Pere Arquillué no necesita presentación. Ahora protagoniza L'adversari, novela de no ficción de Emmanuel Carrère que explica la historia real de Jean-Claude Romand, que mató a su familia y se intentó suicidarse sin éxito; más tarde, se descubrió que llevaba una vida de mentira desde los 18 años que todo el mundo se había creído. Arquillué comparte escenario con Carles Martínez, y este año también dirigirá una obra de Yasmina Reza, Un déu salvatge. A todo esto, todavía hace funcionar un espectáculo con Toti Soler a partir de Corall Romput de Vicent Andrés Estellés, y en diciembre dirá las palabras de Modest Prats. Tiene ideas claras, tambiém tiene ganas de trabajar y hacer trabajar al público. Dice que esto es lo más importante ahora mismo.
¿L'adversari es idea tuya?
El proyecto nace entre los tres. De Salvador Sunyer, del Temporada Alta, de Julio Manrique, el director, y mía. Todos teníamos ganas de trabajar juntos y yo insistí para hacer esta historia. Fue muy rápido. Escribieron la adaptación en un par de meses y nos pusimos a ello. Creo que la adaptación es fantástica, le supieron encontrar el juego teatral y se inventaron un solo eje. Carles Martínez hace del protagonista de la novela, Jean-Claude Romand, y yo hago al resto de personajes, que quiere decir abogados, los hijos, la mujer, los padres, fiscales... y el narrador, el mismo Carrère. Interpela mucho al espectador. Hace que todos podamos ver, yo también, a este monstruo. Encuentro que el resultado es fantástico.
¿Qué habéis cogido de la novela?
Es interesante ver cómo Carrère, todo el rato, quiere saber qué hay de él, de Jean-Claude Romand. Por eso, también, se aleja de un true crime. No es este el gesto. El Macguffin no es tanto como se ha perpetrado, sino entrar en la cabeza de este personaje. Es el gran salto adelante de Carrère a diferencia de Truman Capote, que es el primero que intenta novelar un proceso así; es utilizar la primera persona.
¿Teatralmente, cómo lo habéis planteado?
Ahora parece que a la gente le gusta que haga muchos personajes. Es el paso natural de El cos. Es un trabajo, para mí, de una intensidad muy bestia. Aquí hay mucho juego: composición y máscara, pero sin imitar las voces, pero con un juego más corpóreo. En algunos solo hay una pequeña inflexión de voz. El juego teatral va hacia otro lado. Solo para ver lo que hace Carles ya valdría la pena ver esta función. A mí me hace especial ilusión porque nos conocemos desde que tenemos dieciséis años y no hemos tenido demasiada oportunidad de trabajar juntos. Los dos somos de Terrassa y me apetecía mucho hacer alguna cosa juntos.
Por lo tanto, el público tiene un espacio simbólico. Como el lector en la literatura de Carrère.
Cuando expongo las acusaciones de fiscalía pienso que la platea son los miembros del tribunal. Eso no tiene que ver con una cuarta o quinta pared. Eso, realmente, es para que la gente entienda que para entrar en el alma de este hombre nos ponemos ahí juntos. La forma teatral da muchos saltos temporales, y acaba disparando hacia todos lados. Eso nos alejaba de la idea de obsesión que sí que tiene la novela.
¿A qué te refieres?
Después de tanto teatro, he pensado que lo que quiero, sobre todo, es interpelar al público. No hablo de ningún tópico. De verdad, hacerlo partícipe de la historia que explicamos y que el público trabaje. Los espacios los tiene que hacer el público. Y la gente cuando trabaja se lo pasa muy bien, si se lo damos todo hecho, es otra cosa. Hay que dar las herramientas justas para que ellos puedan crear, puedan pintar y acabarlo. Encuentro que es fabuloso. Hace falta que el público también trabaje.
A la gente ahora no le gusta nada el verso, pero es un artificio extraordinario
La última cosa que te hemos visto de actor es una tragedia griega.
Todavía la estoy digiriendo, esta función. Ifigènia fue muy bien porque el trabajo de Alicia Gorina y Albert Arribas era extraordinario. Todo el equipo. Emma Vilasarau estaba estupenda. Quizás nos faltó concretar allí donde va la tragedia de Eurípides, identificar bien al otro para poder perdonar, o así entiendo yo el texto. Pero estoy muy contento.
Eso te reencontró con el verso.
Me gusta mucho hacer verso. Lo he hecho aquí, en el Romea. A la gente ahora no le gusta nada, no sé por qué. Es un artificio extraordinario. Parece que nos aleje de una cierta verosimilitud, y para mí es lo contrario. Toca las emociones mucho más directamente, y con el verso pasas por lugares por los que, si no, no podríamos pasar. Aparte, la gente se engancha de una manera muy especial. El caso de El Cyrano de Bergerac: el juego es absolutamente fascinante. Con el verso te ahorras muchas cosas que nos toca hacer para ser verosímiles.
Hiciste una obra especial en verso. Una Fedra de Racine.
La Fedra de Racine traducida por Modest Prats se estrenó en el castillo de Perpinyà. Fue un montaje muy fuerte. Con Joan Ollé, Rosa Novell. Modest Prats era el padre de mucha gente, en Girona, con un carisma extraordinario. Ahora le hacemos un pequeño homenaje en el Temporada Alta. Leeremos textos el miércoles, 4 de diciembre, con Josep Maria Fonalleras.
Ahora es extraño, escuchar verso.
Entonces era normal hacer verso. Y lo hacíamos mucho. Recuerdo, aquí, una Corona d'espines de Sagarra. Con Josep Maria Pou y Joel Joan, que ya te puedes imaginar. ¡Al lado de estos dos monstruos yo parecía un enano! Qué recuerdos.
Has hecho más versos, este año. Un espectáculo singular es a partir de Estellés.
Sí, Vicent Andrés Estellés musicado es una especie de encargo de la asociación de espectadores del Teatro Lliure. Recuerdo que salía de la catedral de León y tuve una iluminación, y llamé a Toti Soler. Con él habíamos hecho una puesta en escena de Coral romput con Joan Ollé. Ocho actores... era otra cosa. Eso es como lo que hicieron Toti y Ovidi, con todo el respeto y sin querer emular a Ovidi. Hemos recuperado toda la música que utilizaron. Del espectáculo con Ollé, me faltó entenderlo mejor y hacerlo más, solo decía algunos fragmentos. Estellés es un poeta extraordinario, si hubiera nacido en Inglaterra lo tendrían como un Dios.
¿Siempre has sido sensible a la poesía?
La poesía me gusta desde muy joven, empecé dando recitales de poesía. En 1995 hago un espectáculo a partir de la poesía de Gabriel Ferrater. He hecho a Verdaguer, Foix, Leopardi... Y ahora vuelvo. Es el fondo de armario y si tengo un día libre, me gusta volver a recuperarlo. De joven leía mucho más, ahora voy a tiro fijo. No leo casi novela, me encanta el ensayo. Y poesía leía, de vez en cuando, y creo que es un buen ejercicio para el actor. En El cos yo hacía una pintura con la voz y las palabras. Y hay que pasar por la poesía, porque te obliga a forzar el imaginario.
Creo que leer poesía es un buen ejercicio para el actor
Hablas de pintar con el cuerpo. Eso es lo que dicen los directores polacos, que el actor crea un paisaje. ¿Te gustaría trabajar con alguien como Krystian Lupa?
Me encantaría. Me volvería loco, Krystian Lupa me encanta. El teatro del este me gusta, y no todo es igual. Después vas a Moscú y ves cosas muy extrañas. Es exactamente lo que dice Lupa, y yo ya lo decía antes de que lo conociera, y coincidimos. Los actores polacos me fascinan, todo el rato están ahí. Siempre. Y no fuerzan nunca nada, ninguna reacción, nada... Vamos hacia allí.
Hay directores que han trabajado mucho contigo. Muchas obras, y muy intensamente.
Con Xavier Albertí, que tiene un oído extraordinario. Con él he llegado a corregir un cuarto de tono, imagínate. Eso sí que son precisiones absolutas, y no hablo de volumen, hablo de intención. A veces puede pasar esto, que pienses demasiado y demasiado fuerte. Pero entonces tampoco ayudas al espectador, al contrario.
Y vuelves a dirigir un montaje.
Yasmina Reza, sí. Quedé muy fascinado con Art. Siempre la había leído desde el cliché, por qué no decirlo, pero trabajando el texto vi todas capas. Piensa que ella y Sarah Kane escriben Art y Blasted en 1996, respectivamente. Quiero decir, que son dos de las autoras que más influyen en el teatro contemporáneo, y con dos estilos opuestos. Una comedia, si quieres, y una tragedia contemporánea. Leyéndola fui identificando los niveles de lectura y tengo ganas de montarla y de ver qué pasa. Y me he rodeado de un equipo que me ayudará, y mucho. Tengo mucha prudencia al dirigir, pero propondremos una visión propia, honesta y que interpele al espectador. Lo sacaremos de la comedia de situación.