16 de diciembre de 1997. Millones de niños japoneses se sientan delante de los televisores de casa, donde empieza la emisión del trigésimo octavo episodio de su serie favorita, una producción que ahora, veinticuatro años después, se ha convertido en un clásico entre clásicos. Evidentemente no hablemos del Tot Es Mou, precisamente, sino de Pokémon, una franquicia de videojuegos de la cual también se han hecho series y películas de animación. El capítulo en cuestión, Dennō Senshi Porygon (en español, Soldado computerizado Porygon), está a punto de pasar a la historia. Y no por un hecho positivo.
En el minuto 20 del episodio, uno de los pokémon implicados, un Porygon, dispara varios cohetes contra los enemigos, el Team Rocket. Entonces, sin embargo, el Pikachu de Ash, el MVP de la serie, "aquella rata amarilla", según nuestras madres, lanza uno de sus ataques eléctricos para parar los proyectiles. El resultado: una explosión salva a los protagonistas de la serie, pero, de rebote, envía a centenares de niños y niñas nipones —niños de carne y hueso— al hospital. Para entender el porqué, como siempre, hay que recurrir a la ciencia.
La explosión diseñada por los creadores del anime estaba conformada por destellos azules y rojos que se emitieron en un radio de 12 hercios durante cuatro segundos, de manera parcial, y durante dos segundos más, ocupando toda la pantalla. Este hecho, tal como explica un artículo de la Universidad de Washington, puede provocar ataques de epilepsia fotosensitiva, fruto de las alteraciones de conciencia derivadas de los estímulos visuales.
La escena, borrada de las plataformas oficiales por razones obvias, hace tiempo que circula por la red gracias a varios usuarios anónimos de Internet. Pero no seré yo quien ponga en peligro vuestra integridad física en peligro ni quien os facilite el enlace para verla. Por ahora duermo muy tranquilo por las noches.
Quien no debió dormir bien durante una buena temporada, en cambio, es Hiroshi Yamauchi, el presidente de Nintendo de aquella época. El inocente ataque del Porygon —y la todavía más inocente respuesta del Pikachu—, provocó que 685 niños (310 niños y 375 niñas) sufrieran visión borrosa, mareos y náuseas. Otros, con peor suerte, llegaron a vivir episodios de convulsiones, pérdida de conciencia o incluso ceguera momentánea.
Según recogen las crónicas de la prensa japonesa de 1997, la gran mayoría de las criaturas se recuperaron en poco tiempo, pero otras, en cambio, tuvieron que ser ingresadas en hospitales. Así y todo, hay que apuntar que sólo una pequeña parte de los 685 afectados sufrió una crisis de epilepsia fotosensitiva como tal, y, de hecho, muchos de los casos se atribuyeron a la histeria colectiva del momento. Una histeria colectiva provocada por un pokémon de tipo normal, sí.
El resto de la historia se explica a través de dos ópticas: la primera, vinculada a la depuración de responsabilidades y las consecuencias del episodio; la segunda, relacionada con la cultura popular. Sobre la primera cuestión, hay que decir que TV Tokio suspendió la serie durante cuatro meses y, lo qué es más curioso, consiguió que el Porygon y toda su línea evolutiva fuera eliminada del anime. Como si la criatura en cuestión hubiera tenido culpa de la inoperancia de los productores. Aparte, las acciones de Nintendo cayeron en picado y Yamauchi, responsable de la compañía pero no de la serie, se vio obligado a aclarar que sus videojuegos eran en blanco-y-negro. Un ejercicio de modestia inteligente.
Años después, el episodio provocó varias reacciones en la cultura popular. Una de ellas tiene como protagonista a Matt Groening, creador de los Simpsons. En el último episodio de la décima temporada de la serie, Treinta minutos sobre Tokio, emitido por primera vez en 1999, Bart Simpson y su familia sufren un episodio epiléptico cuando se ponen a mirar un anime en su hotel de Japón.
El otro nombre que no podemos olvidar es el de Josué Yrion, un predicador evangelista que, en una conferencia donde iba completamente desbocado, afirmó que los pokémons —o 'pokímons', según él— eran criaturas demoníacas que provocaban daños cerebrales a los niños para acercarlos a Satanás. "Pikachu quiere decir Dios de la reencarnación", aseguró. No hay que decir que el pobre pastor se convirtió en un meme.