Ha habido la tentación de reducirla a una consecuencia de la alargada sombra de Harry Potter o de situarla en la siempre equívoca etiqueta "juvenil", pero la saga de libros de Rick Riordan dedicada a Percy Jackson es un (buen) ejemplo de muchas cosas.
Para empezar, es un modelo de cómo coger un viejo tema, en este caso la mitología griega, y acercarla a las nuevas generaciones con gracia e ingenio; también es una divertida actualización de los antiguos referentes narrativos, ya que conviene no olvidar que las gestas olímpicas son en el ADN de buena parte de la narrativa moderna (fantástica o no); y finalmente los libros son, como acostumbra a pasar con su género, una mirada renovada a los conflictos clásicos, como la búsqueda de la misma identidad, los pecados del padre y las contraindicaciones de la vida adulta.
Una divertida actualización de los antiguos referentes narrativos, ya que conviene no olvidar que las hazañas olímpicas son en el ADN de buena parte de la narrativa moderna (fantástica o no)
Un Percy Jackson profundamente humano
De eso va, sobre todo esta saga: de la traumática salida de la infancia, del momento exacto que descubres que tus padres, tus dioses, no son los seres infalibles que creías que eran. El imaginario de Riordan ya dio pie a dos películas, Percy Jackson y el ladrón del rayo y Percy Jackson y el mar de los monstruos. La primera es digna, pero la segunda, un despropósito. Pero de hecho tropezaban con la misma piedra, ya que deslucían los claroscuros de los libros para centrarse en su faceta más aventurera.
El imaginario de Riordan ya dio pie a dos películas, Percy Jackson y el ladrón del rayo y Percy Jackson y el mar de los monstruos. La primera es digna, pero la segunda, un despropósito
Que la serie de Disney Plus Percy Jackson y los dioses del Olimpo cuente con el mismo Riordan de creador, productor y coguionista no es ninguna casualidad, sino que responde a la voluntad del autor de tener más control sobre el producto y tomar decisiones que, en las películas, entraban claramente en contradicción con la voluntad de ser un entretenimiento de masas. No es que la serie esté orientada a un espectador diferente, porque quiere ser y es para todos los públicos, es simplemente que no toma el pelo a aquellas y aquellos que no entren a la categoría de "juvenil". Es, de entrada, una serie más oscura y adulta de lo que podría parecer.
Como ya hacían, y muy bien, los libros, Percy Jackson y los dioses del Olimpo alterna una travesía llena de los contratiempos prototípicos de la aventura clásica con una reflexión, más esmerada de lo que se podría esperar, sobre el peso de los legados y la dificultad en aceptarse uno mismo. Es por eso que la segunda gran virtud de la serie tiene que ver con su tono: en ningún sitio de cometer el error de las películas, donde el protagonista estaba firme y determinado desde la primera escena, el Percy Jackson de la serie es profundamente humano, dubitativo y con unos poderes hechos a escala. Solo hay que ver, por ejemplo, cómo se resuelve el enfrentamiento con la medusa, uno de los momentos principales del primer libro y que aquí se muestra desde una perspectiva muy diferente. Hacer un producto transversal que guste a espectadoras y espectadores de todas las edades no ha sido nunca fácil, pero Percy Jackson y los dioses del Olimpo sale adelante gracias a su honestidad y amor por el género.