Pol Guasch es uno de los jóvenes prodigiosos de nuestro universo letrístico. Escritor al qual ya conocíamos por su faceta como poeta y que ahora nos ha acabado de cautivar con Napalm al cor, relato con que ganó la última edición del premio Libros Anagrama de Novela. Una obra que cobra vida con una prosa de cadencia poética y estética distópica para significarse como uno de los títulos referenciales de la literatura catalana de inicios del siglo XXI. ¿Todavía no la has leído?
¿Te conocíamos como poeta, qué te impulsó a acercarte a la novela?
Es una pregunta que me hacen a menudo: ¿"por qué, ahora, una novela"? como si, de alguna forma, hubiera abandonado un género, como si hubiera decidido embarcarme en la gesta real y auténtica, como si hubiera entrado en una fiesta en que nadie me había invitado. No decidí escribir la novela: me encontré. Y después, vino el resto.
¿Escribiendo edificas universos o intentas entender el mundo en el que vives?
Son dos cosas que van juntas. ¿Se puede crear un universo propio que rehúya los universos que vivimos y transitamos? ¿Podemos, con las palabras que tenemos, crear escenarios autorreferenciales, desvinculados completamente de nuestras vidas? Creo que se trata de otra cosa: con cada gesto particular, con cada mundo diferente y con cada reverso de la realidad, estamos diciendo alguna cosa de la vida que nos ha tocado vivir, del mundo que nos ha tocado habitar.
¿Como ejercicio creativo, fue duro dar vida a la novela?
Fue un proceso difícil y al mismo tiempo muy placentero. Complaciente porque escribir siempre es un disfrute. Complaciente, también, porque encontré el momento, entre el trabajo y la subsistencia, de poder dedicarme diariamente a la escritura.
¿Y difícil por...?
Porque la búsqueda de este tiempo, de este privilegio material, no es cosa fácil, y menos si no tienes apoyo económico detrás. Pero en esta libertad, en este espacio de no cálculo, fue donde surgió la escritura. Y creo que quedan trazas de todo eso en el resultado.
Hasta que llegó el momento en que la acabaste.
Sentí que yo no acababa el libro, sino que el libro se acababa a él mismo. Que el texto pedía cerrarse. Que alguna cosa se cerraba irremediablemente, más allá de mis decisiones y de mis voluntades.
¿Has vuelto, a la novela?
Volví tantísimas veces, durante el proceso de edición... Pero no he vuelto, una vez publicada.
Una de las mejores definiciones de Napalm al cor dice que es "ciencia-ficción del pasado".
Me gusta esta idea que formula la escritura de Napalm como una escritura trans: que se sitúa en contra del monolito de la identidad, que desplaza las expectativas esperadas del género, que apuesta claramente por la complejidad. Estas son algunas de las ideas que Begonya Saez, profesora de filosofía de la UAB, desarrolló en una de las presentaciones de Napalm. Y aquí se inserta la ciencia-ficción del pasado, un desplazamiento que ella bautizó así, y que encuentro interesante por cómo designa la confluencia temporal y la dimensión de ficción especulativa que no apunta al futuro, sino a una temporalidad no definida entre un pasado desconocido y un presente posible.
Entre el catastrofismo ilustrado y las utopías ingenuas, hay todo un terreno fértil que podemos habitar, pensar y formular desde otros lugares
La novela presenta un escenario apocalíptico y distópico.
Entre el catastrofismo ilustrado y las utopías ingenuas, hay todo un terreno fértil que podemos habitar, pensar y formular desde otros lugares. Quiero pensar que a los intersticios de los espacios de destrucción y finalización, pueden emerger otras formas de vida posibles. Eso no quita, claro está, que nos encontramos en un escenario global de agotamiento, en el que cada palabra, cada gesto y cada minuto marcan un devenir hacia un fin que no llegará, porque ya somos instalados, porque ya nos encontramos.
La finalización interior siempre va acompañada de la exterior, has dicho más de una vez.
El escenario de destrucción en la novela no es una metáfora ni una alegoría de las vidas interiores de los personajes, sino el lugar donde la vida se puede llamar a sí misma vida. Es decir: el lugar donde la vida puede hacerse.
¿Y qué vida que se puede construir en un espacio así?
Una vida que va en paralelo a las condiciones que el medio ofrece. Y sé que tiene un punto de destino trágico, de determinación insoslayable: pero es que las vidas están tocadas y definidas por las condiciones materiales que las posibilitan y las sostienen.
Es fácil establecer paralelismos entras tu novela y el estallido de la nuclear de Chernobil.
Era uno de los escenarios, de los momentos, de las temporalidades, que me latían durante la escritura.
¿Has visto la serie de HBO?
Sí, la he visto. Me pareció una mercantilización del trabajo tan valioso del Svetlana Aleksiévich, a quien no citan en ningún momento. Afortunadamente, sin embargo, tenemos su obra muy cerca, gracias a la apuesta de Raig Verd de traducirla y publicarla.
Entiendo, pues, que la periodista y escritora bielorrusa ha sido influencia fundamental en Napalm al cor.
Influencia, faro y referente. No en la novela, que también, sino en la manera de entender el texto, la escritura, la lectura, el testigo, la memoria, la polifonía, los otros, las historias... Me gusta pensar que Aleksiévich hace con el texto aquello que Agnès Varda hace con las imágenes: espigar. Aleksiévich espiga el mundo con las palabras.
¿Más allá de la misma literatura qué más influye tus obras?
¡Tantas cosas! Y la gran mayoría no las sé identificar: hay aquel fotograma de una película que no recuerdo, y aquella historia que me explicó no sé quien, y aquella fotografía antigua que no sé por qué la tengo, y aquella melodía de una canción antigua, que nunca encuentro porque no recuerdo el nombre... Por eso antes hablaba de espigar. Cuando escribo, me acerco así, recogiendo lo que se esparce, reencontrando lo que se pierde, acumulando lo que desconozco.
Es una novela indefinida y ambigua en casi todos sus aspectos.
Porque la vida también es indefinida y ambigua en casi todos sus aspectos. ¿Por qué tengo que ordenarla, yo? ¿Por qué escribir tiene que significar resolver esta ambigüedad y ofrecer soluciones fáciles? ¿Por qué se espera eso, de una novela?
El protagonista es homosexual. ¿Crees en la literatura y la cultura en general como herramienta reivindicativa?
La literatura representa el mundo. Y la representación crea mundo. Y, después, representamos el mundo que hemos creado. Y así nos perdemos en el círculo infinito de la creación y la representación, como instalados en el ojo del huracán. Cada representación literaria y cultural del mundo es significativa, porque no sólo lo describe, sino que lo crea, y al mismo tiempo describe la creación anterior. ¿Qué quiere decir reivindicar, desde aquí? Pues apostar por otro mundo posible, ponerle palabras, enmendar las existentes, ensanchar las que tenemos. Ser consciente de que la escritura no se erige simplemente en un espacio, sino que dibuja y mapoea territorios. Que anima la política.
¿Es una novela identitaria?
¡Creo que no! Cuando menos, no quería que lo fuera. Y no querría que lo fuera.
Ganaste el Anagrama.
Y eso me ha permitido trabajar con un equipo de profesionales increíbles y editar el texto con dedicación y estima al lado de Isabel Obiols: una suerte y un privilegio inmenso para mí y para el libro.
¿De qué sirven los premios literarios?
Hay muchos premios literarios y muchas maneras de entenderlos. Algunos, supongo, que para publicar a amigos. Otros, para hacer marketing. Pero también hay premios honestos y jurados transparentes. A mí, los premios literarios me han permitido publicar. ¿Sin estos premios, quién lo habría querido hacer?
En el discurso que ofreciste al acto institucional del Ayuntamiento de Barcelona para celebrar la festividad de Sant Jordi denunciaste que "política institucional y literatura son antónimos" y afirmaste que en la literatura "no hay pactos ni concesiones, no se negocia con el racismo ni se mercadea con la persecución de las lenguas". ¿Cómo viviste la polémica que generaron tus palabras?
Con sorpresa, porque no dije nada que no diga con mis amigas, mi familia, mis círculos de confianza.
¿No te esperabas que tu discurso tuviera esta resonancia?
No.
¿Entendieron tus palabras?
Las palabras se entienden y no. De eso se trata. Hay interpretaciones que coinciden con lo que tú quieres decir, y otras que no. Por eso escribo, para seguir con el problema: mantenerse en la pregunta, en aquel espacio entre lo que uno cree que sabe y aquella cosa que se resiste de ser dicha, de estar señalada. Escribir no para apuntar el final, sino para hablar del proceso.
Pocas semanas después tu productora colaboraba con el Ayuntamiento en la organización del festival Barcelona Poesia. ¿No lo ves contradictorio? ¿No sentiste ningún dilema?
Eso no es cierto. La productora de que formo parte no ha organizado ni ha colaborado en el Barcelona Poesia.
Puedes compartir lengua y cultura con muchas personas, pero eso no significa compartir un solo código o una sola visión del mundo
Antes hablábamos de la madre, y, volviendo a la novela, en muchos sentidos tu relato también presenta el conflicto entre generaciones.
Es un tema que me interesa mucho. Cels de Wajdi Mouawad es un exponente, para mí. Resolver la cuestión generacional con una respuesta de entrevista sería simplificar la cuestión. Y si se pudiera hacer, claro está, querría decir que obras como Cels no haría falta que existieran. Pero sí, Napalm quiere situar esta cuestión: que puedes compartir lengua y cultura con muchas personas, pero eso no significa compartir un solo código o una sola visión del mundo. Y que cada lengua cambia con cada hablante que se la pone en la boca. Y no hablo de léxico, no hablo de variación lingüística... hablo del mundo que se designa y de cómo se hace. Que el mundo que se señala es diferente porque las palabras con que se hace también lo son. Y, así, la condena es clara: convivir en el mismo lugar, cuando el lugar que compartimos es absolutamente diferente, es siempre otro.
¿La Generación Tapón, pues, es real?
Sin duda. Y se va repitiendo y se repetirá siempre que haya poltronas, y capitales simbólicos, y deudas silenciosas, e irrupciones inesperadas, y envidias, y espacios de poder donde te tienen que invitar, y espacios de poder que quieren seducir el contra-poder, y espacios de contra-poder que no tienen ningún interés en el poder...
¿Sientes la responsabilidad de visibilizar a tu generación de escritoras y escritores?
No.
¿Qué aportáis de nuevo, de diferente?
¡Nada!
¿Te da pereza envejecer?
Para nada.
¿Puede ser metafísica y seguro que idiota, pero qué pensaría Pol Guasch de Pol Guasch?
"Yo también soy fuera de mí", y no lo digo yo, es Blai Bonet.
¿Leer o escribir?
Diría que son dos cosas que van juntas. Lo explicaba genialmente Raül Garrigasait en una charla con Anna Guitart: "tengo la sensación que con cada libro que leo aprendo de nuevo a escribir". Y cuando escribo, oigo que hago un ejercicio de lectura: del mundo, del mundo que me rodea, del mundo que decido representar.
¿Cuál es la palabra más bonita?
Tú.