Con sus consuetudinarios pistoleros, buscadores de oro enfebrecidos, tahúres fulleros, bailarinas de saloon, predicadores viciosetes, bebedores de zarzaparrilla, guías mestizos, caballos de dudosa pura raza y matojos rodantes que atraviesan las polvorientas calles, Desiert Hole es el típico pueblo del viejo Oeste. ¿Pero quién dice que bajo la jurisdicción de la shérifa MaryJane FreeFeets (la lujuriosa autoridad local, una alguacil de buen ver aficionada al body sushi) no puedan tener cabida otros personajes menos convencionales? Allí también viven entierramuertos psicodélicos que venden drogas y se cayeron en la marmita del LSD, deidades sandungueras venidas del inframundo, raelianos a la espera de los ovnis, cowboys deconstruidos vestidos como Dolly Parton y repartidoras de correos que, siempre con sus amigas, viven en estado continuo de resaca catedralicia. Además, en Desiert Hole, pese a ser un pueblo anclado en el siglo XIX, durante la expansión de la frontera americana, pueden hacerse cosas como salir de fiesta por la texana ruta del bakalao, pagar las pirulas por Bizum y después pasar la resaca tirado en el sofá y pidiendo un "Caldo Restaurador de Joe El Nativo Sabroso" a domicilio. Pero si todo esto les parecen elementos, digamos, poco habituales en un western, agárrense fuerte, porque la cosa no se pondrá rara de veras hasta propagarse una suerte de Baile de San Vito, desgracia festiva que traerá de la mano la gentrificación del pueblo, el turismo magalufesco y el capitalismo más desaforado… Y cuando todo parezca no poder ir a peor, aún aparecerá Bod Dylan con su infame disco de villancicos.

Ane Guerra durante la presentación en Barcelona de La maldición del Sandungo

Presentada el pasado martes en la librería +Bernat, La maldición del Sandungo (Proyecto Estefanía, 2024), de Ane Guerra, periodista y escritora vasca afincada en Barcelona, es la más atípica de las típicas novelas western, y sin duda la más descojonante. Un homenaje a aquella literatura de quiosco —hoy tan denostada—, que se forjó en nuestra ciudad con editoriales como Bruguera, hecha por y para el pueblo por menesterosos escritores —a menudo represaliados por el régimen— como Curtis Garland (Juan Gallardo Muñoz), Francisco González Ledesma, Josep Mallorquí o Marcial Lafuente Estefanía. Y es precisamente a este último a quien la editorial valenciana Proyecto Estefanía quiere celebrar a través de su apellido.

Quisimos trufar las novelas de personajes ováricos para contrarrestar la casposidad machirula de los westerns de los años 70s

“El germen de la editorial nace en 2020, en una parrillada con varios escritores y escritoras de la ‘movida valenciana’ actual (Mr Perfumme, Alberto Torres Blandina, Luci Romero, Kike Parra, Néstor Mir…)”, dice Heme Brazo, el editor de esta colección de genuinos bolsilibros. “Allí nos lamentamos de que se hubieran dejado de hacer los típicos westerns quiosqueros, con lo que molaban. Fue así que Néstor Mir y Luci Romero decidieron hacer un fanzine que emulara las novelitas de Marcial Lafuente Estefanía. En la impresión de esta publicación participó Ediciones Contrabando, la editorial donde trabajo. Después Néstor y Luci tuvieron que dejar el proyecto, y yo cogí las riendas del caballo (nunca mejor dicho) a partir del segundo número y hasta ahora. La editorial actualmente cuenta con cuatro colecciones: Desiert Hole (western), Hunted Prey (noir), Ether Odissey (Si-Fi) y Bizarro (sui gereneris). Respecto a Desiert Hole, la idea era hacer una novela por entregas, homenajeando la literatura de quiosco, pero en clave actual. Cada número está escrito por escritores y escritoras diferentes, a quienes les invitamos a ‘jugar’ con los personajes y el escenario propuesto, pero imprimiendo su sello personal. Las novelas no son consecutivas, y pueden leerse en cualquier orden porque son autoconclusivas. También quisimos trufarlas de personajes ováricos para contrarrestar la casposidad machirula de los westerns de los años 70s. Un dato curioso: fuimos la primera editorial en acuñar la palabra ‘shérifa’.”

Portada del nuevo 'bolsilibro' de la colección: Alta literatura de quiosco / Foto: Proyecto Estefania.

Es esperpéntico. Barcelona se parece cada vez más al lejano Oeste, hay un montón de gente haciendo lo que le da la gana, y lo peor es que lo hacen amparados por la ley

El Llanero Solitario tatuado

“Mi fascinación por el Oeste empieza desde muy pequeña, por influencia de mi padre, que es muy fan del cine del género”, me cuenta ahora Ane Guerra, la autora de este cuento hilarante. “Y también, sobre todo de pequeño, él era fan de Marcial Lafuente Estefanía. Las poquísimas novelas que llegaban a Telleriarte, su pueblo, que es básicamente el culo del mundo, en la Euskadi profunda, eran estas. Creo que, el hecho de recibir aquello como una especie de joya, se quedó grabado en su cabeza de tal manera que me lo traspasó a mí. Me fascina el Oeste porque tiene un nexo con lo desconocido, con la naturaleza como una protagonista más del relato, sumada a esa visión nostálgica de todo que me llama muchísimo. De hecho, llevo a El Llanero Solitario tatuado, e incluso la estética y la música me gustan muchísimo. Obviamente, siempre cancelando el tema horrible y racista de los 'indios'.”

La maldición del Sandungo es una novela breve y frenética que se lee a ritmo de reguetón, de sardana enloquecida (si es que eso existe), de zapateao flamenco y de pogo hardcore

La maldición del Sandungo es una novela breve y frenética que se lee a ritmo de reguetón, de sardana enloquecida (si es que eso existe), de zapateao flamenco y de pogo hardcore. Prácticamente no aparecen personajes masculinos, y si salen son fluidos, están pirados o se han quedado en la parra. Es un canto a la amistad entre chicas y a la conexión paranormal entre amiguis forjada a base de fiestas, cuidados y resacas. También es una crítica nada velada a la turistificación y la transformación de las ciudades en parques temáticos y lugares de ocio acotado. “La verdad es que no tenía una intención clara”, sigue Ane. “Imagino que me salió este tema porque, como habitante de Barcelona, me toca de cerca. Me pareció interesante plantear esta duda final en el personaje que encarna la gentrificación, que tiene este discurso de ‘yo solo le doy a la gente lo que quiere’. Y aquí está el gran problema: en hacer negocio sin preservar las ciudades, los vecinos y las vecinas, los comercios… Todo esto que encarece los barrios y acaba con las redes de cuidados, y donde todo radica entorno a un tejido macroeconómico que parece no hartarse nunca de fagocitar todo lo que le rodea. Me pareció interesante hacerlo desde el entretenimiento y tratarlo de una forma muy obvia (la metáfora no es nada sutil). Se retrata de manera esperpéntica, pero es que realmente lo es: solo hay que caminar por las Ramblas y ver las camisetas de Pablo Escobar y I  DILF o I BLOWJOBS… Es esperpéntico. Barcelona se parece cada vez más al salvaje Oeste, hay un montón de gente haciendo lo que le da la gana, y lo peor es que lo hacen amparados por la ley.”

Alta literatura de quiosco / Foto: Proyecto Estefanía

¿Y si los viejos librillos de quiosco, convenientemente puestos al día, mantienen la capacidad para entretener, señalar con el dedo y partirte el ojete de risa, por qué está hoy tan olvidada? "La literatura de género siempre ha sido considerada como de segunda, es sabido: la fantástica, de ciencia ficción, la del oeste, la romántica... Solo hay que fijarse en que en las listas de ventas la literatura amorosa no aparece reflejada, si no Megan Maxwell sería superventas; más que Pérez-Reverte, por supuesto. Yo no lo entiendo, sigue siendo una forma de explicar historias tan legítima como escribir novela histórica, novelas al uso o ese término que normalmente se asocia a las mujeres, la 'autoficción'. Este es otro melón, porque parece que si hacemos una cosa basada en nosotras también es un poco de segunda. Pero iniciativas como el Festival 42 (Festival de géneros fantásticos de Barcelona) están haciendo una gran labor para cambiar todo eso, y hay autoras como Laura Fernández haciendo cosas interesantísimas. A las mujeres, la literatura de género se nos ha hecho doblemente complicada. Autoras como Ursula K. Le Guin gozan de reconocimiento desde hace muy poco tiempo. La literatura de género escapa del esnobismo, y, como todas las novelas del mundo, su fin es entretener. Más espacio para este tipo de libros, por favor."