Ningún historiador del arte pone en duda que el Guernica es una de las obras punteras de la prolífica producción de Pablo Picasso y de todo el siglo XX. El cuadro fue un encargo del Gobierno republicano para el Pabellón español de la Exposición Internacional de París de 1937. Cuando la muestra llegó a su fin, Picasso —durante la guerra dio apoyo explícito a la República—, ante unos augurios sobre el destino bélico más bien derrotistas, estipuló que la obra no podría volver a España. Así pues, después de la exposición universal, el cuadro fue prestado para formar parte de una muestra itinerante de pintores modernos por el norte de Europa. En 1938 fue enviado al Reino Unido, y finalmente viajó a los Estados Unidos el 1 de mayo de 1939, donde estuvo de gira hasta que, en el mes de noviembre, fue requerido para formar parte de la primera gran retrospectiva del pintor, titulada "Picasso: 40 años de su arte" en el Museum of Modern Art (MoMA). En aquel momento nadie se podría imaginar que la obra más emblemática de Picasso permanecería bajo el control del museo hasta el año 1981. Pero no fue una estancia plácida; al cuadro, sobre todo en su tramo final, le empezaron a salir infinidad de pretendientes, algunos de ellos jefes de Estado. De todo el entramado que se creó se habla en El último Picasso. Un volcán que nunca se apaga (Berenice, 2024), un libro que reúne las charlas entre quien fuera su abogado y confidente, Roland Dumas, y el historiador francés Thierry Savatier.
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El cuadro en llamas
Cuando Picasso estaba a punto de convertirse en nonagenario, nuevos asuntos empezaron a acaparar su interés, sobre todo uno, que se convirtió en su gran preocupación: el retorno del Guernica a su país. Pero necesitaba a alguien que llevara las riendas de un propósito tan espinoso. Tal como estaba el patio familiar, con un malestar creciente, su mujer Jacqueline y sus hijos fueron descartados. Finalmente, el pintor se decantó por el joven abogado Roland Dumas, cuando el baile justo acababa de empezar. En 1968, el gobierno del general Franco empezó a mostrar interés por el Guernica e investigar el estado jurídico mediante el cónsul español en Nueva York. Es en este momento que Picasso empieza a preocuparse, sobre todo porque hasta entonces no se había encontrado ninguna documentación con respecto a su donación al MoMA, o sea, que era fruto de un trato de palabra que tendría validez mientras el pintor estuviera vivo. Con una defensa tan poco consistente, la maquinaria del régimen se puso en marcha, y pronto le llegó una valiosa información al almirante Carrero Blanco —brazo derecho del caudillo— por parte de sus servicios secretos donde se aseguraba que el cuadro pertenecía al Gobierno y que eso del MoMA era solo un depósito que se podía cancelar en cualquier momento.
Las estrategias franquistas para convencer al pintor fueron variadas, algunas de ellas incluso berlanguianas, como cuando el torero Luis Miguel Dominguín fue a visitar a Jacqueline y Picasso a Notre-Dame-de-Vie
En el libro se habla de la complejidad cada vez mayor que fue adquiriendo este episodio, en el que participan todo tipo de personajes. Es curioso cómo en Franco despierta un interés por el cuadro hacia el final de su vida. Seguramente, más que por el valor simbólico de una obra icónica a escala planetaria, su interés es más bien histórico. "Se trata de un combate que había permitido salvar a España del comunismo", comenta Roland Dumas en el libro con respecto al contenido de la obra. A partir de ahí, las estrategias franquistas para convencer al pintor fueron variadas, algunas de ellas incluso berlanguianas, como cuando el torero Luis Miguel Dominguín fue a visitar a Jacqueline y Picasso a Notre-Dame-de-Vie. Una vez allí, cuando propuso ir a dar un paseo por la playa, el artista, reaccionando con avidez, se negó rotundamente, convencido de que era una estratagema para llevarlo con Franco, el cual, estaba seguro de que lo esperaba en su yate privado. Una vez muerto Picasso, la carrera para hacerse con el preciado tesoro continuó mientras el abogado se apresuraba para encontrar alguna evidencia documental de la donación de la obra a una España dentro de la órbita constitucional, fuera republicana o no. Con el paso del tiempo, los protagonistas cambiaron, y los pretendientes principales pasaron a ser el Estado español —ya en plena transición— y el francés. Pero hubo más obstáculos. La sombra de los herederos apareció a principios de los ochenta, más concretamente la de Claude Ruiz Picasso, que reclamó todo el trabajo del pintor relacionado con la preparación del mítico cuadro —aprovechando que en la documentación oficial que justo acababa de ser descubierta sobre el retorno de la obra en España solo se hacía mención del cuadro en sí, y no de las obras preparatorias—. Finalmente, el gobierno tuvo que actuar "trabajándose cada uno de los herederos. Y cuando todo parecía estar resuelto, el 23 de febrero de 1981 se produjo un intento de golpe de Estado que dejaba en el aire uno de los cimientos esenciales para el traslado: la situación de constitucionalidad del Estado español tenía que ser óptima.
El libro reúne trece entrevistas, cada una relativa a un tema. De la misma manera que Dumas tuvo libre acceso a todos los ficheros que le parecieron necesarios, también disfrutó de total libertad en la selección de preguntas planteadas
El libro reúne trece entrevistas, cada una relativa a un tema. De la misma manera que Dumas tuvo libre acceso a todos los ficheros que le parecieron necesarios, también disfrutó de total libertad en la selección de preguntas planteadas. A lo largo de las charlas con Savatier, descubrimos muchas facetas íntimas del artista, y también surgen algunas informaciones sobre Picasso que nunca antes habían visto la luz, como que, en sus últimos días de vida, se dedicó a dibujar de forma impulsiva esbozos de sexos de mujer, de todas las formas y dimensiones, en primer plano. Todo este material fue quemado por su mujer, Jacqueline, en la chimenea de su casa en Mougins, después de su muerte, porque, según ella, no tenían interés artístico ni servían al arte ni a la memoria del pintor.