Una de las estrellas del Sónar 2017, el artista digital japonés Daito Manabe, ha presentado hoy phosphere, la instalación que combina el movimiento, los cuerpos, la luz y la música, y que está pensada para pasárselo bien, para que el espectador sea el protagonista de un rico juego de música y luz que acaba generando una atmósfera mágica. Se trata de una instalación que ha podido realizarse gracias a la colaboración de la Fundación Soriguer y que está destinada a ser una de las actividades emblemáticas del Sónar 2017, y la más relevante que este año hace a Manabe, quizás el más importante creador artístico del mundo en el ámbito de las nuevas tecnologías.
Las nuevas tecnologías, a flor de piel
Daito Manabe afirma que su ilusión era crear una instalación de realidad virtual con que se pudiera experimentar con el propio cuerpo. La idea era crear un espectáculo de gran sencillez, sin drones, sin gafas de realidad virtual, sin muchos complementos. Por eso ha diseñado unos dispositivos que se pueden coger o pegar al cuerpo y que dirigen los haces de luz, de tal forma que al moverse quien lleva estos aparatos puede conducir la luz. Y si varias personas se coordinan, pueden crear figuras luminosas. El escenario de phosphere es un cuadrilátero, rodeado de focos, tanto en la parte superior como em la parte inferior, y con dispositivos para cubrir la sala de humo. Para dar la máxima potencia al espectáculo, se realiza en una sala muy oscura, situada al final de un túnel. Durante los días que dure el Sónar podrán participar 5 miembros del público en cada tanda. A cada uno de ellos se le entregará una pequeña pelota luminosa que atrae los haces de luz y de esta forma se podrá convertir, durante un rato, en un mago del color y de las sombras, al ritmo de la música.
Espectáculo a medida
Así pues, lo que se podrá ver y experimentar dependerá cada día por completo de aquello que quieran hacer los espectadores con las bolas. Manabe asegura que quiere ver qué hace la gente con su invento con el fin de incorporar nuevas posibilidades a sus espectáculos. Queda por ver cuál será la reacción del público del Sónar Planta, ya que sin duda habrá dificultades para garantizar la participación de todos aquellos que querrán en el mágico juego de Daito Manabe.
La danza, con las nuevas tecnologías
Durante los días del Sónar, tres veces al día, la instalación acogerá una performance de Elevenplay, un grupo de tres bailarinas (Mikiko, Saya y Eriasa) que demostrará las posibilidades artísticas de este tipo de técnicas. Las tres conducen la luz, de forma sincronizada, mediante sensores colocados en las muñecas, en los pies, en la cabeza... Y la danza adquiere una nueva dimensión. El cuerpo, con la tecnología de Manabe, se puede percibir con una nueva luz. El cuerpo irradia energía, dirigiendo la luz hacia donde él quiere, pero al mismo tiempo, se puede esconder en el contraluz, hasta hacerse casi invisible. Y es, al fin, el bailarín, el que dirige la coreografía de la danza de la luz.
Los metales como inspiración
Manabe asegura que su fuente de inspiración ha sido las curiosas forma de cristalización de los metales. Para realizar este trabajo Manabe, y su estudio Rhizomatiks, han utilizado una máquina robotizada que controla haces de luz, espejos sincronizados, máquinas de humo y proyectores de vídeo. Una tarea en que la computación y la ingeniería se dan la mano con el arte.
La puerta del futuro
La instalación de Manabe es, sin duda, de una gran espectacularidad. El artista japonés consigue, como en anteriores montajes, poner las nuevas tecnologías al servicio del arte. Sin duda, las técnicas que prueba Manabe en este Sónar, dentro de pocos años formarán parte de las prácticas habituales de algunos espectáculos de danza, de teatro, de circo, y quizás también de las fiestas infantiles. Por ahora, constituye un maravilloso aparato tecnológico y artístico, espectacular, pero vacío. Eso sí, una maravilla preparada para dotarse de sentido, de mensaje.