Valentina Tereshkova quería ser maquinista de pequeña. Las cosas no fueron como se esperaba y acabó comandando un vehículo espacial. El 16 de junio de 1963, la cosmonauta soviética se convirtió en la primera mujer que viajaba al espacio exterior. La nave que la llevó a ver la tierra desde lejos fue la nave Vostok 6 e hizo cuarenta y ocho vueltas a la Tierra en un viaje que duró setenta horas. Un viaje corto pero intenso. Precisamente esta es la historia que recoge Cristina Serret con ilustraciones de Eleonor is Drawing a La primera astronauta. Valentina Tereixkova i la conquesta de l'espai (Petit Sàpiens, 2021). Desde aquel momento ha llovido un poco, pero Valentina sigue siendo la única mujer que ha ido al espacio en solitario.
Conseguirlo no fue fácil. El libro, que pretende abrir un mundo de posibilidades a los más pequeños y recordar a los mayores que no todo son hombres referentes, explica las peripecias a las cuales se tuvo que afrontar para salir adelante (y no únicamente). Valentina tuvo que participar en una pila de pruebas y demostrar que era la mejor. Fue escogida entre más de cuatrocientas aspirantes. Además, durante la misión la empezaron a conocer con el nombre de Chaika, que quiere decir 'gaviota' en ruso. Todo en medio de la guerra fría, unos conceptos que no son nada fáciles de explicar a los más pequeños. El libro, sin embargo, no va de guerras, pero sí que deja el contexto de entonces entre los Estados Unidos y Rusia –Unión Soviética en aquel momento– bien claro: enseñar los dientes y no utilizarlos mucho.
A través de un recorrido por el sistema solar, para situar en el lector, los ojos de los pequeños pueden hacerse una idea de cómo es de mayor el universo y cómo somos de pequeños nosotros. Además, también se acuerda de que hay dos clases de planetas, los que están más cerca del sol y los que están más lejos, entre otras curiosidades y detalles. Pero centrémonos con Tereshkova.
Una carrera de obstáculos
La autora resalta que la mirada de Valentina era firme y que poca gente se atrevía a llevarle la contraria, según parece. Sin embargo, de bien pequeña ya se pasaba el día mirando el cielo. Tenía la necesidad de elevarse y volar. Y con la intención de cumplir sueños –u objetivos– se apuntó a un curso de salto en paracaídas y en poco tiempo se convirtió en una experta. Un hecho que la ayudó a ser escogida como aspirante a cosmonauta –aunque tampoco se tiene que olvidar que su paso por el Partido Comunista podría haberla ayudado un poco–.
Tereshkova fue la primera mujer a pasear por el espacio, pero el año 1961 lo había hecho Yuri Gagarin, también de la URSS, en una nave similar a la de Valentina, como mínimo, con respecto al nombre: Vostok 1. Las ilustraciones de Eleonor is Drawing son ideales para imaginarse cómo era vivir en el espacio durante días y cómo se lo hacían para elevarse y volver a la tierra.
"Aquí Gaviota, aquí Gaviota. Veo una línea azul al horizonte: es la Tierra. ¡Es preciosa! Todo funciona correctamente". Un día te vas a dormir y al día siguiente comunicas estas palabras desde el espacio exterior. Los nervios que debería pasar Valentina se explican perfectamente en el libro, como también los detalles de la nave y qué observaba. De hecho, los más cotillas disfrutarán de las pequeñas píldoras destacadas que regala la autora a las páginas. Cinco meses después de volver del espacio, Valentina se casó con otro astronauta, Adriyan Nikolayev. Y un año más tarde nació su hija Elena. Mientras tanto, sin embargo, después de las misiones de la URSS, los americanos no querían quedarse atrás y aceleraron fuerte para atraparlos. Tras de unos intentos no demasiado acertados por parte de los dos bloques, donde ambos sufrieron pérdidas, el año 1969 Neil Armstrong pisó la Luna. ¿Más nervios y más competencia? Valentina siguió los acontecimientos por la televisión, como unos 530 millones de personas más.
Tereshkova abrió camino y demostró que el espacio no es cosa de hombres. Después de ella ha habido el Svetlana Savítskaya (URSS), Sally Ride (EE.UU.), Yelena Kondakova (Rusia) y Liu Yang (China).
¿Qué se come en el espacio?
La vida en el espacio es un poco diferente de la vida a la Tierra. Y el libro, aparte de explicar la historia de Tereshkova, detalla un poco la historia en el espacio y acaba con la pregunta estrella de estos últimos meses: si hay o no vida en Marte. Un misterio que todavía no se ha podido constatar. Sin embargo, vamos por partes. ¿Qué se come en una estación espacial? Pues en un desplegable en las páginas centrales se puede ver más a fondo en qué consisten los vestidos que llevan los astronautas para pasearse por el espacio (y, oh sorpresa, no parecen muy ligeros).
Los astronautas duermen de pie porque como hay microgravedad no pueden caer. Lo hacen en unos compartimentos especiales, dedicados al reposo de los tripulantes de la nave y también pueden escuchar música o simplemente relajarse. El libro también resalta que las comidas son diferentes. Si bien ahora nos hemos acostumbrado (más) a lavarnos las manos sin agua por la covid, allí es el pan de cada día. La comida, tal como detallan, no es especialmente diferente. No te puedes escapar ni de las legumbres, ni del pescado. Eso sí, los alimentos todos deshidratados. Para devorarlos, hay que añadir agua. Y una última curiosidad, hay alimentos como el pan que están prohibidos porque al tener tantas migas, podrían obstruir conductos. Hemos dicho última, pero no lo es. El libro está repleto de curiosidades y anécdotas que enganchan de la primera página a la última. Una delicia para disfrutar (y para seguir soñando).