Aquisgrán (capital de los tres reinos francos y futura capital imperial), año 789. Hace 1.235 años. Época del gobierno de Carlomagno (768-800), rey de los francos, creador de los condados carolingios catalanes y, posteriormente, emperador (800-814). Carlomagno imaginaba una nueva Europa, inspirada en el viejo y desaparecido Imperio romano, pero construida sobre la nueva realidad germánica y cristiana del estado carolingio. Y su cancillería promulgaría la Admonitio Generalis, una capitular que anunciaba la Renovatio Carolingia; el resurgimiento de la vieja cultura clásica pero mediatizada por la vigorosa tradición germánica. Con el transcurso del tiempo, la Renovatio sería la reforma ideológica, educativa, artística y eclesiástica más importante de la Europa medieval.
La Renovatio
Desde las reformas romanas del siglo IV, que habían convertido el cristianismo en la religión oficial del Imperio de la Loba Capitolina, no se había impulsado ningún proyecto de tanto calado. Muchos elementos de la vieja tradición romana (sobre todo los relacionados con aspectos tan importantes como la liturgia y el calendario) serían declarados obsoletos y quedarían recluidos en el cajón del olvido. La Renovatio era la puesta de largo de la cultura franca. Era la mayoría de edad del proyecto carolingio, iniciado unas décadas antes con Carlos Martel (el abuelo de Carlomagno y el primero que había parado a los árabes en su progresión por el continente europeo). Y la nueva celebración de Sant Esteve se enmarcaba en el contexto de esta renovación.
Carlomagno y la nueva liturgia
Carlomagno vio la red de espacios dedicados al culto cristiano como una gran oportunidad para divulgar la nueva ideología de su régimen. Subordinó a la Iglesia y se sirvió de su potente altavoz, formado por miles de templos, para hacer llegar su mensaje a todos los rincones del Imperio. Eso explica, por ejemplo, un curioso detalle que forma parte de este proyecto: se prohibió la celebración de los oficios religiosos en la lengua latina culta que, a caballo entre los siglos VIII e IX, ya casi nadie entendía; y se decretó la obligación de oficiar en las lenguas vernáculas de cada territorio. La primera mención documentada de la existencia de una lengua propia en la Marca carolingia de Gotia (Languedoc y Catalunya vieja) es con este decreto.
Carlomagno y sus mensajeros
Carlomagno es el fundador de Europa. Pero no solo porque construyó un gran imperio que abarcaría buena parte de la mitad occidental del continente sino, principalmente, porque creó la cultura europea. El primer paso de aquel proyecto sería la mencionada obligación de oficiar en lengua vernácula. El segundo sería la apertura de escuelas en todos los monasterios de sus dominios, no para alfabetizar a la sociedad (aunque albergaba la ambición que, en un futuro no demasiado lejano, todo el mundo podría leer e interpretar la Biblia, naturalmente a conveniencia del poder); sino para formar los difusores de la Renovatio; abnegados y voluntariosos religiosos, que llevarían el mensaje y el contenido de las reformas y las implantarían por todo el Imperio.
Carlomagno y su sociedad
Carlomagno y sus cancilleres entendieron que esta corriente de renovación no calaría en la sociedad si no entraba en todas las casas. Y esta tarea ya no la podían hacer los religiosos. La tenía que asumir la gente, como un hecho natural. Y el poder construye un nuevo imaginario inspirado en los episodios históricos más importantes del cristianismo. Navidad era una fiesta importante del calendario cristiano. Pero con la Renovatio no tan solo se transforma en la más importante del nuevo calendario cristiano, sino que, además, se apropia de y suplanta las viejas tradiciones paganas —que todavía se practicaban— de las reuniones familiares por la conclusión del año agrario (finales de noviembre) y del solsticio de invierno (finales de diciembre); y se superpone a ellas. Era el tercer paso del proyecto.
"Per Nadal cada ovella al seu corral, per Sant Esteve cada ovella a casa seva"
A partir de la Renovatio, la celebración de la Navidad en el Imperio carolingio —y eso quiere decir, también en la Marca de Gotia—, cuna de los condados catalanes medievales— recibió un impulso formidable. Se concentró la movilización de gente, que se desplazaba a los puntos de reunión de aquellos amplios grupos familiares, propios de la arquitectura social medieval. Pero los desplazamientos eran largos, pesados y, en muchas ocasiones, difíciles e inseguros. Por este motivo, el poder oficializó el carácter festivo del día siguiente, festividad de Sant Esteve, porque no se quería recortar los tiempos de reunión; no se quería limitar la difusión de la Renovatio, que era el propósito final de aquella nueva cultura festiva. Y se instituyó la festividad de Sant Esteve como la jornada del retorno.
¿Por qué los catalanes celebramos Sant Esteve y los españoles, no?
El proyecto carolingio Marca Hispánica fracasó estrepitosamente. Quedó limitado a la Marca de Gotia. Y la Renovatio, con la fiesta de Sant Esteve, nunca pasó de los condados carolingios catalanes (siglos VIII en X). Posteriormente, con el proceso expansivo medieval catalán (siglos XIII en XV) se proyectaría hacia las Mallorcas y hacia el País Valencià; pero solo se conserva a nivel local. En cambio, en el resto de dominios cristianos peninsulares (Navarra, con Aragón y Castilla; y Asturias, con Galicia, León y Portugal); que nacieron y crecieron con una ideología propia, singular, periférica y tradicionalista (la restauración de la monarquía visigótica hispánica), la Renovatio carolingia y la fiesta de Sant Esteve no llegaron nunca.
Sant Esteve y el Lunes de Pascua
El caso del Lunes de Pascua es idéntico al de Sant Esteve. Ambos son hijos de la cultura social y festiva impulsada por la Renovatio carolingia. Por el proyecto político de Carlomagno, el padre de Europa y el fundador de los condados catalanes, cunas de la nación catalana medieval, moderna y contemporánea. Pero no de la España atávica que se ha proyectado hasta la actualidad. La celebración del Lunes de Pascua y de Sant Esteve, instituidas por el mismo poder y con el mismo propósito, nos explican que catalanes y españoles no compartimos ni un mismo origen, ni una misma tradición, ni una misma evolución. Ni histórica, ni política, ni social, ni cultural. Y nos recuerdan, cada año desde hace más de un milenio, que somos dos comunidades nacionales diferenciadas.