Peter Bagge es uno de los invitados de la primera edición del Subsòl, festival con sede en el CCCB ideado por el escritor Kiko Amat que se presenta como escaparate de aquellas propuestas que quedan excluidas de los parámetros de la cultura más seria o 'alta' cultura. Ningún invitado más paradigmático del ideario del certamen que este dibujante norteamericano. Y es que, a través de las páginas de obras referenciales del cómic underground como Odio, Mundo idiota o Buddy y los Bradley, pocos autores han ilustrado con una corrosividad tan sublime la enajenación juvenil de finales del siglo XX. Definitivamente, Peter Bagge es al cómic alternativo lo que Kurt Cobain fue al rock independiente. Nos encontramos con él tras su paso por el centro cultural del Raval.
¿Cuando era pequeño qué dibujaba?
Mi hermano mayor dibujaba cómics y yo, que lo admiraba mucho, empecé a dibujar para imitarlo a él. Más tarde, ya a inicios de la década de los ochenta, fui a vivir en Nueva York. Fue entonces cuando empecé a tener amistad con muchos dibujantes de cómics. Hasta entonces no era consciente. Fueron ellos los que me hicieron ver que tenía un estilo bastante único. Me animaron a seguir trabajando con mi personalidad como artista y dedicarme profesionalmente al dibujo.
Aunque referente del cómic underground siempre ha citado los dibujos animados de la Warner como una de sus principales influencias.
Así es. Si te fijas en la movilidad casi líquida de los brazos y las piernas de mis personajes, esta está inspirada, si no directamente copiada, de dibujos como Bugs Bunny. Una lista de primeras influencias en que también tendría que añadir la revista Mad Magazine, cómics como Beetle Bailey y las tiras de los diarios, como Peanuts. No me adentré en el cómic underground hasta que entré en la escuela de arte. Y de toda esta escena independiente, mi gran referente siempre ha sido Robert Crumb.
Referente y también mentor.
Robert Crumb tenía una revista de cómics llamada Weirdo. Le envié algunos de mis primeros trabajos para la revista Punk y sin conocernos, me propuso ser el editor de la revista.
No se lo pensó.
No, y eso que desde el primer día me avisó de que me pagaría una miseria. Y fue así (risas). De hecho, no lo conocí en persona hasta un año después de empezar a trabajar para él. En aquella época, Crumb vivía en California. Fue extremadamente amable conmigo. Fui el jefe de redacción de Weirdo durante tres años. Y nuestra relación se mantuvo en el tiempo. Sí, fue mi gran mentor. Me dio grandes consejos, artísticos pero también en el ámbito más estrictamente profesional.
Ha sido duro, sobrevivir como dibujante de cómics.
No siempre ha sido fácil. Por suerte, las cosas me fueron muy bien en la década de los 90. En aquellos años me gané muy bien la vida.
Fueron los años en que empezó a publicar su cómic más conocido, Odio.
Odio fue un punto de inflexión en mi carrera. Para ser un cómic alternativo, tuvo mucho éxito. Desde entonces, ninguno de mis cómics ha tenido tanta repercusión (risas).
Pero usted no es un one hit wonder (así se conocen los grupos de música de un solo éxito) del mundo del cómic.
Podría haber sido duro de aceptar si nada de lo que he hecho después hubiera tenido ningún tipo de repercusión, pero la verdad es que más allá de Odio las cosas no me han ido mal. Por ejemplo, hice una serie de biografías en formato de novelas gráficas y algunas de ellas han funcionado bastante, especialmente La mujer rebelde: La historia de Margaret Sanger. Sanger era enfermera y activista defensora del control de la natalidad y de la eugenesia. Una figura muy interesante, que todavía ahora genera posicionamientos muy opuestos. Hay gente que lo admira profundamente. Otros, lo odian. Este fue un cómic que funcionó muy bien.
Odio no es una autobiografía pero sí que tiene muchos elementos autobiográficos.
En el mundo del cómic no acostumbran a funcionar las historias corales. Tienen mucho más éxito las historias con un protagonista principal. Fue eso lo que hice con Odio, coger a uno de los personajes que ya aparecían en mis trabajos anteriores, Buddy Bradley, y hacerlo al protagonista principal. Ciertamente, Buddy es mi personaje más autobiográfico. Es una versión joven de mí mismo. Lo más curioso, y quizás este es el secreto de su éxito, es que siendo una historia tan personal, son muchísimas las personas, incluso mujeres, que me han dicho que se sienten identificadas.
El secreto del éxito de Odio es que siendo una historia tan personal, son muchísimas las personas que me han dicho que se sienten identificadas
Los Bradley son una familia... singular. ¿La suya, los Bagge, era realmente así?
La mía es una familia numerosa y... sí, singular. No se me ha quejado nunca ningún hermano ni hermana. A todos ellos les gusta. No sólo eso, sino que muchas veces me han comentado que han recordado cosas que habíamos hecho o vivido leyendo Odio. No tienen quejas. No por este cómic.
¿Y por algún otro?
Tiempo atrás quise hacer un cómic basado en mi hermano mayor, que murió hace unos años. Mi familia se opuso. Mi hermano pequeño y una de mis hermanas me suplicaron que no lo hiciera. Mi hermano mayor tuvo muchos problemas personales a lo largo de su vida, y ellos no querían que todo el mundo supiera por todo lo que tuvo que pasar. Han pasado 25 años desde su muerte. Ya el mismo día que murió, dibujé mentalmente su vida. Me parecía una historia preciosa, pero mis hermanos no lo veían de la misma manera. Llegué a la conclusión que no valía la pena enfrentarme a ellos.
Odio es un cómic muy generacional, retratando perfectamente el espíritu de una época, el final de los ochenta e inicios de los noventa, esta también puede ser una de las claves de su éxito, incluso en un país como Catalunya.
Muchas de las ediciones que se han hecho fuera de los Estados Unidos no han sido traducidas. La primera edición en otra lengua fue, si no me equivoco, en sueco. Después vino la alemana, y creo que también se ha traducido al italiano y el francés. Pero ninguna de estas versiones ha funcionado también como la española. Y creo que todo el mérito recae en el traductor (Hernán Migoya). Ha sido el único que siempre que ha tenido una duda me ha escrito preguntándome qué quería decir. No sólo eso, sino que si en el cómic aparecía un personaje muy popular en los Estados Unidos, pero aquí no lo conocía nadie, me proponía cambiarlo por personas conocidas en España. Por eso el lector de aquí también se ha sentido interpelado. Hernán es el responsable que siempre que vengo aquí, si hay un acto de firmas de libros, la cola sea una interminable hilera de Buddy Bradleys.
O de Kurt Cobains porque Odio es el cómic oficioso del grunge.
El año 1977 me mudé a Nueva York para estudiar en la escuela de arte y aquel fue el año que estalló el punk. En clase todo el mundo estaba más interesado en los Ramones y los Talking Heads que con el arte. Años después me mudé a Seattle y pasó lo mismo con el grunge. Tuve una gran sensación de deja vu. Hay algunas bandas de grunge que me gustan, pero la gran mayoría no.
'Ídolos del grunge' es una de las historias más divertidas de Odio.
La de la banda de rock que todos sus miembro se llaman Kurt (risas). La hice antes de la eclosión de Nirvana, una de las pocas bandas de grunge que me gustan. No llegué a conocer a Kurt Cobain pero sí a su bajista Krist Novoselic. Parece una broma, pero os prometo que conocí un montón de bandas de Seattle que tenían como mínimo un miembro que se llamaba Kurt. De aquí salió la historia del cómic.
También es el autor de varias portadas de discos de bandas de Sub Pop (la principal discográfica de Seattle y el grunge).
Viviendo en Seattle, hice más amistad con gente de sellos discográficos o mánagers, que eran los que me contrataban para hacer estos trabajos, que de grupos de música. Mudhoney fueron el único grupo con el que realmente tuve amistad. Fueron los padrinos de toda aquella movida, pero nunca tuvieron el reconocimiento que realmente merecían. De hecho, cuando no estaban de gira, su cantante, Mark Arm, trabajaba para mi editorial haciendo los envíos. Tad es otra banda con la que tenía amistad. Y también conocí al cantante de Pearl Jam, Eddie Vedder. Coincidimos en un festival de cine y acabamos completamente borrachos.