Dice Pilar Rahola que si tuviera que dejar todas las cosas que hace y quedarse solo con una, esta, indudablemente, sería la literatura. Aunque mujer de letras, por su compromiso con el país a través de la política, y su faceta mediática, no empezó a escribir hasta que hizo los 50. Desde entonces ha aprovechado bien el tiempo, dandoforma a una muy notable trayectoria como novelista con títulos como Mariona (2014), Rosa de cendra (Premi Ramon Llull 2017), L’espia del Ritz (2020) i Ocell d’aire i de foc (2022). Una bibliografía a que ahora suma un nuevo capítulo con Cornèlius, l'almogàver; novela trepidante con que ha ganado la muy reciente última edición del Premi Prudenci Bertrana, que nos transporta a los siglos XIII y XIV, cuando la Corona Catalana dominaba todo el Mediterráneo. Un relato que, a través de una prosa vibrante y afiladura, traslada el lector en una época de intrigas, batallas épicas y alianzas traidoras. Una novela que nos permite descubrir quiénes fuimos y, por lo tanto, nos ayuda a entender quiénes somos.
Tendrás que empezar a hacer espacio en casa para tanto de premio.
La verdad es que los premios te hacen mucha ilusión, pero después molestan.
¿Sí?
No sabes dónde ponerlos, los quieres, porque son importantes, pero no hay tanto espacio importante en la casa. Y sí que es verdad que yo tengo unos cuantos de literatura y de otros temas. Tengo diversos internacionales vinculados a la cuestión del antisemitismo. Pero los premios literarios son especialmente importantes, porque cuando tú escribes en la soledad de tu casa abandonas este mundo. Cuando escribo literatura no estoy, en el planeta Tierra.
Escribir un libro es un ejercicio tanto físico como mental muy duro.
Muy intenso. Duro no, porque yo lo disfruto, pero es muy intenso. Hay momentos en que la novela resiste, que estás describiendo a un personaje y se te rebela... Es una pelea mental que desgasta mucho, pero al mismo tiempo es apasionante. Llevo bastantes novelas como para decir que ha habido momentos donde he llorado escribiendo y momentos que he reído escribiendo. Por lo tanto, cuando haces este ejercicio de soledad tan grande y el trabajo acaba recibiendo un premio, como en este caso, tienes un acto de sorpresa. Cuando te dan un premio y te dicen que es por unanimidad, tienes aquella sensación de decir: "trabajo hecho".
¿Cuándo sabes que una novela está acabada?
Yo tengo un radar, no sabría decirte... Para empezar a escribir, primero de todo, necesito un título. Bien, primero empiezo configurando mis novelas, porque todas son históricas. Es mi pequeñísima aportación al descubrimiento de la historia de Catalunya, tan atacada, tan herida, tan robada. Y por lo tanto he decidido que la ficción que hago, la hago recuperando momentos de nuestra historia lejanos en el tiempo.
La gente que hacemos literatura tenemos una ventaja sobre los historiadores, que es que vivimos los mismos datos y los mismos hechos, pero les ponemos emociones
¿Es un motor necesario en tu literaria, hablar siempre de nuestra historia?
Sí, pero quiero escribir sobre momentos de la historia, no la Historia de Catalunya, eso lo hacen los historiadores. La gente que hacemos literatura tenemos una ventaja sobre los historiadores, que es que vivimos los mismos datos y los mismos hechos, pero les ponemos emociones. Cuando escribo sobre los almogávares en plena Anatolia, peleándose con los mamelucos y con los emires por aquellas tierras, son guerreros como Cornèlius, que tienen una vida, una pareja, unas pulsiones... Les tienes que poner una mirada humana dentro de un momento histórico potentísimo. Como escritora, quiero describir personajes y emociones y hurgar en los abismos interiores de los seres humanos: el deseo, el amor, la muerte, el miedo, la esperanza. Todo eso que tiene que ver con la vida, pero yo lo hago poniendo el espejo en un momento determinado. A Mariona (2014), en el siglo XIX; Rosa de cendre (Premio Ramon Llull 2017), L'espia del Ritz (2020) son los años 40 del siglo XX en Barcelona y Ocell d’aire i de foc (2022) ya es al final de los maquis en los años 50 y 60.
Ahora te has ido a los siglos XIII y XIV.
Sí, me he ido muy lejos. Y gracias a eso, habrá muchos lectores que descubrirán, porque creo que con eso soy muy rigurosa, cómo fueron los almogávares, cómo vivían, por qué fueron tan importantes.
¿Por qué fue tan importante aquel momento de la historia de Catalunya?
A través de este Cornèlius que protagoniza la novela, descubriremos cómo era Ramon Montaner, que no era un cronista, sino que era el capitán de los Almogávares que defendió el asedio de Gallípoli. Y con este, también cómo era Roger de Flor, cómo era el rey Pedro, que fue un grande estratega y salvó milagrosamente la corona catalana delante de centenares de miles y miles de soldados franceses que la querían invadir. Cómo fue toda la expansión por el Mediterráneo. Todo este, es un mundo muy desconocido para los catalanes. En mi libro, los lectores lo descubrirán a través de Cornèlius, de sus emociones, de su vida, de sus compañeros. Tendrán un conocimiento de los almogávares más humanizado. Quizás menos historiográfico, pero más humanizado.
Estábamos con los títulos de tus novelas.
Cierto (risas). Mis novelas siempre parten de un momento histórico. Para construirlo, lo primero que necesito es una idea y un tiempo. Y con esta fusión, un título. Es como si fuera el triángulo de seguridad. Una vez llegados aquí, necesito saber dónde llevaré la historia y pongo las primeras vías. Después el tren ya irá solo y hará giros y vueltas. Pero yo ya sé que voy hacia allí.
¿En este caso hacia dónde querías ir?
La gran gesta final de los almogávares es Neopatria. Son los cien años de corona catalana en tierras de Grecia. Podía acabar antes o después, pero teníamos que ir hacia allí. Y, obviamente, podíamos empezar con los almogávares en la época de Jaume I o en la época de Pere el Gran, porque los almogávares son fundamentales a la conquista de Mallorca. Pero ya veréis cómo empiezo y cuándo empiezo.
¿En esta nueva novela, te has marchado lejos en el tiempo porque necesitabas desconectar de la época en que habías ubicado las anteriores?
Exacto, necesitaba alejarme del tiempo, no de la literatura. Ocell d’aire i de foc es una novela tan próxima en las emociones y en el dolor a mi época y a las épocas de mis contemporáneos, que me agotó. Escribir una novela ambientada en los años 50 y 60, intentando ser totalmente honesta, implica viajar a una de las peores épocas del franquismo, cuando se crea la brigada políticosocial, cuando las torturas son brutales, cuando continúan las matanzas en el Campo de la Bota, cuando es el final de los maquis... Necesitaba tomar distancia de esta carga emocional.
Todo empezó con un sueño y un nombre, el de Cornèlius Papapoulus.
Estaba escribiendo Ocell d’aire i de foc, creo recordar que fue justamente cuando estaba haciendo el episodio de la brigada politicosocial, y un día me desperté con un nombre en la cabeza: Cornèlius.
Cornèlius Papapoulos.
Ya me dirás de dónde puñetas sale este nombre. En casa cada mañana siempre desayunamos Robert y yo juntos, y si está mi hija, también ella, o quien haya en casa. Aquel día, al levantarme, ya sentados todos en mesa, les dije que tenía que anunciarles una cosa: "Haré una novela de un hombre que se llama Cornèlius Papapoulos". Fue mi hija quien me preguntó que de qué trataba. No lo sabía. No sabía nada más allá que vestiría una novela en torno a un nombre. Como estaba todavía en el proceso de redacción de Ocell d’aire i de foc, también tenía claro que me tenía que ir muy lejos. Después ya todo fue fácil, porque cuando tienes un nombre y también tienes un concepto, todo es más sencillo. Por el nombre tenía que ser griego, y tenía que estar vinculado a Catalunya. De Grecia pasé a Chipre, y aquí fue donde aparecieron los Almogávares, los siglos XIII y XIV... Ya lo tenía. EAsí que, mientras iba escribiendo Ocell d’aire i de foc, me iba cargando de información de los almogávares. Volví a leer las Cròniques, tanto las del Bernat Desclot -Llibre del Rei en Pere (1283-1288 s. XIII)- como las de Ramon Muntaner (1325-1328 s.XIV)...
¿Ha sido la novela más divertida de escribir, esta Cornèlius, l'almogàver?
Sí. Después de sufrir con el Ocell d’aire i de foc, que a mí me cansó mucho escribirla, porque la sufrí, esta la he disfrutado, porque el personaje es muy divertido.
Es un personaje que ya empiezas diciendo que nace casi de un pedo.
Porque su madre, que tiene 12 o 13 años, no se sabe exactamente qué le está pasando. Un personaje que parece condenado de nacimiento, pero que acaba teniendo una vida compartida con figuras como Roger de Flor, Roger de Llúria, Ramon Llull, el papa Clemente, trabaja para el Consulado de Mar... Un personaje con tantas vidas, tenía que tener una vis cómica, una vis gamberra. A pesar de los muchos peligros que vive, las cosas le tenían que ir bien.
Has insistido en que no has querido introducir ideología en la trama de la novela.
La ideología la introduzco en el hecho de que en todas mis novelas quiero hablar de Catalunya. Hablar de La semana trágica, hablar de las luchas de las madres para que no enviaran a los hijos a la guerra de Cuba, hablar de lo que pasaba en nuestro país el año 1942... Cojo el foco de la historia y pongo la lupa en un momento muy determinado, en este caso narro la vida de un crío huérfano nacido de casualidad, que acaba participando de batallas gloriosas, siendo un soldado legendario de la infantería más famosa de su momento. Como pueblo derrotado, no conocemos lo suficiente nuestra historia. Humildemente ayudo a un poco a reconstruirla con mis novelas.
Como pueblo derrotado, no conocemos lo suficiente nuestra historia. Humildemente ayudo a un poco a reconstruirla con mis novelas
¿La resiliencia sería el gran tema de tus novelas?
La supervivencia. También la resiliencia en el sentido que hemos resistido. Y eso es sorprendente. Mis personajes son supervivientes. Lo han sido siempre. En este caso, Cornèlius es un superviviente, pero la corona catalana es triunfadora. Estamos refiriéndonos a uno de los momentos más gloriosos de nuestra nación. De nuevo, con la fatiga de Ocell d’aire i de foc y la fatiga del momento que estamos viviendo, me hacía falta un momento glorioso. Y me he ido a un momento brillante de la historia de Catalunya, donde controlábamos nuestro destino, donde creamos toda una estructura comercial en todo el Mediterráneo a través de los Consulados de Mar. Porque los catalanes conquistábamos no para quedarnos los territorios, sino para establecer comercios. Teníamos una estrategia política y una política internacional de enorme importancia. Ahora bien, dicho esto, te tengo que decir que desde la perspectiva de la escritora, aquí no hay ideología. Es decir, la ideología es ubicar la novela en este siglo porque quiero, porque soy catalana y quiero recuperar este momento glorioso, porque estamos en un momento muy flojo anímicamente. Pero después, cuando me pongo a escribir no escondo que los almogávares eran unos salvajes. Roger de Llúria es un personaje fascinante, pero hizo barbaridades. Y las describo sin manías. No tengo piedad. Nuestra épica también es una épica salvaje.
También hay sexo, en la novela.
Todas mis novelas tienen un poco de sexo, porque el sexo forma parte de la vida, no se tiene que esconder. Todas las novelas tienen amor, y el amor a menudo comporta que haya relaciones íntimas. A mí me gusta escribir siempre un capítulo con sexo, pero poniéndole amor, jugando. En esta novela es el momento de bodas entre Roger de Flor y Maria de Bulgaria. Cuando se casan, ella tenia17 o 18 años, y Roger de Flor ya tiene unos 30 y pico. Obviamente, no sé cómo fue aquel momento, pero él era un tipo duro que no debia tractar las mujeres con mucha sutileza. En cambio, en la novela es un momento que el le pongo amor y lo hago delicado. El capítulo se titula De com Roger de Flor va deslligar la camisola de Maria de Bulgària. Mi marido dice que mis escenas sexuales le excitan. Y eso quiere decir que soy capaz de ponerme en la piel de un hombre rudo en un momento de excitación sexual. Y eso me gusta, porque creo que es lo que tiene que hacer un escritor. Vaya, no sería el tipo de sexualidad que yo tendría, sin embargo, sin embargo me la puedo imaginar.
Siempre está la tendencia a creer que aquello que explica un escritor es autobiográfico
En absoluto, en esta novela hay nada mío. Está mi mirada, pero no hay nada mío. No me identifico con ningún personaje, aunque para mí, Cornelius ya existe.
Te has preocupado tanto por estos personajes masculinos, que los miembros del jurado del Premi Prudenci Bertrana pensaban que Cornèlius, el amogàver era una novela escrita por un hombre.
Gemma Lienas, miembro del jurado, lo explicó durante la entrega del premio. Primero dijo que hubo unanimidad en la elección de mi novela como ganadora. Y la segunda que se sorprendieron mucho, porque cuando abrieron la plica todo el mundo se imaginaba que el autor sería un escritor y no uno escritora.
No siempre hemos sido perdedores. De aquella época surgió una identidad muy fuerte que hizo que finalmente fuéramos un pueblo resistente, incluso después de haberlo perdido todo
¿Te presentaste con seudónimo?
Sí, la entregué con seudónimo, porque mi nombre pesa mucho. El problema de las personas que tenemos una vida pública previa a la literatura, es que llevamos muchas piedras en la mochila y las piedras te pueden condicionar a la hora de leer, para bien y por mal puede haber gente que te adora mucho y que seguramente te leerá y gente que no te puede ver, que no lo hará. Por lo tanto, mejor que no sepan quién eres y que no haya prejuicios. A veces tengo envidia de Elena Ferrante, porque nadie sabe quién es (Elena Ferrante es el seudónimo de una escritora italiana o escritor de gran éxito de la cual se desconoce su identidad). El New York Times coronó su novela La amiga genial como la mejor del siglo XXI. Ha publicado ya un montón de libros, pero todavía nadie ha conseguido saber quién es. Y, de hecho, ha amenazado con que si se investiga más su nombre dejará de escribir. Por lo tanto, ella o él, es de una radicalidad en el anonimato muy profunda.
¿Te gustaría disfrutar de este anonimato?
Puntualmente. No siempre, porque yo tengo una opinión propia y fuerte. Pero en la literatura me resultaría útil, porque entonces la gente me leería sin prejuicios. Cuando tú no sabes quién se esconde tras el nombre de un autor, lo lees absolutamente virgen de contenido.
¿Aunque es un tópico, tenemos que saber de dónde venimos por decodificar quién somos?
Tengo que decir que estoy muy convencida, y eso lo digo con un poco de autoridad, que los lectores de Cornèlius descubrirán a los almogávares. Quedarán muy sorprendidos. Yo, que pensaba que lo sabía, que era una etapa de la historia que tenía muy leída y muy estudiada, me he quedado anonadada. Ahora que me he metido de cabeza durante dos años descubriendo, leyendo, aprendiendo, me he quedado impresionada de su grandeza. Si tuviéramos soberanía propia, si fuéramos un país de habla inglesa, habría 50 películas de los almogávares, porque protagonizaron uno de los momentos más épicos de la historia europea. Lo estamos pasando tan mal en este momento, que vamos a disfrutar de un gran momento histórico y a pasárnoslo muy bien y a recordar que tenemos épica. Y que aquella épica seguramente ha construido la resiliencia posterior. No siempre hemos sido perdedores. De aquella época surgió una identidad muy fuerte que hizo que finalmente fuéramos un pueblo resistente, incluso después de haberlo perdido todo. Lo hemos perdido todo muchas veces. Lo perdimos todo en 1714. Lo perdimos todo durante el siglo XIX, que es un siglo terrorífico. Lo perdimos todo cuando construimos la Mancomunidad y llega Primo de Rivera. Lo perdemos todo nuevamente con Franco. De alguna manera, con el 155 lo hemos perdido todo de nuevo, pero aquí estamos, heridos, cojos, envenados, pero somos un pueblo muy resiliente. Los almogávares eran feroces, tenían un espíritu de victoria indómito. Alguna cosa de los almogávares tenemos.