reavivar la vida y obra de Josep Maria Espinàs justo cuando nos acercamos al primer aniversario de su muerte. El mismo Espinàs afirmaba que "un hecho" (en este caso su defunción) puede ser "un pretexto para hablar de otra cosa" y, siguiendo su consejo, Antoni Roig ha construido "una especie de dietario que habla de las cosas que hemos conocido sin vivirlas, de los libros que hemos disfrutado sin haberlos leído o de los territorios que hemos descubierto sin haberlos pisado". L'aire de les coses es, también, un viaje de autodescubrimiento, que lleva a su autor a darse cuenta de que, más allá del nombre de pila, compartía muchas cosas con el padre de Combat de Nit o El teu nom és Olga; cosas como, por ejemplo, el gusto por escribir en los bares.

Entrevista Pep Antoni, periodista y escritor / Foto: Carlos Baglietto
Foto: Carlos Baglietto

¿Qué gracia tiene esto de escribir rodeado de gente?
Tengo un despacho en Barcelona, pero no tiene puerta y, además, conecta con la habitación donde dormimos mi pareja y yo. Me gusta escribir por las mañanas y no me acabo de sentir cómodo cuando tengo a una persona durmiendo a pocos metros. Primero porque no quiero molestarla, segundo, porque no me acabo de sentir bunquerizado. Y, paradójicamente, es en un bar, en torno a mucha gente, donde puedo sentirme así. Aquí soy un absoluto desconocido y puedo hacer la mía. Además, no soy como esos talibanes que necesitan estar en silencio absoluto para poder escribir. A mí el hilo musical del Velódromo me gusta, como el ruido de fondo. Me siento muy bien escribiendo aquí, sobre todo por el aura de este espacio. Es muy barcelonesa y me hace pensar en la Barcelona de Espinàs, una Barcelona que ni tú ni yo hemos pisado.

Una Barcelona gris.
Y triste y puteadísima. Lo notas en el carácter de los personajes de sus primeras novelas, como La trampa, El gandul, Com ganivets o flames... Es gente muerta por dentro, apática. Pero aquella Barcelona era también una ciudad más menestral, más de vecindario, una especie de ciudad que hemos perdido con los años. Ahora, Barcelona es una metrópoli del siglo XXI, 100% cosmopolita. En mi escalera de vecinos, creo que hay cinco que no hablan ni catalán ni castellano y eso que, en total, no somos más de doce. El Velódromo me liga con una Barcelona más casera, más genuina, una Barcelona donde los camareros hablan tu lengua. Escribiendo aquí me he sentido más cerca de Espinàs que si me hubiera quedado en casa, porque este tipo de bares eran su hábitat.

Entiendo que te habría gustado encontrártelo.
El gran resumen del libro podría ser "me cago en todo por no haberlo conocido". Era un hombre que tenía una visión del país y de la cultura muy parecida a la que tengo yo y lo he tenido aquí, treinta y cuatro años de mi vida, viviendo a tres calles de mí. Treinta y cuatro años y nunca le pedí a nadie que me lo presentara...

El gran resumen del libro podría ser "me cago en todo por no haber conocido a Espinàs"; era un hombre que tenía una visión del país y de la cultura muy parecida a la que tengo yo

¿Cómo se explica eso?
Isabel Martí, que es el motor del libro, me dijo una frase bastante potente: "Espinàs murió demasiado tarde". Creo que tiene razón. Fue una persona que se quedó anclada en el mundo analógico, que es un universo que desaparece entre el 2005 y el 2010. Siguió escribiendo artículos en El Periódico hasta el 2019, pero el mundo había cambiado radicalmente y él ya había desaparecido de la escena mediática.

Y eso que tiene el récord de artículos escritos en nuestra lengua.
Más de 10.000. Él se dio cuenta de que, para tener un estado, tienes que tener una prensa con columnistas que escriban diariamente. Eso ya no lo tenemos. Cuando yo era pequeño, el Avui tenía a Sostres, pero el mundo digital no está pensado para los articulistas diarios. Yo creo que, hoy en día, los dos únicos nombres que podrían llegar a serlo son Bernat Dedéu y Miquel Bonet. Porque los dos, con sus diferencias, tienen un punto polémico, basado en decir aquello que muchos piensan y no se atreven a decir. En el mundo digital necesitas liarla.

Espinàs no tenía pinta de liarla mucho.
La liaba poco. Era muy elegante, aunque también era crítico y las soltaba. Jordi Graupera lo explica muy bien en el prólogo de Una vida articulada (un recopilatorio de artículos que se publicó en 2013). Pero es verdad que él prefería hacer artículos sobre como, cuando llegaba el invierno, le gustaba caminar por la acera del Eixample donde tocaba el sol. A mí es el tipo de artículos que me interesan más.

Entrevista Pep Antoni, periodista y escritor / Foto: Carlos Baglietto
Foto: Carlos Baglietto

Artículos esencialmente poéticos.
Yo cuando tenía veinte años quería ser poeta y, de hecho, creo que todavía mantengo una mirada poética sobre el mundo, pero llegó un momento en que me di cuenta de que no valía para hacer de poeta. A Espinàs le pasó lo mismo, también empezó escribiendo poemas, pero enseguida se puso a escribir narrativa. Es una decisión que liga con aquella frase que se le atribuye a Paul Valéry sobre la necesidad de "cultivar la prosa". Dicen que Valéry añadió que "quien lo rifa a todo en la poesía está condenado a morir". Tiene razón. Si queremos ser un país normal, tenemos que tener una narrativa normal, no lo podemos rifar todo a la poesía. Si no, nos pasará como a los occitanos.

Como mínimo ganaremos un Nobel.
En el siglo XIII los occitanos tenían la producción poética más importante de Europa. Los trovadores eran el referente de los italianos y de los catalanes. Quizás Frederic Mistral ganó el Nobel, pero ahora vas a una librería de Montpellier o Tolosa y no encuentras nada en occitano que tenga que ver con temas folclóricos.

Nosotros, a Espinàs, también lo hemos folklorizado un poco.
Nos ha quedado que iba a pie por los sitios, que era muy simpático y que hablaba con todo el mundo. Pero era mucho más que eso. Fue un gran iniciador de proyectos. Abrió muchos caminos. Cuando se puso a escribir novelas en catalán mucho poca gente lo hacía y la mayoría estaban en el exilio. Se dedicó a ello unos años y, cuando el circuito narrativo catalán empezó a coger forma, hacia los años sesenta, él decidió que era el momento de ponerse a tocar la guitarra. Veníamos de donde veníamos y él abrió la vía para construir una escena musical moderna y en catalán, primero con los Setze Jutges, después con la Cova del Drac. Su trabajo permitió que gente como Maria del Mar Bonet, Lluís Llach, Joan Manuel Serrat o Marina Rossell se pudieran profesionalizar. Quizás Pau Riba quería destruir la cultura catalana, pero su primer disco lo produjo Espinàs a través de Concèntric.

Si queremos ser un país normal, tenemos que tener una narrativa normal, no lo podemos rifar todo a la poesía. Si no, nos pasará como a los occitanos

Ayudó a construir una modernidad catalana.
Y lo hizo veinte años después de la gran derrota del 39. Eso se explica muy bien en Seixantisme, un libro que Marta Vallverdú publicó el año pasado. Dice que los grandes momentos de la cultura catalana contemporánea son el Modernismo, el Novecentismo y el Sesentismo. Tiene razón, aunque tendemos a olvidarlo. La Cova del Drac es anterior a la Gauche Divine y es superimportante, más todavía en una ciudad que el franquismo quería convertir en "una ciudad de provincias españolas", una ciudad llena de chabolas, con una inmigración castellana de la hostia y con un descontrol urbanístico monumental, fomentado por Porcioles y compañía y pensado para desvirtuar la Barcelona de antes de la guerra. Que en aquel momento se funde una sala de conciertos, monólogos y actuaciones teatrales en catalán, que, además, sea moderna y que atraiga a la gente guay es un éxito. Ya me gustaría que existiera un sitio así hoy en día.

Supongo que por eso has decidido rescatar su figura.
Por eso y porque quiero que entre en el podio de los grandes autores. Espinàs está al nivel de Pla y de Segarra. Se parece mucho. Los tres son grandes escritores, que escriben novelas, pero que no acababan de ser novelistas del todo. Yo creo que Espinàs admiraba mucho a Josep Pla. Es uno de sus maestros. Y aunque los libros de viajes de Pla estén hechos desde una mirada más antropológica, creo que los A peu... son comparables, están a la par. Yo estoy seguro que, de aquí quince o veinte años, Espinàs será canónico, su obra es una estructura de estado en ella misma.

Entrevista Pep Antoni, periodista y escritor / Foto: Carlos Baglietto
Foto: Carlos Baglietto

Hablando de canonizaciones... Hay pasajes de tu libro que me han hecho pensar en el ejercicio que Enric Vila hizo con Pla.
Para mí es un referente. Con El nostre heroi Josep Pla, Enric hizo un trabajo muy importante. A mí, en el bachillerato, me habían vendido a Pla como un misógino y un franquista y gracias al libro de Villa me di cuenta que quizás no era así. Cuando empecé a escribir L'aire de les coses tuve tres modelos: El nostre heroi de Enric, Albert Serra (la novela, no el cineasta) de Albert Forns y Limonov de Emmanuel Carrère.

Un buen mix...
Y más si le sumamos el cuarto gran referente, que es el trabajo que hizo Inadaptats con Homenatge a Ovidi. Me acuerdo cuando salió el disco, en 2005. Alguien me dijo que las canciones no eran suyas sino de un tal Ovidi Montllor. Yo creo que el 99,9% de los oyentes de Inadaptats no tenía ni puta idea de quien era Ovidi. Había muerto hacía diez años y, de sopetón, los punks de media Catalunya cantaban Perquè vull o Serà un dia que durarà anys. Lo que hizo Inadaptats con aquel disco me parece un ejercicio increíble. Conseguir reavivar una figura olvidada que, además, nos liga con la tradición, con las raíces, con la defensa de la tierra y del catalán...

El Pujolismo era una gran simulación, más todavía desde el punto de vista de un niño. Tú te sentías parte de un estado; sin embargo, claro, no sabías que, después, tenías que ir de rodillas a Madrid a pedir limosna

Parece que los catalanes nos tengamos que pasar la vida haciendo este tipo de cosas.
Es lo que explica Vicent Andrés Estellés en La rosa de paper. Habla de un objeto, una rosa de papel, que la gente de pueblo va pasando de mano en mano. La autoridad intenta destruirla, pero la rosa sigue su camino. Esta es la idea, seguir haciendo circular esta rosa de papel, que es la herencia, el patrimonio, pero no un patrimonio físico, sino cultural. Es el patrimonio que nos explica alguien, la televisión, los libros, los familiares, los profesores. Ellos son los encargados de hacerte partícipe de una comunidad cultural, de un nosotros. Es una herencia que tenemos que saber gestionar. Los responsables actuales de TV3, por ejemplo, han recibido un patrimonio heredado de hace cuarenta años y la verdad es que las comparaciones hacen daño.

Ahora que lo dices, no encuentras que tu libro tiene un punto de nostalgia pujolista.
No es nostalgia por el Pujolismo, sino por el mundo cultural de mi infancia. La primera frase del libro no es gratuita: "nací en un país de mentira que durante mucho tiempo creí que era de verdad". El Pujolismo era una gran simulación, más todavía desde el punto de vista de un niño. La tele era en catalán, el cole era en catalán, el Barça era el mejor equipo del mundo, Barcelona, la ciudad más importante de Europa. Tú te sentías parte de un estado; sin embargo, claro, no sabías que, después, tenías que ir de rodillas a Madrid a pedir limosna constantemente. Vivías engañado, como los niños de Captain Fantastic.

Captain Pujol.
Prefiero hablar de nostalgia tomatiquera. Yo llevo la chapa de Tomàtic, porque Tomàtic era lo más parecido a Dios que tenía de pequeño. Yo iba a una escuela donde nos decían que Dios tenía todas las respuestas, sin embargo, a mí, las respuestas, me las daba Tomàtic. Entonces TV3 era una tele digna de un país normal, una estructura de estado.

Yo descubrí a Espinàs gracias a Plats Bruts.
Es que las referencias culturales de aquella serie eran buenísimas. En el primer capítulo, David recita un monólogo de L'auca del senyor Esteve. Tú estás mirando aquello, con diez años, y no lo entiendes, pero la puta tele te está inoculando a Rusiñol en la cabeza.

Adoctrinamiento puro y duro.
Estoy muy a favor del adoctrinamiento, siempre que sea cultural y literario y que sea en catalán.

Con el libro intentas hacer un poco.
Uno de los retos era interpelar a la gente de la edad de las jugadoras a las que entreno, gente de veintipocos años. Hacerles ver que todos somos hijos de Espinàs. El artículo que escribí en El Nacional después de su muerte se llamaba El abuelo con millones de nietos y creo que, en el capítulo que dedico a su relación con el Barça, se entiende bastante bien. Este tío escribió un himno que se sabe todo el mundo. En Catalunya puede haber mucha gente que habla en castellano, incluso que no habla ni catalán ni castellano, sin embargo, si son del Barça, el himno se lo saben. "Tant se val d’on venim, si del sud o del nord (...) una bandera ens agermana". Saca esta frase de contexto. Tiene mucha importancia.

Entrevista Pep Antoni, periodista y escritor / Foto: Carlos Baglietto
Foto: Carlos Baglietto

Quizás haría falta alguna cosa más.
Creo que el amor por las raíces está volviendo. En este sentido soy mucho Cetanganista. También me gusta mucho Rosalía. Creo que son dos fenómenos globales que, a la española, han sabido coger ciertos referentes nacionales y darles un vuelco. Toda la estética de C. Tangana y de los bares cañí me parece muy bien, sobre todo cuando resulta que, en Madrid, los bares guais han adoptado este estilo.

Pero nosotros no tenemos a ningún C. Tangana.
El más parecido son los Tyets y sus sardanas. En su momento Txarango fue un fenómeno de masas y Oques Grasses o Els Catarres. Creo que permitieron que gente que quizás no tenían una adscripción nacional acabaran votando el uno de octubre.

En Catalunya puede haber mucha gente que habla en castellano, incluso que no habla ni catalán ni castellano, sin embargo, si son del Barça, el himno se lo saben y lo escribió él

La cagada del 2017 fue tomarse seriamente las letras de Txarango.
Por eso nos hace falta el trap, que es el que antes era el punk, una forma de mirarse la vida que parte de la desconfianza hacia los discursos oficiales. Necesitamos gente que haga lo que hace el Morad, pero que lo haga en catalán. Creo que es cuestión de tiempo. Tenemos a Baya Baye y la P.A.W.N. Gang. A mí, personalmente, no me provocan mucho placer musical, pero me recuerdan al Rector de Vallfogona. Espinàs no se parece mucho, pero también es su padre. El de ellos y el de La Sotana, que también empezaron en los márgenes y que hoy es el Patreon con más mecenas de España.

Te noto bastante optimista.
Lo soy. ¿Estamos mal? Sí. ¿Estamos peor que hace diez años? Sí. Pero hay muchos brotes de esperanza. Que Morad llenara el Club Sant Jordi es una buena noticia. Quizás estaba lleno de chicos marroquíes y su lengua vehicular era el castellano, pero no son anti-catalanes estos tíos. No lo son. Y el día de la verdad caerán de nuestro lado.