“Si un dia he de tornar no espereu res de mi / potser torni a començar demà quan sigui lluny d’aquí”. Laura Jou cree que es la frase de Sau que más define a Carles Sabater, la que podría ser su epitafio, "y así hacer un poco de justicia a este niño que siempre quería quedar bien, que tenía que quedar bien y que tenía que ser perfecto", dice quién fue su pareja durante diez años. También este estribillo de la canción Si un dia he de tornar fue la elegida por Gerard Quintana para cantar en el homenaje al vocalista, aunque la industria, la prensa y su propia juventud les había enemistado como rivales del rock catalán. "Con aquel punto de empatía y de sentir que podría ser yo, sentir aquel paralelismo tan bestia, todo me llevó a esta canción", añade el líder de Sopa de Cabra. Lo explican en Carles Sabater: No espereu res de mi, el documental que pone el foco en la intimidad de un icono de país que se convirtió en leyenda demasiado joven, cinta que se estrenó en el In-Edit y que hoy se podrá ver en el Sense Ficció de 3Cat.
Cuando hablamos de Carles Sabater, a la mayoría nos viene su imagen encima del escenario, con la camisa empapada de sudor y los rizos enganchados en la cara, moviéndose frenéticamente por el espacio con aquel carisma de frontman total. Cuando murió hace 25 años después de aquel concierto en Vilafranca del Penedès nadie se imaginaba que los mitos también lloran, ni que en la oscuridad del backstage su realidad era menos espectacular y bastante más desesperada. Lo cierto es que el líder de Sau convivía con la presión absoluta de tener que cumplir con todo y gustar a todo el mundo. La comprobación de esta cruel dualidad es lo más angustiante del documental dirigido por Jordi Call: dejas de ver al personaje para sobreanalizar a la persona y querer interactuar con ella. Se pasean mensajes íntimos registrados en buzones de voz, grabaciones caseras en unas vacaciones cualquiera, problemas de pareja. Y ahora estamos acostumbrados a que las estrellas mercadeen con su privacidad, pero hace unos años no se contemplaba que los ídolos se rompieran. Y mucho menos los hombres.
Sabater fue la primera estrella de rock catalán y su popularidad supuso todo un reto para la sociedad, con un fenómeno de fans nunca visto hasta el momento. El documental pasa de puntillas en esto pero se centra en la voz interior de un hombre que hizo lo que pudo para encarar una situación desconocida, y compaginarla con lo que a él realmente lo llenaba: ser actor. "Yo no paseo. Me gusta mucho pasear pero me he acostumbrado a no hacerlo porque tu intimidad se ve alterada; he dejado de hacer muchas cosas que hacía antes y eso me ha quemado y me ha hecho sentir muy vacío. Estaba rodeado de gente pero hubo un momento que me sentía más solo que nunca", confesaba el mismo Sabater en una de sus últimas entrevistas televisadas. Allí fue cuando algunos amigos se dieron cuenta que no había sabido gestionar bien la fama. Otros, también su pareja, dicen que hacía tiempo que veían que alguna cosa no iba bien. Que él no estaba bien. Y visto con la perspectiva de los años, esta confesión pone los pelos de punta y todavía da más rabia, más pena.
Hay que hablar de su vida para poder entender su muerte
Por todo eso, y en parte, No espereu res de mi ha entendido que hay que hablar de su vida para poder entender su muerte. Para saber de verdad por qué murió. No solo es un retrato necesario para hacer justicia a todo lo que fue Carles Sabater, a sus debilidades, su fragilidad y su talento, sino un reclamo contra las altas expectativas en universos concretos. O contra la necesidad constante de validación externa —que, por cierto, el individualismo de las redes sociales no deja de potenciar—. O a favor de una masculinidad que pueda comunicarse y pedir ayuda antes de que sea demasiado tarde. "Yo creo que murió porque no podía más y el destino escogió por él; sobre todo teniendo en cuenta esta segunda mirada a la autopsia, está clarísimo que necesitaba parar y quitarse preocupaciones de encima, y no podía hacerlo", explica a cámara Laura Jou. También lo subraya Josep Sabater, el hermano del cantante. "Murió por no saber decir que no".
Y es que, en contra de lo que ha quedado estampado en el imaginario colectivo, Sabater no murió de una sobredosis, sino de un infarto. Había coqueteado con la cocaína en alguna ocasión, explica su entorno más firme, pero ni fue la causa de su muerte ni era una persona adicta a las drogas. "Tenía el corazón roto porque llevaba tres años de estrés crónico. Eso, mezclado con esfuerzos extraordinarios y la ayuda de estimulantes puntuales, generó un cóctel letal", puntualizaba el periodista Pep Blay a este diario, después de la publicación hace unos meses de Cor trencat. Mort i vida de Carles Sabater (Folch&Folch). El ejemplo más injusto de cómo la necesidad de seducir al mundo acabó pasándole por el encima a un tipo que, como él mismo decía, encontraba la felicidad en la simplicidad de abrir los ojos cada mañana.