Los personajes de una noticia acostumbran a tener una vida efímera. El periodismo se interesa por la carcasa de las historias, aprovechándote todo el morbo para, finalmente, cuando el público ya ha decidido que tiene bastante, dejar a sus personajes en el olvido. La Sala Versus Glorias acoge, desde el 18 de octubre y hasta el 12 de noviembre, la obra Pols de diamant, un montaje que, partiendo de un hecho real -que en su momento generó un gran impacto mediático-, combina elementos de ficción, con la voluntad de conmover al espectador, con una historia de amor entre dos hombres que se ve cruzada por las consecuencias de una denuncia por agresión sexual. La obra parte de aquella noticia con el fin de mover en el espectador un sentimiento de empatía hacia el principal protagonista de la historia, un joven que, para combatir el estigma, decide mentir.

Dafnis Bladuz, Nelson Valente y Albert Salazar en la Sala Versus Glorias. Foto: Miquel Muñoz

El autor de la obra, Pau Coya, se ha inspirado en el caso real de una denuncia por agresión sexual supuestamente por homofobia. "Basándose en el material de la denuncia, construye una historia de amor, además del hecho social que representa", explica a ElNacional.cat el director del montaje, Nelson Valente. La narrativa en torno a las agresiones sexuales no es ajena a Valente, un director que viene de dirigir la versión argentina de Jauría, la obra de teatro documental de Jordi Casanovas, basada en el caso de la violación múltiple de La Manada. Si bien el caso de Jauría corresponde estrictamente a los parámetros del teatro documental, en Pols de diamant, el autor ha hecho un híbrido que mezcla realidad y ficción.

Acercar al espectador emocionalmente al protagonista

Uno de los objetivos de hacer esta mezcla es la necesidad de construir una obra que permita acercar al espectador emocionalmente a la historia. Ahora bien, los hechos se explican de forma objetiva, "sin maniqueísmos cabe en un lado u otro". La obra, sin embargo, introduce la historia de amor como elemento de ficción que permite "empatizar mucho con el personaje, mucho más de lo que podríamos hacerlo en la vida real". Aquí es donde, señala Valente, "el teatro te permite poner la lupa que te hace ver el personaje desde otro punto de vista," trascendiendo aquella existencia efímera que le reservan los titulares de prensa.

Nelson Valente. Foto: Miquel Muñoz

Nelson Valente dirige en esta ocasión a los actores Dafnis Balduz y Albert Salazar. Salazar encarna al personaje del chico que presenta la denuncia por presunta agresión homófoba, mientras que Balduz asume el reto de interpretar al resto de personajes que desfilan por la obra. "Es un desafío tener un relato construido de esta manera, como también como|cómo hacer que los diferentes espacios donde pasa la obra cohabiten en una sola escenografía, mantener el ritmo, que sea un material que conmueva y al espectador no se lo mire como un material periodístico y que se sienta interesado por|para la suerte del personaje".

Una historia universal

Dafnis Balduz tiene en este montaje el papel de actor coral con varios personajes. "Un caramelo envenenado", dice en conversaicón con ElNacional.cat, porque lo obliga "en poco tiempo a dar un abanico grande de maneras de hacer". Eso puede resultar, con respecto a actuación, una "trampa" por la necesidad de diferenciar personajes, "para que se entienda y que no haya mucho de artificio en la construcción del personaje". Para Balduz, Pols de diamant es sobre todo la historia de amor entre dos personas que, en el momento que hacen match, se encuentran rodeadas por las brutales consecuencias de una violación múltiple. El actor resalta que la obra trata también sobre "las posibilidades de construir con alguien más una relación, dificultades que son patentes tanto en el mundo LGBTI como en el hetero."

Dafnis Balduz y Albert Salazar. Foto: Miquel Muñoz

Al lado de Balduz, Albert Salazar coge el reto de representar el papel del joven que denuncia la agresión sexual múltiple. Al tratarse de un caso real, el actor siente una responsabilidad extra para aproximarse al máximo a aquello que había oído al personaje. Salazar procura humanizarlo con el objetivo que la obra persigue de conseguir que el espectador empatice con un personaje que se ve llevado al límite: "Se destapaba la verdad y él no podía escoger cuándo explicarla y cómo explicarla: la sociedad y la agresión lo pone delante del precipicio y lo obliga a saltar".