No es nada habitual empezar la reseña de un libro con referencias al traductor de la obra, pero hay casos en que hay que hacerlo. Más allá de la tradición del traduttore, traditore que pone en duda la capacidad del encargado de adaptar una obra a otra lengua manteniendo la fidelidad hasta el último matiz, lo cierto es que hay ocasiones en qué el encargo de traducir una obra es, o bien un dardo envenenado, o bien una ocasión para lucirse, y dejando el veredicto final de esta disyuntiva al lector, cabe decir que la adaptación al catalán de Comandant (Periscopi, 2024) tiene los elementos necesarios para poner a prueba la habilidad del traductor.

La obra, firmada a cuatro manos entre el escritor Sandro Veronesi —autor también de El colibrí (Periscopi, 2020)— y el guionista y director de cine además de escritor Edoardo de Angelis es, de hecho, la versión novelada del guion del filme Comandant, elaborado también por el mismo dúo y dirigido por el segundo, estrenado en 2023 y subtitulado en catalán bajo el título de El bon italià. La historia en sí es la narración de un hecho real que tuvo lugar durante la Segunda Guerra Mundial, cuando el oficial Salvatore Todaro, comandante del submarino Comandante Cappellini de la Regia Marina, la armada italiana, decidió salvar a los náufragos del vapor belga Kabalo que él mismo había hundido en el Atlántico, desobedeciendo las órdenes que mandaban abandonarlos a su suerte, para llevarlos a un puerto neutral en las Azores.

La gesta, tildada de quijotesca por Karl Dönitz, comandante en jefe de la Kriegsmarine, la armada alemana, evoca la aplicación de la ley del mar por encima de las órdenes recibidas y, según apunta el propio Veronesi en la introducción de la obra, traza una vinculación con la crisis de migrantes que surca el Mediterráneo en la actualidad, con un periplo a menudo mortal entre las costas de Libia y las de Italia y Malta. De hecho, todo el proyecto: novela, guion y película, nace de la necesidad que experimentan los autores de sumar su granito de arena a la hora de dar a conocer la trágica realidad que se vive en el Mediterráneo.

Ahora bien, el libro, más allá de recoger esta hazaña en tiempos de guerra y, de paso, dotar de humanidad la participación de la Italia fascista en la Segunda Guerra Mundial evocada en la justificación que hace el comandante Todaro del salvamento: "Porque nosotros somos italianos", tiene, como ya se ha apuntado, un aliciente lingüístico. Los autores, reflejando la realidad de la Italia de mediados del siglo XX, donde el italiano estándar estaba muy lejos de ser una lengua compartida por todos los italianos —situación que ochenta años después se ha conseguido a base de minimizar el resto de lenguas del Estado italiano—, optan por dar voz a la tripulación a través de sus lenguas locales, las mismas, que, en la actualidad y a excepción del sardo, tienen la consideración, discutible, de dialectos.

"Aquí un livornés y un siciliano son más que extranjeros"

Así, en el original de Comandant se combinan pàginas escritas en italiano estándar y normativo con capítulos —que a menudo parecen ejercicios de estilo— donde la lengua vehicular es el véneto, el livornés o el siciliano, entre otros, reflejando una realidad dónde, como se señala en el libro en referencia al microcosmos del submarino, "aquí un livornès i un sicilià són més que estrangers, provenen veritablement de dos planetes diferents i distants, tant per llengua com per cultura i temperament", para añadir, posteriormente y en un discurso que como catalanes bilingüizados en la lengua común a las buenas o a las malas, nos puede parecer familiar: "Justament aquest poti-poti, infecte i meravellós, és Itàlia".

Ahora bien, más allá de las consideraciones políticas y sociales que se puedan adoptar ante esta visión del multilingüismo italiano, el hecho es que el traductor al catalán se ha encontrado enfrente un desafío especialmente complicado. Pau Vidal, filólogo especializado en traducciones del italiano -Tomasi di Lampedusa, Saviano, Tabucchi, Camilleri...- y, si me lo permite, activista por la lengua catalana a través de obras como El catanyol es cura (Barcanova, 2012) y El bilingüisme mata (Pórtico, 2015), entre otros, ha asumido el reto con imaginación a partir de la riqueza lingüística de la lengua catalana. Eso sí, con la necesidad de hacer una Nota a la traducció que abre el libro y que, sin más remedio, ante la singularidad de la obra, convierte a Vidal en protagonista de la adaptación al catalán.

Explica el traductor que en el marco de la Segunda Guerra Mundial, "els soldats de l’exèrcit italià compartien uniforme, però sovint no s’entenien", ya que "molts lígurs, piemontesos, toscans, calabresos, pullesos, etc., no sabien parlar italià o el parlaven de manera precària, perquè en aquell temps la televisió i l’escola, les grans armes de la uniformització lingüística europea del segle XX, encara no havien tingut temps de bilingüitzar-los". Además, destaca que Comandant está escrito, además del italiano, en véneto, sardo, napolitano, siciliano y emiliano, y ante esta situación se ha atrevido a hacer "una temptativa d’adaptació i proporcionar una idea vagament aproximada de la diversitat lingüística de l’original", eso sí, "conscient de la paradoxa i, de fet, de la impossibilitat de l’intent".

Así, Vidal opta por una pirueta lingüística que otorga un valor añadido a la traducción al catalán: la adaptación de estas variantes lingüísticas itálicas a partir del uso de "trets gramaticals no normatius, poats tant de la diversitat de registres com de la variació geolectal". Es decir, el traductor renuncia a hacer una translación dialectal, donde los personajes podrían hablar de la garrotxino, o valenciano meridional, o balear, o pallarés —estas son las variantes que cita el mismo Vidal—, y escoge asignar una manera de hablar a cada personaje donde frecuentan palabras y construcciones como, a modo de ejemplo, dingú, aixins, antre —por otro—, una hora no é ben re o va diguer.

El sardo se mantiene como lengua diferenciada

Capítulo aparte merece el sardo —una lengua que incluso se utilizaba en las transmisiones radiofónicas de la Regia Marina para confundir a los servicios de espionaje británicos—. Apunta Vidal que era "temptador girar el sard de l’original a l’alguerès", para añadir que habría sido un error porque "el català de l’Alguer és entenedor per a qualsevol catalanoparlant, cosa que, en canvi, no passa entre el sard i l’italià". Por eso, el sardo se mantiene en su formato original, sin traducir ni adaptar, en una decisión que demuestra que Vidal prefiere no exagerar la pirueta lingüística más allá de lo que considera aceptable.

Estos son los alicientes lingüísticos que invitan a la lectura de Comandant, a los cuales podemos añadir desde el surrealista capítulo de las patatas fritas, hasta las argumentaciones que explican por qué Radio Andorra era la emisora preferida de las tripulaciones de los barcos de guerra de todos los contendientes, pasando, para fans del cine bélico, por el periplo del mismo submarino, con un viaje inverso y con final diferente del U-96, el sumergible alemán que protagoniza la mejor película de submarinos nunca realizada, Das Boot. ¡Para sumergirse en la lectura!