La historia de Catalunya ha despertado grandes controversias en los últimos años. Alguna gente sin formación histórica ha asegurado haber hecho grandes descubrimientos en contra de lo que defienden los profesionales de la historia, han asegurado la existencia de grandes conjuras para esconder "la realidad" o han acusado al sistema escolar de "falsificar la historia". Ahora, un grupo de historiadores, capitaneados por Vicent Baydal y Cristian Palomo, han decidido hacer frente a esta "pseudohistoria" y combatir sus teorías con el volumen Pseudohistòria contra Catalunya. De l'espanyolisme a la Nova Història (Eumo Editorial). La gran novedad: agrupan en un mismo volumen críticas a la pseudohistoria nacionalista española y a las tesis del Institut de Nova Història, demostrando que entre ellas se retroalimentan. Y con minuciosidad, metodología, fuentes fiables y espíritu crítico, van desmontando, capítulo a capítulo, algunas de las tesis pseudohistóricas de ambas corrientes, con el fin de demostrar que no tienen ningún fundamento real. Y lo hacen, como se hace la historia, mediante análisis de documentos, comparación de cronologías, contrastación de fuentes; y no mediante tuits, columnas en los diarios o encendidas intervenciones en programas de entretenimiento. Como complemento, un artículo de Cèsar Sànchez analiza el papel que ha jugado internet en el boom de la fake history. Probablemente, el caso catalán no es ninguna excepción. Las redes sociales han sido un magnífico campo para la producción y distribución de pseudohistoria a nivel mundial.
La historia como arma
Los historiadores autores de este libro colectivo se centran en analizar episodios de la historia medieval y moderna que han sido usados por pseudohistoriadores. Por una parte atacan aquellas teorías que intentan negar cualquier nación catalana en la Edad Media, para deducir de ello la inexistencia de cualquier nación catalana en la actualidad. Por otra parte, cuestionan las tesis del Institut de Nova Història, muy aceptadas en algunos círculos del independentismo catalán, que plantean que Catalunya habría sido en la Edad Media y Moderna una gran potencia y que todo este pasado "glorioso" habría sido escondido mediante una gigantesca conspiración. Ambas tesis, antitéticas, se refuerzan mutuamente, y en ambos casos, según los autores, se basan en una terrible mezcla de ignorancia, arrogancia y deshonestidad.
La "falsificación"
"Catalunya no es una nación y nunca lo ha sido". Este es un titular recurrente en la prensa españolista, que a menudo usa argumentos históricos para justificar la afirmación. Desde posiciones nacionalistas españolas se afirma que la defensa de la existencia de la nación catalana respondería sólo a la presión de políticos nacionalistas (en algunos casos argumentan que eso sería una estrategia nueva del soberanismo y en otros se apuntaría la responsabilidad al catalanismo desde el siglo XIX). Los autores de Pseudohistòria contra Catalunya denuncian que hay una historia nacionalista española hegemónica con gran proyección en los medios que continuamente repite consignas sin fundamento que con frecuencia han sido aceptadas como argumentos históricos. Y apuntan que algunos de los conceptos que se repiten continuamente no tienen la más mínima base histórica.
5 temas para desmontar la historia nacionalista española
La primera parte del libro, escrita básicamente por Cristian Palomo (de la UAB), empieza con una reflexión sobre el nacionalismo español (que nunca se define como nacionalista) y su impacto sobre el canon histórico españolista y castellanista. A continuación, Palomo desgrana los grandes mitos de la pseudohistoria españolista. Empieza por la tesis que defiende que Catalunya no existió como entidad política hasta el Tratado de Corbeil, de 1258 (mientras que España existiría desde el tiempo de los visigodos). Denuncia que parte de las teorías están basadas en un mapa moderno, manipulado, y también en un concepto, el de Marca Hispánica, que no responde a ninguna realidad histórica sólida. En tercer lugar, Palomo desmonta de forma minuciosa las teorías según las cuales Catalunya sólo sería un condado de la Corona de Aragón. Posteriormente, Palomo analiza hasta qué punto Catalunya tuvo estructuras de Estado en la Edad Moderna, antes de 1714, para concluir que la monarquía hispánica, hasta el siglo XVIII, fue una entidad muy descentralizada que dotaba de fuertes competencias a las autoridades catalanas. Y, además de criticar las tesis pseudohistóricas, Palomo también cuestiona que el debate histórico pueda determinar la existencia o no de la nación. Esta parte se complementa con un texto del ex conservador del Museo de Lleida, Alberto Velasco, que analiza la teoría de "el expolio" "catalán" de las pinturas del monasterio de Sixena durante la Guerra Civil y la bibliografía actual que se ha generado sobre estos hechos.
¿Historia nueva?
Aunque los autores alegan que ha habido varios discursos pseudohistóricos sobre la Catalunya medieval y moderna, aseguran que ninguno ha estado tan potente como el difundido por el Institut de Nova Història. Los historiadores que participan en este volumen se apresuran, desde desde el principio, a aclarar que esta "Nova Història" no tiene nada que ver con la historiografía catalana que se crea en la academia, aunque los pseudohistoriadores españoles tiendan a confundirlas de forma malintencionada. Los historiadores que colaboran en este volumen critican la visión conspiranoica de la Nova Història, inspirada por Jordi Bilbeny, según la cual el estado español habría hecho una monumental tarea de falsificación histórica, incluso mediante la manipulación y destrucción de documentos que demostrarían el potencial catalán. La Nova Història ha intentado cargar, con absoluta arrogancia, contra los historiadores que discrepan de sus planteamientos, incluso acusándolos de traidores a Catalunya. Pero los historiadores que colaboran en este volumen intentan ponerse manos a la obra analizando algunas de las principales teorías del Institut.
Ni el Cid ni el Quijote eran catalanes
Vicent Baydal se encarga del primer estudio del bloque centrado en el Institut de Nova Història, en que analiza sus métodos y destaca la inconsistencia de sus argumentaciones, fruto del desconocimiento de muchas fuentes y de muchas metodologías, y de la pretensión de otorgarse toda la verdad. Stefano M. Cingolani analiza los estudios de Lluís María Mandado sobre la catalanidad del Cid, demostrando la inconsistencia de sus argumentos. Pero, además, Cingolani realiza una aguda crítica a la tendencia de la Nova Història a asumir como propios los mitos de la historia castellana, castellanizando, de facto, la historia catalana. El mismo Cingolani, con Guillem Fornés y Cristian Palomo, dedica cien páginas a desmontar el mito según el cual Cristóbal Colón era en realidad el barcelonés Joan Colom i Bertran; la avalancha de documentos es abrumadora. Guillerm Fornés, por su parte, se centra en analizar la apropiación del Siglo de Oro castellano por parte de la Nova Història, que asegura que autores como Cervantes eran catalanohablantes y habían escrito originariamente sus obras en catalán. Los autores del Institut, sin ningún conocimiento filológico, basarían sus teorías en las supuestas "catalanadas" de Cervantes. Fornés carga contra la pseudofilología de Bilbeny y sus seguidores y encuentra que muchos documentos castellanos de la época contienen las mismas supuestas "catalanadas" que el texto de Cervantes y que no serían sino formas castellanas hoy en día caídas en desuso. Cierra el bloque un artículo de Xevi Camprubí en que explica el funcionamiento de la censura española de aquellos tiempos, para hacer ver que no habría sido posible la conspiración masiva de destrucción y copia de documentos que argumenta el Institut de Nova Història.
Tristes tiempos
Es triste que los historiadores profesionales tengan que malgastar sus energías y sus recursos en rebatir teorías realizadas por soñadores o por manipuladores profesionales. No tendría que ser necesario recurrir a cañones para eliminar mosquitos. Pero hay mosquitos que han alcanzado dimensiones gigantescas gracias a la propaganda que se les ha hecho desde instituciones, entidades y medios (en realidad, lo que más sorprende es que prácticamente no haya un rechazo organizado de los historiadores españolistas a la potente y omnipresente pseudohistoria españolista). Es obvio que, ante esta situación, los historiadores tienen que situarse de forma valiente en el debate público sobre la historia y no atrincherarse en las aulas universitarias. En este sentido, es absolutamente encomiable que Baydal y Palomo hayan impulsado este proyecto, absolutamente necesario en el magma de confusión que se extiende. Esperemos, ahora, que les den la ocasión de defenderlo, también, en televisiones, instituciones, entidades y otros medios que han animado continuamente a los pseudohistoriadores.