Lleida, 24 de octubre de 1149. Hace 864 años. Las huestes de Ramón Berenguer IV, conde independiente de Barcelona; de Ermengol VI, conde independiente de Urgell; y de las órdenes militares del Temple y del Hospital; entraban en la ciudad y ponían fin a 435 años de dominación islámica. La conquista de la Lárida andalusí significó la recuperación de la capital y la restauración de la unidad de la vieja Ilergecia norte-ibérica; el territorio formado por los valles de los ríos Segre, Noguera Pallaresa y Ribagorzana, Cinca, Ésera y Alcanadre. Pero la dominación árabe (siglos VIII-XII) no había sido en balde: había provocado el surgimiento de dos focos de resistencia —dos proyectos restauradores— radicalmente diferenciados: el catalán —de fábrica carolingia— y el aragonés —de fábrica euskárica—, que confrontarían sobre aquella vieja unidad física y cultural de la antigüedad.
El sustrato cultural de la Franja
Inicialmente (siglos VIII-X), el territorio al que actualmente llamamos Franja ocupaba menos de la cuarta parte de lo que acabaría siendo. En aquella época iniciática quedaba limitada a la zona de contacto entre el condado de Pallars (en el este) y el condado de Sobrarbe (en el oeste). El Pallars gravitaba en la órbita de Barcelona, y el Sobrarbe en la de Aragón, y en el medio, el condado de Ribagorza, que se gobernaba con los usos y costumbres catalanas, pero que bascularía hacia la influencia política de Jaca. No obstante, en esta Franja iniciática no existe la complejidad cultural que surgirá a medida que avance hacia el sur. A finales del año 1000, la lengua popular de aquellas sociedades no es el catalán, ni el aragonés, sino el protoeuskera, la lengua ancestral del territorio que ha resistido la latinización de las épocas romana y visigótica (siglos II a.C.-VIII d.C.).
La división de la Franja
A medida que catalanes y aragoneses progresaban hacia el sur (hacia el valle del Ebro), la composición sociológica y cultural de la vieja Ilergecia se fue complicando. Después de varios intentos, los aragoneses ocupaban y repoblaban Benabarre (1062), Graus (1083), Barbastro (1101) y Monzón (1141), y consolidaban el dominio sobre los valles medios del Cinca y del Ésera. Y los catalanes, también después de varios intentos, ocupaban Balaguer (1105), Tamarite (1149), Fraga (1149), Mequinenza (1149) y Lleida (1149) y consolidaban el dominio sobre los valles bajos del Segre y del Cinca. La conquista cristiana impulsó un fenómeno migratorio importante desde la zona matriz, de habla protoeuskárica, trasladados para reemplazar a la población musulmana expulsada. Pero, en este movimiento, la lengua protoeuskárica no arraiga con la colonización.
Alfons-Ramon y la primera línea divisoria
Los aragoneses siempre habían ambicionado salir al mar a través del Ebro. Y siempre habían codiciado el dominio de las plazas que marcaban el camino de esta expansión: Lárida i Turtuixa (Lleida y Tortosa andalusíes). Pero la gran crisis aragonesa que estalló al abrir el testamento de Alfonso el Batallador (1134) impediría culminar este proyecto. Los catalanes se adelantaron: conquistaron los valles bajos del Segre y del Ebro e incluso saltaron el Cinca y el Matarraña. Poco después (1162), Alfons-Ramon, hijo y heredero de Ramon Berenguer IV de Barcelona y de Petronila de Aragón, fijó la línea divisoria entre Catalunya y Aragón en el Cinca y en el Matarraña. Alcañiz, Caspe y Monzón quedaban para Aragón, pero Tamarite, Fraga y Maella, para Barcelona. Eso podría explicar por qué el valle del Matarraña es catalanohablante.
Pueblos aragoneses de habla catalana
Pero esta explicación pierde consistencia cuando conocemos los trabajos de campo modernos que dibujan la evolución histórica de la raya lingüística. En el año 1906, el filólogo vascofrancés Jean Joseph Saroihandy, profesor del Collège de France, revelaba que hasta la Guerra de Separación de Catalunya (1640-1652/59), el catalán había sido la lengua de Roda de Isábena, Campo, Benabarre y Monzón. Y que lo había sido hasta después de las devastadoras campañas de aquel conflicto, que habían hecho necesaria una repoblación moderna con efectivos procedentes del Vielho Aragon. Y constataba que en aquel momento (1906), el catalán todavía se conservaba con vigor en Graus y en Fonz. Saroihandy destacaba que en todas estas plazas, a diferencia de Tamarite, Fraga, Maella o Valderrobres, la empresa colonizadora medieval había sido aragonesa.
El catalán, "lengua cristiana"
Entonces la pregunta es: ¿por qué razón, tanto en las plazas de repoblación aragonesa como en las de repoblación catalana, se impuso el catalán? Este interrogante ha generado debates muy interesantes que, durante décadas, han mantenido la comunidad académica en suspense. Los profesores Nadal y Prats, de la Universidad de Girona y autores de Història de la Llengua Catalana, explican que el catalán se convirtió en la lengua de la Franja porque, inicialmente, había sido la lengua de evangelización de aquellas sociedades (fenómeno tardío de los siglos IX-XI) y porque, posteriormente, el mismo aparato eclesiástico le asignaría la naturaleza de "lengua cristiana", en contraposición al protoeuskera ancestral, considerado una lengua pagana a extinguir, o los dialectos andalusíes del territorio, considerados la lengua de los musulmanes.
¿Por qué el catalán?
Esta tarea, instrumentada a partir de la evangelización de aquellas sociedades, tanto las de los territorios matriz como las de las nuevas tierras de colonización, se articularía y se dirigiría desde Lleida, sede diocesana de la vieja Ilergecia desde la antigüedad (entre los siglos V y VIII) y desde la incorporación del territorio al mundo cristiano (a partir de 1149). De nuevo, los profesores Nadal y Prats, explican que, a partir de 1149, la lengua que se extendió por la Franja —territorio que había quedado a caballo entre Catalunya y Aragón— fue, exclusivamente, el catalán; porque Lleida, foco de irradiación, era catalana, y no aragonesa. Porque el proceso de conquista y ocupación de los valles bajos del Segre y del Ebro (1105-1149) había sido obra del poder condal independiente catalán, y no del poder real aragonés.