El 6 de agosto de 1982, es decir, hoy hace 38 años, se estrenaba en Los Angeles The Wall, la adaptación cinematográfica del álbum homónimo de Pink Floyd, uno de los títulos más importantes de la historia del rock. Dirigida por Alan Parker bajo la recelosa mirada de Roger Waters, el líder de la fundamental banda de rock progresivo, revivimos la gestación del disco y su posterior translación a la pantalla grande.
El pasado 31 de julio nos dejaba al cineasta Alan Parker. Autor de joyas del séptimo arte como El expreso de medianoche (1978), El corazón del ángel (1987) o Arde Mississippi (1988); fue uno de los realizadores que mejor supo acercarse al mundo de la música a través de sus largometrajes. Suyas son películas imprescindibles del género como Fama (1980), The Commitments (1991) o Evita (1996). También fue el director de The Wall, cinta de culto que adaptó al celuloide el icónico álbum conceptual homónimo de Pink Floyd. Se estrenó el 6 de agosto de 1982. Hoy hace 38 años.
No somos más que otro ladrillo en el muro
El año 1977 fue el de la eclosión del punk. También fue el año que Pink Floyd, piedra angular del rock progresivo y como tal una de las bandas más odiadas por aquella nueva generación de crestudos jóvenes airados, publicaron Animals (Harvest, 1977), uno de sus álbumes más aclamados. Pasó en el concierto de presentación del disco en el Estadio Olímpico de Montreal. De hecho, aquel 6 de julio de 1977 era la última fecha de aquella gira. Uno de los fans alineados en primera fila se pasó toda la actuación insultando al grupo: "viejos", "acabados", "pesados", "hippies"... Cansado de la estupidez de su supuesto seguidor, Roger Waters, el bajista y uno de los principales impulsos creativos de la formación británica (y también un cabronazo antipático), le acabó escupiendo.
El hecho podría haber acabado aquí, pero de aquel esputo surgió uno de los discos definitivos en la historia del rock. Waters estaba cada vez más cansado de su rol como estrella del rock. Quería hacer música. Los hechos tangenciales y circunstanciales que rodeaban a su oficio, los odiaba. Quería aislarse todo aquello que no fuera exclusivamente crear canciones. Fue así como empezó a soñar con grandes bloques de piedra con los que construir una pared que separara grupo de público. Al fin y al cabo sólo somos un ladrillo más en el muro.
Los pros y los contras de hacer autostop
Pink Floyd finalizaron la gira de presentación de Animals y volvieron a casa. Lejos de tomarse un descanso, al día siguiente de aterrizar Roger Waters ya volvía a trabajar. No podía perder el tiempo, había dos proyectos que lo tenían totalmente obsesionado. Tenía claro que uno de ellos lo quería modelar bajo la marca de Pink Floyd. El otro, siguiendo el ejemplo de sus compañeros, que ya habían empezado a trabajar por libre, sería su debut en solitario. El problema es que no sabía qué proyecto hacer acompañado y cuál sin aliados. Dejó que fueran el guitarrista David Gilmour, el teclista Richard Wright y el batería Nick Mason los que escogieran.
Roger Waters debutó en solitario el año 1984 con The Pros and Cons of Hitch Hiking un disco correcto donde contó con la colaboración de amigos como Eric Clapton o el actor Jack Palance pero que no supuso ningún punto de inflexión en la historia de la música. No hace falta ser muy vivo por deducir que Gilmour, Wright y Manson se sintieron más seducidos por aquel puñado de esbozos de canciones que Waters había grabado en una primera maqueta bajo el nombre de Bricks, título provisional que después cambiarían por el definitivo The Wall, idea que se transformaría en un doble álbum conceptual imprescindible por decodificar la evolución y devenir de la música del siglo XX (y de todos los tiempos). También sería el principio del fin de Pink Floyd.
Un delirio surgido de una mente indescifrable
The Wall es un delirio creado dentro de la indescifrable mente de Roger Waters. Como álbum conceptual, todas las canciones versan en torno a la misma idea. En este caso la historia de Pink, una estrella del rock ficticia, trastornada por sus miedos, obsesiones y debilidades. Claramente un alter ego de Roger Waters (con alguno que otro préstamo de la volátil personalidad de su excompañero de grupo, el genio Syd Barrett que abandonó Pink Floyd en 1968 para, enfermo de esquizofrenia, refugiarse en su casa y ya no salir más hasta su muerte el 7 de julio de 2006), con quién compartía más de un rasgo biográfico: la muerte del padre en combate durante la Segunda Guerra Mundial, una madre ultra protectora, experiencias traumatizantes en sus años escolares, abuso de sustancias psicotrópicas...
Si el bajista ya había mostrado en anteriores discos tics autoritarios; quizás intuyendo que estaba delante del disco por el cual pasaría a la historia, durante el proceso de modelación y grabación de The Wall Roger Waters se comportó como un verdadero dictador sanguinario, despreciando y maltratando atodos aquellos que cuestionaban lo que él creía que era el correcto, empezando por Bob Ezrin.
Si hasta entonces Pink Floyd se habían producido ellos mismos todos sus discos, esta vez Waters creyó que necesitaban una opinión externa y contrató en Ezrin, arquitecto sonoro que ya entonces había trabajado con gente de la dimensión de Lou Reed, Alice Cooper o Kiss. Fue una elección de Waters, pero este no pudo privarse de criticar todas las sugerencias que hacía Ezrin. Las disputas entre los dos se acabaron cuando después de uno de los típicos mocos de Waters, el productor le contestó: "Léeme los labios, hijo de puta, ¡no puedes hablarme así!". Tema zanjado.
Con los compañeros de grupo las cosas no iban mejor. Con David Golmour casi ni se hablaban. A Nick Manson lo ignoraba completamente (de hecho, Waters contrató a Jeff Porcaro de Toto para que tocara en varios temas del disco) y a Richard Wright directamente lo hechó de Pink Floyd. El teclista era de aquel tipo de personas que tenía que opinar de todo y Waters tiene aquel carácter que no puede soportar que le digan qué tiene que hacer. Así que el bajista llamó al abogado del grupo y le dijo que tenía que hablar con Wright y decirle que ya no era el teclista oficial de Pink Floyd. Miembro fundador del grupo, Wright se negó. La respuesta de Waters fue que si no se marchaba publicaría The Wall bajo su nombre, en solitario. Wright cedió pero con la condición que pudiera participar en la gira de presentación del disco. Waters aceptó pero estipulando que Wright no sería uno más del grupo sino un músico asalariado que recibiría un sueldo por cada concierto.
Todo un himno
The Wall se publicó el 28 de noviembre de 1979 y en estos casi 40 años que hace que vio la luz, se han vendido más de 24 millones de ejemplares. Comercialmente es uno de los discos de más éxito de todos los tiempos. Cualitativamente también es una obra referencial. Un incunable de la música del siglo XX gracias a temas como "Run Like Hell", "Comfortably Numb" y "Another Brick in the Wall, Part 2". Único número uno que conseguirían Pink Floyd en los Estados Unidos durante todas su carrera, "Another Brick in the Wall, Part 2" trascendería el plano estrictamente musical para convertirse en todo un himno. Un himno para los estudiantes negros sudafricanos durante los años más duros del apartheid y un himno para los alemanes de la parte comunista que anhelaban derribar el muro de Berlín y recuperar sus libertades.
El 7 de febrero de 1980 Pink Floyd iniciaron la gira de presentación de The Wall en el Memorial Sports Arena de Los Angeles. Por las peleas que había tenido con Waters durante la grabación del disco, Bob Ezrin tenía vetada la entrada en el pabellón. Pero el productor se compró su ticket| y asistió igualmente. Años después recordaba aquella noche confesándole al biógrafo de Pink Floyd Mark Blake que "fue el mejor espectáculo de rock que he visto nunca".
Pioneros y maestros a la hora de crear grandes espectáculos en directo, Pink Floyd diseñaron una experiencia en vivo donde destacaban muñecos inflables de grandes dimensiones, las proyecciones animadas creadas por el prestigioso dibujante Gerald Scarfe y un muro que ladrillo aladrillo se iba contruyendo durante todo el concierto para acabar con el grupo escondido tras la pared de cartón piedra y acto seguido derribarla como gran acto final. Un espectáculo carísimo que supuso grandes pérdidas y consecuentemente un mayor deterioro de la relación entre los miembros del grupo. Todos menos Wright que ya fuera de Pink Floyd actuaba como músico a sueldo. Roger Waters abandonó Pink Floyd en 1985.
Una experiencia miserable
Desde el principio, Roger Waters tuvo claro que el proyecto de The Wall no estaría acabado si el álbum no se complementaba con una película. De hecho, cuando contactó con Ezrin para que les produjera el disco, Rogers le entregó un guion de la idea de que tenía en mente. Aquel libreto sería la base de la película que acabaría dirigiendo Alan Parker, cineasta británico entonces totalmente de moda por haber firmado dos súper éxitos como El expreso de medianoche y Fama.
Fantasía surrealista, The Wall es la translación en el celuloide del concepto sobre lo que gira todo el disco: el proceso de alienación de una estrella del rock consumida por sus diablos (además de un alegato contra todo sistema autoritario). La interpretació del rol central de Pink recayó en Bob Geldof. Crítric musical, Geldof cambió de bando cuando se puso al frente del grupo The Boomtown Rats con el que conquistó todas las listas de éxitos con "I Don't Like Mondays". Su elección como protagonista no dejó de ser sorprendente: Geldof, que tres años después organizaría el legendario concierto solidario Live Aid, no había actuado nunca y además, su grupo estaba adscrito al movimiento new wave, muy próximo al punk, con todo el odio que estos sentían por el rock progresivo y mucho especialmente por Pink Floyd. Lo bordó. El metraje se completó con quince minutos de secuencias animadas creadas nuevamente por Gerald Scarfe.
Si la grabación del disco fue un suplicio, la filmación de la película fue una verdadera pesadilla, con Roger Waters una vez más queriendo hacerse con el control absoluto de todo el proceso. Alan Parker recordaría aquellos días como "una de las experiencias a más miserables de mi trayectoria profesional". Por su parte, Gerald Scarfe en más de una ocasión explicó que el primer día del rodaje se presentó en el estudio con una botella de Jack Daniel's "porque ya sabía lo que me esperaba". Y a pesar de las tensiones, cuando aquella primera proyección en Los Ángeles del 6 de agosto de 1982 acabó; el público, todavía tratando de asimilar todo lo que había visto, estalló a aplaudir. Eran los primeros en poder ver una película que acabaría siendo un incuestionable clásico de culto.