San Pablo cambia y no cambia. Todo, de hecho, cambia y no cambia. O cambia para que nada cambie. Con la caída del caballo de Saulo como punto de partida, el mallorquín Pere Antoni Pons analiza la idea de cambio a Caer del caballo (Fragmenta Editorial). Lo hace pasando por Fouché, el político que se adapta camaleónicamente para seguir siendo quien es; por Ramon Llull, el hombre eufórico con la verdad recién descubierta; por la peripecia vital de Arthur Koestler, que huyó de los ideales comunistas después de haber verse reflejado en ellos; por Pablo Picasso, el artista que cierra todas las genealogías que lo precedieron y por Robert Coover, el norteamericano que sentenció que "las cosas, cuanto más cambian, más idénticas son", entre otros.
Todos los caballos de qué todavía no nos hemos caído
La caída del caballo de Saulo explica el impacto de la conversión que vive. Es un cambio que lo hace pasar de judío helenizado a cristiano converso destinado a convertir a los gentiles del mundo a golpe de epístola. Hay cambios superficiales y cambios profundos, y la fe es un cambio estructural. Aunque Pere Antoni Pons habla en términos de "cambio de profundas creencias íntimas" que desemboca en un cambio de hábitos, el cambio de san Pablo –y el de cualquier converso– va más allá. La conversión religiosa no es una simple modificación de los hábitos y no se puede entender sin la renegociación con los mismos compromisos y convicciones que el autor atribuye únicamente a la conversión ideológica. La conversión religiosa es estructural porque consiste en las dos cosas: en la faceta más íntima, pero también en la más pública y perceptible para los otros, y eso es lo que la diferencia de todo el resto de conversiones que hacen avanzar las páginas de Caure del cavall. En este sentido, en la idea de conversión espiritual del libro quizás le habría hecho falta una cierta profundización mística para diferenciarla de todo el abanico de cambios y no plantearla como una redecoración de la salita de estar, un modus vivendi más.
La idea de que nada pueda cambiar del todo es una idea angustiante, pesimista, fatalista, y Pere Antoni Pons controla el ritmo del libro con bastante astucia para que, cuando la desesperanza por la imposibilidad de cambio está lo bastante bien argumentada y empieza a acosar al lector, en el texto se abra una ventana
La idea de que nada pueda cambiar del todo es una idea angustiante, pesimista, fatalista, y Pere Antoni Pons controla el ritmo del libro con bastante astucia para que, cuando la desesperanza por la imposibilidad de cambio está lo bastante bien argumentada y empieza a acosar el lector, en el texto se abra una ventana. Una de las frases de consolación más repetidas en los confesionarios es que "Déu actúa sobre la naturaleza humana". Es una manera de decir que no solo creemos en la redención, sino que también creemos que aquello que somos, que no es susceptible al cambio en su totalidad, también nos puede servir para hacer el bien. Para bien o para mal, dentro está todo: aquello que nos condena y aquello que nos salva. Y de nosotros depende utilizar la libertad que ofrece la posibilidad de cambio para poner nuestros talentos a disposición de Dios. Eso, que es una experiencia de fe vivida –la de quien escribe–, acaba encontrando su momento en las páginas de Caure del cavall: "Si podemos cambiar, si las cosas pueden cambiar, quiere decir que nosotros y las cosas podemos mejorar".
A veces la esperanza en el cambio es más decisiva que el cambio mismo. Quizás, sin embargo, la trampa es pensar que todos los cambios profundos se producen con la urgencia de una caída del caballo, porque las velocidades del cambio, en realidad, no las conoce nadie
A veces la esperanza en el cambio es más decisiva que el cambio mismo. Quizás, sin embargo, la trampa es pensar que todos los cambios profundos se producen con la urgencia de una caída del caballo, porque las velocidades del cambio, en realidad, no las conoce nadie. Las sutilezas que nos hacen virar pueden ser tan minúsculas que quizás estamos cambiando sin darnos cuenta de ello y el cambio se hace aparentemente imposible para quien no hace el esfuerzo de quererlo ver. A veces se presenta el cristianismo como una facción condenatoria del monoteísmo, pero la posibilidad de redención es la ventana abierta a esta esperanza: Dios no da a nadie por perdido, ni al perseguidor de cristianos. Somos libres de escoger qué hacemos de nosotros mismos, y Caure del cavall hace plantearse cuáles son todos estos caballos de qué todavía no nos hemos caído. De hecho, hace plantearse cuáles son los caballos de que quizás todavía no tenemos conciencia. El cambio da vértigo, pero que nunca cambie nada, todavía más. "Debe ser muy triste ser un pesimista fatalista que vive siempre esperando que las desgracias y las decepciones te acaben dando la razón". Ante la pereza del nihilismo y la autocomplacencia del pesimismo, va bien leer a Pere Antoni Pons para acordarnos de que nosotros, como Saulo, también lo podemos hacer diferente.