Que los humanos tenemos la capacidad de pensar es un hecho de lo más evidente sin embargo, el resto de animales con quien convivimos, ¿son capaces de comprender qué pasa en su entorno? ¿Tienen la capacidad de razonar o de comunicarse con el resto? Dejamos de lado el egoísmo o el individualismo que nos caracteriza a la especie humana, porque la respuesta es afirmativa, aunque en la mayoría de casos, estos no tienen un cerebro igual de desarrollado que en nuestro caso. De hecho, es conocido y estudiado como los animales poseen sus particulares redes neuronales que les permiten comprender, recibir y manifestar estímulos y mensajes a sus interlocutores, con el fin de hacerse entender.

Pero no nos quedemos aquí y vayamos más allá, porque si un hecho nos ha permitido tener la capacidad de razonar, percibir e interactuar con el entorno pudiendo emocionarnos, llorar, reír o comunicarnos con el resto, es precisamente gracias a uno de los órganos más fascinantes y, a la vez, más desconocidos que nos dota de todos estos elementos que nos permiten ser quienes somos; el cerebro.

No hay un solo cerebro, sino muchos

Retrocedemos en el tiempo y buscamos cuál es el origen de las primeras manifestaciones en cuando al uso del cerebro por parte de la especie humana, cuando el Homo Sapiens pintó las primeras muestras de arte rupestre que fechan de ahora hace 32.000 años, localizadas en el sur de Francia. Sin ser del todo conscientes, aquel Homo Sapiens escribía un capítulo importante de la historia de la humanidad que, con el paso de los años, se le ha reconocido; la existencia de una mente capaz de narrar y la capacidad de querer transmitir un mensaje al futuro. Desde entonces hasta la actualidad, el arte creado de la mano del hombre ha desbordado los límites más impensables, evolucionando con grandes obras que pueden ir desde La Gioconda o Mona Lisa al peculiar Ecce Homo de Cecilia Giménez, que dio la vuelta al mundo con su particular reconstrucción.

El verdadero funcionamiento del cerebro

Con el tiempo y las evoluciones médicas y tecnológicas, científicos e investigadores han podido ir determinando y analizando las diferentes áreas que rodean uno de los órganos más complejas que tenemos los humanos, el cerebro. Se descubre como este tiene dos hemisferios y Camilo Golgo y Santiago Ramón y Cajal, marcan un antes y un después con el descubrimiento de las neuronas, las unidades más pequeñas de la arquitectura de este órgano que nos permiten pensar y ser conscientes de quiénes somos, qué queremos y todos los movimientos y funciones que llevamos a cabo. Un hito que se da en 1888, ganando el premio Nobel en 1906 y convirtiéndose así con el padre de la neurociencia moderna.

Ahora nuestro cerebro es hasta tres veces mayor que el de nuestros antepasados

Pero no sólo la ciencia ha estudiado su estructura. Filósofos y estudiosos de todo el mundo también han trabajado y reflexionado, dando teorías como la de Descartas en el siglo XVII, donde planteaba el dilema de la conciencia al considerar que el cuerpo y el alma, decía, estaban firmados por sustancias diferentes: el cuerpo era una entidad física no pensante y el alma era espiritual, pudiendo existir fuera del propio cuerpo.

 

Ahora, agrupando estos 3 pilares del conocimiento artístico, científico y filosófico, se ha compuesto la exposición Cervell(s), que desde el pasado 27 de julio, habita el segundo piso del Centre de Cultura Contemporània de Barcelona (CCCB). Unas materias que, en su conjunto, conforman y dan lugar a un recorrido apasionante que transitan por la fascinante historia de este órgano.

Los dos grandes avances para la evolución

Una parada importante en este recorrido, es la que hace referencia a la memoria y al lenguaje. Disponer, permite la comunicación, un elemento indispensable hoy día que te permite conectar, aprender, descubrir, indagar y reconocer mundo. Además, si le sumamos la memoria el cóctel es inmejorable, ya que te permite adquirir la experiencia y el conocimiento necesario para seguir creciendo, evolucionar y para no cometer o repetir los errores del pasado. La misma exposición presenta la obra Timeline, de Louise K. Wilson, donde se invita al visitante a anotar los primeros recuerdos que se tienen de pequeños, y colgarlos en la pared clasificada por franjas de edad, dando lugar a un mural compartido donde se pueden leer el resto de experiencias y recuerdos del pasado.

 

Pero estos del CCCB lo han montado muy bien, y tampoco se han olvidado de dedicar un espacio a la inteligencia artificial, que por muy lejos que nos pueda sonar, cada vez tenemos más cerca. De hecho, no hay que ir mucho lejos, aquí en Barcelona mismo encontramos ejemplos, donde algunos restaurantes ya han sustituido a los camareros del papel y el bolígrafo para los robots. ¿Sin embargo, qué mejora ofrecen estos? ¿Tienen memoria o capacidad para pensar, razonar y sentir las necesidades de sus clientes? A través del espacio de otras mentes, se invita a descubrir como a partir de simulaciones que imitan las redes neuronales, se ha podido generar sistemas capaces de jugar a ajedrez, de hablar o de, incluso crear arte. ¿Ahora bien, hasta qué punto se pueden comparar estas mentes artificiales con las reales? ¿Podemos crear auténticas máquinas inteligentes capaces de desarrollar el lenguaje, las emociones o incluso la conciencia? ¿Llegará el día que encontraremos los cerebros conectados a la red? Una serie de cuestiones hoy por hoy sin respuesta, que pueden ver luz muy pronto.

¿Cómo percibe el mundo una hormiga?

Dentro del espacio de la biosfera cognitiva, nos encontramos a diferentes preguntas sobre como el resto de animales no humanos con quien convivimos perciben el mundo que habitamos y sobre cómo actúan aplicando algunos un sistema de inteligencia colectiva. ¿Los gatos sueñan? ¿Los elefantes lloran la muerte de sus parientes? ¿Cómo lo hacen los grupos de pájaros para sincronizar sus movimientos? ¿Cómo se lo hacen los peces para agruparse en bancos y evitar los depredadores? En este lugar, se demuestra cómo la mente de los animales se extiende más allá del cerebro y de su red neuronal. Son un ejemplo los pulpos, donde cada brazo tiene su red de neuronas que actúan independiente controlando el movimiento y su extensión.

Cervell(s) presenta alrededor de trescientas piezas comisariadas por el físico y biólogo Ricard Solé y por Emily Sargent, comisaria de la Wellcome Collection

Cervell(s) plantea el recorrido hasta el próximo 11 de diciembre, para adentrarnos a redescubrir qué sabemos de este órgano central, muy conocido pero, a la vez, mucho desconocido todavía. "Esta (s) indica que aquí no sólo hablamos de la inteligencia humana, sino también del resto de inteligencias; las artificiales y las animales que nos rodean para entender nuestro cerebro y los vínculos y redes de interdependencia de las cuales formamos parte", relata Jordi Costa, ninguna de exposiciones del CCCB. En la misma línea, Judit Carrera, directora del centro que acoge la exposición, apuntaba en la rueda de prensa de la presentación que el cerebro no es un órgano aislado, sino que viene marcado por un entorno sociocultural que lo delimita y lo acondiciona. Un mensaje que transmite la exposición en su conjunto y que pone de relieve la importancia de la cultura en la evolución de este enorme y gran desconocido órgano que tenemos dentro de la cabeza, que nos permite comprender, pensar, amar, sentir y, en definitiva, vivir la vida con total plenitud.