En catalán escribimos despatx 'despacho', donde, al final, hay tx, que suena como el castellano ch. Pero también escribimos maig 'mayo', con ig al final, que suena igual que tx. ¿A qué se debe esta dualidad gráfica? Aparentemente parece innecesaria, pero tiene una explicación. Si tomamos el nombre despatx o también el nombre esquitx 'salpicadura', y alargamos dichas palabras (con terminaciones verbales o de plural, o con un sufijo), tenemos que tx suena igual: despatxar, despatxos, despatxet, esquitxos, esquitxum, esquitxar. En cambio, ante el nombre puig 'monte' tenemos el verbo pujar 'subir', donde la J sona igual que en francés o inglés; también existe la palabra pujol 'colina'. Y así tantos otros: el nombre raig 'rayo' y 'chorro' y el verbo rajar 'manar', el nombre sondeig 'sondeo' y el plural sondejos, el nombre mareig 'mareo' y el verbo marejar, etcétera. Incluso formas verbales como yo veig (del verbo veure 'ver') o jo vaig (del verbo anar 'ir') participan de esto: vejam 'veamos', que tu vegis o veges una cosa, que ell vagi o vaja a un lloc, etcétera. Esta diferencia de pronunciación justifica que usemos dos sistemas gráficos para cosas que, si no hay terminaciones ni sufijos, suenan iguales.
Un caso especial es el pueblo de Urtx, en la Cerdanya (adscrito al término de Fontanals). Se escribe así, pero a la edad mediana se escribía Urg. Aquí, la g final sonaba precisamente "tx". La prueba la tenemos en la ciudad llamada actualmente la Seu d'Urgell (antiguamente denominada Urgell y basta, puesto que aparece documentada en latín como Orgellia: no en balde el obispado se llama tan solo obispado de Urgell). Al inicio, los condados medievales de Urgell y Cerdaña estaban bajo el control de un solo conde (pero pronto se separaron). Podría ser que Urgell fuera un nombre de lugar creado (con el sufijo diminutivo latín -ell) a partir del pueblo Urg, talmente como las ciudades de Barcelona y Vilanova i la Geltrú tienen barrios denominados la Barceloneta y Vilanoveta. Si embargo, hoy en día, para el pueblo de la Cerdanya se escribe Urtx. La razón es que, así, se asegura que la gente lo pronuncia bien. En efecto, existió un personaje medieval relevante, Pere d'Urtx, obispo de Urgell, muy importante para la historia de Andorra (fue artífice del primer pareatge); algunos andorranos todavía escriben Pere d'Urg y entonces lo pronuncian, erróneamente, "urk" (!).
Una T que desaparece y aparece
¿Y mont? Significa 'monte' y, a pesar de que no se usa mucho, aparece en nombres como Montserrat, Montsant, Montseny o Montsec. Si miramos palabras como pont 'puente' y también salt 'salto', en Cataluña, Andorra y la zona catalanohablante de Aragón eso se pronuncia sin T final. En cambio, en la mayor parte del País Valenciano y en las Baleares la T final sí que suena. Esto solo ya justifica escribir la T final. Pero es que, además, allá donde no dicen la T final, si la palabra se alarga (con terminaciones verbales, con sufijos, etcétera), la T sí que suena: pontet 'puentecito', saltar. Por lo tanto, con mont (y su variante munt) ocurre lo mismo: se dice muntar (a caballo, por ejemplo). En resumen, la ortografía debe tener en cuenta pronunciaciones no visibles a primera vista.