Las leyendas vivas siempre están rodeadas de grandes misterios, dudas, preguntas y sospechas de grandes verdades que nunca acaban de revelar. Pero si existen dos certezas innegables sobre la historia de Los Planetas, una es que la primera vez que los veas, y seguramente todas las siguientes, no entenderás qué dice Jota, su cantante, cuándo se dirige al público. Y que si dan un concierto en Barcelona, Catalunya irá. Dicho y hecho. Después de más de 30 años de carrera, con sus cambios de integrantes sobre el escenario, Los Planetas han salido de gira para celebrar su debut, Super 8, durante tres noches seguidas en la sala Razzmatazz. Este miércoles han protagonizado el primer concierto. Hoy y mañana, los dos restantes.
20 canciones y cuatro millones a rayas
Con el cartel de todo vendido para las tres veladas, y después de convertirse en los protagonistas de su propia no historia en Segundo Premio, película dirigida por los catalanes Isaki Lacuesta y Pol Rodríguez, que nos representará a la carrera de los Oscars, conseguir una entrada de reventa era prácticamente misión imposible. Los granadinos nunca habían estado tanto en boca de esta ciudad como este 2024. Así que pocos minutos después de la apertura de las puertas, y todavía sin telonero en el escenario, en esta primera noche, la sala ya estaba medio llena.
El funcionamiento sería sencillo. Primero Marcelo Criminal, quien los acompañará durante todo el triplete, subiría al escenario únicamente con su guitarra y un portátil. Contento de cumplir el encargo de telonero, y con una pantalla donde se proyectaba una superposición de pantallas extremadamente online, el de Murcia tocó sus grandes clásicos Solan de Cabras o Perdona (Ahora sí que sí), tema que posteriormente Carolina Durante versionó con Amaia. Además, también tuvo tiempo de adaptar su rap Saber y Ganar para la ocasión, dejando con la boca abierta a todos los indie2000 de la sala. Pero si existió un momento icónico, fue poder ver a Jordi Évole avanzando entre el público hacia las primeras filas mientras en el escenario se cantaba El día que murió Pedro Sánchez.
Si existió un momento icónico, fue poder ver a Jordi Évole avanzando entre el público hacia las primeras filas mientras en el escenario se cantaba El día que murió Pedro Sánchez
Muchos de ellos se habían estado poniendo al día de las vidas de sus hijos, que ya rondaban la mayoría de edad, o rememorando viejas batallitas del FIB 2003. Pero cuando llegaron las nueve en punto, y en el escenario se proyectó la portada de Super 8, un silencio seguido de un estallido de histeria se apoderó del presente. Con una ovación total, Los Planetas subieron en el escenario. "...Podemos irnos juntos lejos de este mundo tú y yo...". Sonaban las primeras notas de De viaje. Que tu disco de debut empiece con una distorsión que conduce a un hit de noise rock, sacude a cualquiera. Un viaje por el sol, pero esta vez en el tiempo. Siendo el único tema donde todos los integrantes de la banda original participaron en su composición, era inevitable preguntarse dónde estaría el batería Paco Rodríguez (que tiempo después seria sustituido por el icónico Eric Jiménez), o si la May Oliver, la bajista que tocaba dando la espalda al público, alguna vez ha fantaseado con la idea de volver. Este miércoles, de los originales, solo quedaban Jota y el guitarrista Florent Muñoz, eso sí, con la energía suficiente para coronarse como el primer día. El inicio seco y desgarrador de Qué puedo hacer hizo que todo el público empezara a cantar al unísono desde aquel momento hasta el final. Como quien repasa la lección aprendida en las últimas tres décadas, la implicación continuó con la dolorosa Si está bien y sus guitarras rasgadas. La noche siguió sin que ellos se movieran del punto fijo donde se habían plantado. Pero ciertamente, no necesitaban nada más. 10.000, Jesús y Estos ultimos días.
Cada persona transitaba con cada nota por su propia historia
Cada persona transitaba con cada nota por su propia historia. Quizás la mujer de 48 años que le había comentado a su pareja la buena decisión de cogerse fiesta para bajar desde Girona, no pensaba en él, sino en aquella otra pareja que tuvo muchos conciertos atrás, antes de los trabajos de verdad y las responsabilidades firmes. Seguramente el grupito de jóvenes, que no pasaban de los 19 años, y se aferraban a la valla, como si les fuera la vida, estaban poniendo banda sonora en su primer corazón roto. Y quién sabe, seguramente el hombre que había dejado apoyada su muleta en la valla metálica para grabar con su móvil sin pausa la hora treinta y seis que duró el concierto, tenía miedo que lo que estaba sintiendo, no lo podría volver a sentir en ningún otro contexto.
Es posible que el momento más emotivo, para su cantante, fuera cuando llegó el momento de Brigitte, la única canción que escribió junto con May Oliver. Su recuerdo seguía allí, y en la pantalla, a momentos fugaces, aparecía únicamente su dibujo. La traca final del disco fue ensordecedora como poner la cabeza dentro de un altavoz. Todo en extremo, incluso las distorsiones hechas con un destornillador sobre las cuerdas. Virtuosismo puro. Rey Sombra, su homenaje a Joy Division, Desorden, y La caja del Diablo lo tenían todo para triunfar. Sobre todo esta última, que muchos afirmaron al acabar el instrumental, que era, de lejos, su mejor canción. Podríamos decir que uno directo de excelencia sin sorpresas. ¿Si funciona, por qué cambiarlo?
Pero la cosa no quedó aquí. Los bises tuvieron la misma duración, y número de canciones, que el disco. 10 temas más que empezaron con Segundo Premio. En la tómbola de éxitos no faltaron Santos que yo té pinte, Corrientes circulaste en el tiempo, Espíritu olímpico o David y Claudia. Y como se trataba de experiencias introspectivas, reflejadas con gritos enloquecidos, personalmente casi pierdo el juicio cuando después de dejarme la voz en Pesadilla en el parque de atracciones, una de las baquetas impactó en mi cabeza. Pero no hay dolor. El final del concierto se aproximó con Islamabad, donde los más jóvenes no pudimos evitar hacer gestos más próximos a Yung Beef que a una estrella del shoegaze, y Un buen día, donde hubo una especial emoción al gritar a aquello de "...y nos hemos metido CUATRO MILLONES DE RAYAS....". Podéis imaginar cómo debieron haber sido las juventudes de los presentes. A Jota le hizo especial ilusión.
Las risas, los gritos y los puños de esta noche nos hablaban de otros tiempos, de amores ya no correspondidos, de amistades perdidas, de espacios que ya no son nuestros y de recuerdos que hoy todavía duelen. Todos juntos, en un viaje individual al centro de nuestra memoria
Aproximándonos a la hora y veinte de concierto, tocó entonar Nuevas sensaciones y Me hermana pequeña. Para sorpresa de casi todos, unos ya-no-tan-jovenes, decidieron empezar una olla un poco torpe. Unas sacudidas y un crowdsurfing fallido, al intentar tocar con la punta de los dedos la última chispa de efervescencia juvenil. Jota, al acabar, no pudo evitar reír y preguntar al público si se habían vuelto a sentir jóvenes durante un rato. Las risas, los gritos y los puños de esta noche nos hablaban de otros tiempos, de amores ya no correspondidos, de amistades perdidas, de espacios que ya no son nuestros y de recuerdos que hoy todavía duelen. Todos juntos, en un viaje individual al centro de nuestra memoria, pero con una misma conclusión: treinta años después, Los Planetas siguen siendo la banda más importante de guitarras del Estado español.