Hasta hace poco más de una década, Pere Rovira (Vila-seca de Solcina, 1947) era únicamente un reputado poeta y profesor universitario de literatura que con sesenta años había escrito sólo cinco libros de poesía, pero el año 2007 publicó su primera novela. L'amor boig (Proa, 2007) fue un éxito de ventas capaz de merecer el Premio Ciudat de Barcelona de narrativa, motivo por el cual su nombre empezó a ser conocido más allá de los reducidos círculos poéticos de la literatura catalana. Desde entonces, la publicación de una segunda novela (Les guerres del pare, Proa, 2013) y de dos dietarios como La finestra de Vermeer (Proa, 2016) y Música i pols (Proa, 2019) han engordado la producción literaria de un escritor que, a pesar de haber demostrado sobradamente su dominio de la prosa, nunca ha dejado de considerarse, por encima de todo, un poeta.

Con setenta y tres años, el ganador del Premio Carles Riba 2003 con La mar de dins (Proa, 2003) ha publicado este año dos títulos que no tendrían que pasar desapercibidos para ningún lector, sea o no sea un lector habitual de poesía: El joc de Venus (Proa, 2021), por una parte, un sorprendente libro de sonetos amorosos altamente pasionales, y la traducción catalana de Les flors del mal (Proa, 2021), la obra maestra de la literatura universal escrita por Charles Baudelaire, "el poeta más importante de la historia reciente de Europa", según Rovira, y que nació en París un día como hoy de hace exactamente doscientos años.

Has escrito un libro de poemas sorprendiente, no sólo porque esté repleto de poemas eróticos o sexuales, sino porque quien los escribe es alguien que ronda los setenta años.
Si no lo hacéis los jóvenes, lo tenemos que hacer los viejos.

“Els vells poetes hem de malparlar/ del cos estafador; sols se’ns permet/ el plany pel que hem perdut i tenir fred/ ser aspres, metafísics, badallar”, dices en un poema del libro.
El problema no sólo es que los poetas viejos no se atrevan a escribir sobre los placeres, sino que los jóvenes tampoco lo hacen. La sensación es que si escribes poesía erótica y ya hace años que te han salido canas, automáticamente todo el mundo debe tomarte por un 'viejo verde'.

¿Es El joc de Venus un libro reivindicativo, en este aspecto, pues?
En el Homenot que le dedica a Carner, Josep Pla ya se pregunta por qué los poetas catalanes no hablan de las pulsiones más candentes de la vida íntima. Yo tampoco he entendido nunca por qué poetizar el erotismo -que es un aspecto primordial a la vida- se entiende no sólo como una degradación del ser humano, sino de la misma poesía.

Se poetiza el amor como si fuera sólo un aspecto espiritual.
Y lo es, evidentemente, pero el amor también es carnalidad.

"La paraula amor té gust de carn", dices, de hecho, en un poema del libro.
Actualmente tiene todavía más prestigio escribir sobre un amor elevado y emocional que sobre aquel amor donde interviene el cuerpo, la pasión sexual o todo aquello que somos capaces de sentir o decir, cuando se trata de amar, sin necesidad de articular palabras.

En tu primera novela, El amor boig, había fragmentos de alta tensión sexual, pero nunca te habíamos leído poemas tan explícitos como los que encontramos a El joc de Venus.
Cuando escribes una novela, la gente la lee pero sin asociar necesariamente al narrador con el protagonista; en los poemas, en cambio, todo el mundo oye la voz del poeta. Los géneros literarios, a menudo, nos hacen falsificar las cosas y los puntos de vista: ¿por qué la poesía tiene que ser más biográfica que la narrativa? Escribir es siempre un acto subjetivo, incluso cuando se busca ser objetivo.

Pere Rovira poeta es igual de sincero que Pere Rovira narrador o Pere Rovira dietarista, pues.
Mi obra, tanto la poética como la narrativa y dietarística, siempre ha estado muy cerca de mi vida. Mi primer libro de poemas, Distàncies (3i4, 1981, Premi Vicent Andrés Estellés), ya era un libro radicalmente sincero; después escribí Cartes marcades (Ediciones 62, 1988), con un tono más digno de la poesía de la experiencia y donde la voz poética era más la de un personaje poético inventado por mí que la de mí mismo, pero en La vida en plural (Columna, 1996) y El mar de dins (Proa, 2003, Premio Carles Riba) recuperé el tono íntimo y natural, ligando la proximidad entre la vida que vivía y la vida que escribía.

¿Se puede leer El joc de Venus como una larga carta de amor en verso a tu mujer, pues?
En efecto, y es que yo tengo una gran suerte a la vida: tengo setenta y tres años y estoy enamoradísimo de mi mujer. Tan simple, pero tan cierto. Por eso este libro habla de eso: no sólo es una carta de amor en verso, sino también de agradecimiento a la vida que hace años que vivo al lado de la persona que amo. Llegar a la vejez disfrutando del amor con alegría es no dejar de vivir la vida como un juego fascinante.

¿Escribir este libro ha sido realmente un juego?
Creo que nunca me había divertido tanto escribiendo un libro, realmente. Además, está escrito en escasos tres meses, una cosa sorprendente tratándose de alguien que normalmente destinaba cinco o diez años a escribir cada libro y con cierta fama de poeta lento.

¿Qué poeta lento hace cuarenta y cinco sonetos estilísticamente perfectos y con una rima que no cansa en sólo dos meses y medio?
He tardado dos meses y medio a escribirlos, pero en realidad he tardado toda la vida.

En cuarenta años de carrera literaria, tampoco ha sido hasta en estos últimos libros que no te has atrevido firmemente con el soneto, que afirmas sirve  "als bons amants com a amulet".
Nunca he creído que la cuestión formal fuera enemiga de la poesía coloquial o del lenguaje sencillo. Además, creo que ya hace demasiado tiempo que la poesía se ha alejado de una cosa indispensable en el género: la musicalidad del poema. No hay que hacer un soneto para mantener el rigor formal de un poema, ya lo sabemos, pero lo que también habría que recordar a menudo es que el verso libre no tiene nada, libre.

"Un verso libre es un eslogan, un poema es otra cosa", dijo Joan Brossa.
La poesía reclama cuidado, tiempo y respeto. Ser prolífico es un valor, pero no saber ver cuándo un poema no es lo bastante bueno para que vea la luz es un insulto al género. Personalmente, creo que alguien que con treinta y cinco años ha publicado quince libros de poemas es alguien más interesado en mercadear con la poesía o hinchar su ego que a ser respetuoso con la dimensión artística de la poesía. Una cosa es escribir; otra es publicar. No soy partidario de decir a alguien "no escribas "o "escribes demasiado", al contrario, pero sí que hay que decir "publica, pero ve con cuidado".

Josep Carner a los treinta y cinco años ya había publicado casi quince libros de poemas.
Pero por cada Carner, desgraciadamente, hay noventa y nueve poetas que publican cosas impublicables. Para publicar los sonetos de El joc de Venus, primero he tenido que escribir durante cuarenta años sonetos que, seguramente y si todo va bien, nunca leerá nadie.

Además de El joc de Venus, publicas también la traducción de Les flors del mal. ¿Baudelaire sí que fue respetuoso con la dimensión artística de la poesía?
Baudelaire es un poeta riguroso, inspirado, que no habla nunca para hablar, que cuando hace un poema es porque aquel poema es necesario y que, en definitiva,és capaz de escribir un libro donde no sobra nada.

Retrato del poeta Charles Baudelaire. (Ediciones 62)

Sartre dijo que era un poeta sin voluntad y débil.
Y una mierda, era débil. Y una mierda, no tenía voluntad. Baudelaire se propuso escribir un gran libro de poesía y lo hizo con la máxima ambición. "Las flores del mal se están imprimiendo. Es un libro que se venderá siempre, si la justicia no se mete una vez más", le escribió a su madre.

No se equivocó.
En efecto, pero todavía tenía la voluntad y la exigencia personal para creer que, a pesar de haber escrito Las flores del mal, él debería haber escrito una cosa todavía mejor.

¿El personaje de Baudelaire se ha comido al poeta Baudelaire?
Sí, pero no considero que sea por culpa suya. Que él fomentó al personaje baudeleriano del dandy urbano es evidente, pero la recepción que se hizo de eso ha sesgado y banalizado un poeta que, como se ve en Las flores del mal, es alguien absolutamente serio, meticuloso y profundamente exigente consigo mismo.

¿A alguien que no lo ha leído nunca le dirías que es un poeta fácil?
Ningún gran poeta es un poeta fácil, pero todos los grandes poetas tienen la virtud de parecerlo. Los poemas tienen que ser claros, pero a la vez deben ser capaces de ser difíciles.

Mientras Baudelaire escribía Las flores del mal, en nuestra tierra el poeta más popular era un cura de Folgueroles. ¿Crees que se entendió la obra de Baudelaire en la Catalunya de finales del diecinueve y principios del siglo veinte?
Carner mismo titula Els fruits sabrosos a partir de un verso del poema Parfum exòtique de Baudelaire, por lo tanto es evidente que tanto los modernistas como los noucentistas lo leyeron a fondo, pero no sé hasta qué punto las pulsiones ideológicas de la época permitieron entenderlo bien o tomarlo de modelo.

Clasicista, parnasiano, romántico, moralista, realista, donjuanesco, decadentista, wagneriano, simbolista, moderno... Hay muchos baudelaires dentro de Baudelaire, según la recepción que se hizo en nuestra casa.
Para mi gusto, Màrius Torres o el Joan Sales de Viatge d'un moribund son dos grandes poetas baudelerianos, pero la generación anterior, la de los noucentistas y los postsimbolistas no podían escribir como Baudelaire porque eran demasiado puritanos, aunque Carner, todo sea dicho, sepa disfrazar ligeramente este puritanismo para escribir cierta poesía de trasfondo erótico.

¿Cien años después somos todavía igual de aburridos?
Es una cosa inherente al país, creo. Yo hace semanas que veo a gente sorprendida por el hecho que un viejo como yo haya escrito un libro donde habla de cosas tan humanas como hacer el amor o disfrutar de un orgasmo. El mundo de la poesía catalana es todavía bastante puritano.

En tu dietario La finestra de Vermeer ya reflexionabas sobre la necesidad de que el mundo poético haga una exaltación de la alegría y el placer.
Es que duele ver como alguien como Baudelaire escribe unos poemas maravillosos sobre el placer beber vino, hace ciento cincuenta años, y aquí todavía nos cueste tanto escribir buena poesía hedonista.

Bendecido sea aquel "Res no m'agrada tant/ com enramar-me d'oli cru/ el pimentó torrat..." de Vicent Andrés Estellés. En Catalunya siempre ha tenido mejor fama la poesía oscura, triste y cruda que la poesía que rezuma felicidad.
¿Qué coñazo, no, vivir en este tipo de elegía permanente? Si la poesía es triste, aburrida y encima difícil de entender, ¿quién carajo nos leerá? Con los años cada vez me ha ido cansando más esta poesía que añora permanentemente el pasado, como si el presente fuera siempre una tortura, quizás por eso en mi poesía el pasado prácticamente no existe.

¿Y como traductor, te has basado en el pasado? ¿Por ejemplo, te has apoyado en Les flors del mal de Xavier Benguerel o Jordi Llovet para hacer tu traducción?
La traducción de Benguerel, por ejemplo, la encuentro muy meritoria, pero yo sinceramente he querido ir a mi bola. Siempre he pensado que la poesía tiene que ser traducida por poetas, y Miquel Desclot con su Cançoner de Petrarca o Txema Martínez con los Sonets de Shakespeare, editados hace pocos años, son un ejemplo clarísimo de lo que digo, al igual que lo fueron en su momento las traducciones de La Divina Comèdia a cargo de Sagarra o de L'Odissea a cargo de Riba.

¿Si El joc de Venus ha sido un divertimento sincero, traducir Les flors del mal ha sido una responsabilidad?
Mi objetivo, al fin y al cabo, ha sido sencillo: que cada poema resultante sea un texto que se pueda leer en catalán sin saber que aquello es una traducción. Una cosa muy fácil de decir pero difícil de llevar a cabo.

Antes hemos hablado del tiempo y la escritura: ¿eres igual de lento, en el sentido amable de la palabra, como traductor que como poeta?
Yo esta traducción no habría sabido hacerla hace treinta años, sin duda. He estado mucho tiempo practicando, jugando, probando, investigando y equivocándome. Ensayando, en definitiva, al igual que un músico que cada día practica horas y horas para estar a la altura el día del gran concierto.

Para terminar, ¿si Les flores del mal ha sido el concierto después de años de ensayo, El joc de Venus es el castillo de fuegos artificiales para celebrar el placer del amor?
Quizás es más fácil escribir lamentos con rumor de añoranza, pero no hay nada más excitante que poetizar, desde la alegría y el gozo, una historia de la cual todavía disfrutas y que da sentido a la vida. La poesía, en definitiva, tendría que ser siempre una celebración.