Que a las figuras de la antigüedad les falte su apéndice nasal no es ni una cuestión de casualidad ni de degradación por el paso del tiempo. La emisora France Culture resuelve este enigma y explica que estas estatuas han sido históricamente dañadas deliberadamente por enemigos políticos y religiosos o ladrones de tumbas.
El arqueólogo y egiptólogo Edward Bleiberg asegura que es muy posible que algunas estatuas egipcias antiguas hayan sido dañadas por los estragos del tiempo, dado que la nariz es un elemento frágil. Sin embargo, añade que "un examen muy atento de algunas estatuas revela rastros de golpes de cincel", unas marcas que aseguran que "un escultor profesional les ha quitado la nariz intencionadamente".
La parte dañada
Durante la antigüedad, las estatuas no eran consideradas sólo como representaciones: eran, a ojos de los pueblos antiguos, una verdadera encarnación espiritual: "Hay razones políticas y religiosas que justifican dañar estatuas", explica Edward Bleiberg. "El objetivo del daño es evitar que la estatua cumpla su función", añade.
En un momento en que los rituales cobraban un papel crucial, la parte dañada coincidía justamente con la parte que tenía una función durante el ritual: "Si el ritual requería que la estatua oliera, viera, escuchara o, incluso, comiera, entonces la nariz, los ojos, las orejas o la boca se destruían para evitar que el ritual funcionara".
Los rituales
"Si se retiraba la mano o el brazo derecho, era porque el espíritu de la estatua aceptaba las ofrendas con la mano o el brazo derecho. Por otra parte, cuando se destruye el brazo o la mano izquierda, es para evitar que el espíritu ofrezca una bendición con su brazo o mano izquierda. Los pies o las piernas se destruyen cuando el espíritu necesita andar hacia la ofrenda para hacer efectivo el ritual. La idea básica es que la parte del cuerpo que se necesita para completar el ritual se destruya para evitar que se haga", explica Bleiberg.
"En Egipto, la mayoría de las narices se rompieron durante el periodo faraónico (en torno del 3000 a.C. al 284 d.C.) o bien al final del periodo antiguo (del 234 al 700 d.C.)", detalla Edward Bleiberg. En la época faraónica, los rituales antiguos todavía se practicaban y el objetivo de las degradaciones era evitar que un individuo o un rey se beneficiara del ritual.
La llegada de los cristianos
No obstante, la destrucción de las estatuas es algo extremamente prohibido. "Hay muchas inscripciones en las tumbas que maldicen a cualquiera que estropee estatuas". De hecho, "la maldición dice que cualquiera que haga eso no heredará de su padre y será admitido al otro mundo. En aquel momento, era un castigo terrible para un egipcio", explica el arqueólogo.
Más adelante, con la llegada de los cristianos, la degradación de estatuas no llegó a su fin. Es más, las autoridades cristianas perdieron la cabeza para impedir la celebración de rituales politeístas: "Los cristianos consideraban a los dioses antiguos como unos demonios que tentaban a los buenos creyentes. A veces, los obispos locales animaron al daño a las antiguas esculturas o edificios politeístas". No fue hasta la época moderna que se conservaron los apéndices nasales de las estatuas.