Cuando hace quinientos treinta años el tipógrafo Nicolau Spindeler imprimió por primera vez el Tirante el Blanco, poco debió pensar que aquella narración de aventuras se convertiría en la novela más importante de la historia de la literatura catalana, pero sobre todo todavía se debió imaginar menos que un siglo y medio más tarde la novela sería protagonista de uno de los capítulos más famosos deQDon Quijote de la Mancha, el libro que con los años se convertiría en una de las obras más importantes de la literatura universal de todos los tiempos. Quien obviamente tampoco nunca supo el larguísimo recorrido en el tiempo del Tirante fue su autor, Joanot Martorell, que murió veinticinco años antes que el 20 de noviembre de 1490 el hombre a quien había empeñado el manuscrito del libro de su vida, Martí Joan de Galba, mandara publicar la obra en Valencia. ¿Por qué Cervantes sentía fascinación por un libro del cual nunca conoció al autor original?
La primera novela caballeresca
"Por su estilo es este el mejor libro del mundo: aquí comen los caballeros, y duermen y mueren en sus camas, y hacen testamento antes de su muerte, con estas cosas de que todos los demás libros deste género carecen", le dice el cura al barbero refiriéndose al Tirante el Blanco cuando en el capítulo VI de Don Quijote de la Mancha deciden quemar toda la biblioteca con los libros que han hecho enloquecer al caballero manchego. Las palabras del cura son indirectamente las de Miguel de Cervantes, que no sólo salva el libro de Martorell -junto con el Amadís de Gaula-, sino que argumenta el porqué: las aventuras de aquel caballero que describe la corte de Inglaterra, el asedio de Rodas o los secretos del imperio bizantino están narradas con una verosimilitud y un realismo cotidiano inexistente hasta entonces en la narrativa de caballerías. Joanot Martorell es el autor que representa una ruptura entre la novela de caballerías y la posterior novela caballeresca, dotando de sentimientos, preocupaciones y defectos cien por ciento humanos a personajes que, hasta entonces y en la narrativa anterior al Tirante, presentaban características más propias de lo que hoy conocemos como superhéroes de ciencia-ficción.
El problema, sin embargo, es que Cervantes -como tampoco Ariosto, Shakespeare o ninguno otro de los grandes escritores que leen las aventuras del Tirante traducidas al inglés, el francés y el italiano en el sXVI- nunca llegó a saber que el autor de aquella obra primordial y transformadora era un caballero nacido en Valencia que murió después de haberse vendido aquella novela para saldar unas deudas. La primera edición en castellano la imprime y publica Diego de Gumiel el año 1511 en Valladolid, pero sin mencionar el nombre de ningún autor y titulando la obra Los cinco libros del esforzado e invencible caballero Tirante el Blanco. Es por eso que Cervantes, en el capítulo VI de la primera parte de El Quijote, habla del libro sin referirse a ningún autor en concreto en un fragmento que ha levantado históricamente polvareda entre los cervantistas, llegando a tildarlo del capítulo "más oscuro" de todo el libro. ¿Por qué motivo? Pues porque después de que el cura Pero Pérez afirme que el Tirante el Blanco es el mejor libro del mundo, también dice que "con todo eso, os digo que merecía el que le compuso, pues no hizo tantas necedades de industria, que le echaran a galeras por todos los días de su vida. Llevadle a casa y leedle, y veréis que es verdad cuanto dél os he dicho."
La vitalidad de un cadáver
En su Letra de batalla por Tirant lo Blanc escrita el año 1969, Mario Vargas Llosa enaltecía el Tirante como un cadáver literario de una vitalidad abrumadora aunque sólo pareciera interesar a catedráticos y ratas de biblioteca en busca de la enésima discusión, pero sin duda si algún cadáver disfruta de una vitalidad eterna es el de Joanot Martorell, el hombre que murió refiriéndose al Tirante el Blanco como la obra que "per mi sols sia estada ventilada" y que, por suerte, nunca tuvo que ver con sus ojos que Martí Joan de Galba la ventilaría tanto que se acabaría apropiando de buena parte del manuscrito hasta el punto de afirmar haber escrito los últimos capítulos, que algunos otros afirmarían que el libro lo había acabado Joan Roís de Corella -escritor y vecino de Joanot Martorell en la actual plaza Rodrigo Botet de Valencia- y, por si no fuera suficiente, que siglos más tarde los estudiosos de El Quijote se pelearían sobre si Cervantes habría querido enviar a galeras el autor del libro que, sin embargo, elogia con determinación dentro el mismo párrafo. La polémica hace años que está servida y hay opiniones por todos los gustos, desde los que afirman que Cervantes se refiere al impresor cuando habla de "que le compuso" a los que, como Martí de Riquer, afirman que las galeras de las cuales habla no son las navales, sino la tabla que servía para formar las galeradas de una impresión. No hace falta decir que, por coherencia con el fragmento, parece bastante lógico afirmar que aquello que el cura Pérez le está diciendo al barbero es que uno de los dos únicos libros de la biblioteca de Don Alonso Quijano que no quemará tendría que haber tenido tantas impresiones como días tiene el año.
Sea como sea, 530 años después de la primera impresión del Tirante el Blanco, la obra que ha propiciado que centenares de animales de compañía de los Países Catalanes se llamen Carmesina todavía esconde mil secretos y polémicas para escrutar, pero hay como mínimo dos certezas indiscutibles sobre ella: la primera, que aunque Miguel de Cervantes no llegara a saber nunca que el escritor que se escondía detrás de aquel libro se llamaba Joanot Martorell, por los siglos de los siglos quedará escrito que el autor más universal de las letras hispánicas consideró que la novela de un valenciano era el mejor libro del mundo. Y la segunda, que aquel argumento al cual todos en algún momento hemos recurrido para evitar entrar dentro del Tirante afirmando que "el catalán antiguo es difícil de leer" ya no es una excusa, ya que Màrius Serra se ha propuesto este año aumentar la vitalidad del cadáver reescribiéndolo en catalán actual y moderno, acercando la novela a todo el mundo que en un libro busca aquello que pasa en el libro de Joanot Martorell: la historia y las aventuras de un caballero tan valiente que lucha por aquello en que cree y ama encarnizadamente aquello que quiere proteger, pero que sin embargo es tan frágil que muere de una pulmonía después de haberse enfriado. De un hombre de carne y hueso, en resumidas cuentas, que aprecia -y odia- su trabajo, disfruta -y sufre- cuando|cuándo se enamora o llora -y ríe- delante de aquello que siente. En definitiva, alguien como nosotros.