Si una tarda de juliol un borintot es la nueva novela de Pep Puig (Terrasa, 1969), autor de otros títulos como El mar de cap per avall (2021) o el premiado La vida sense Sara Amat (2015), premio Sant Jordi de novela de aquel año. Con esta publicación de L'Altra editorial, encontramos un relato que engancha al lector con una prosa directa, sin florituras, desprovista de dobles tramas. El tema central que ocupa esta historia es la búsqueda de las raíces, la necesidad de entender de dónde venimos y quiénes son nuestros antepasados. En un tiempo donde todo el mundo está obsesionado con plataformas como Myheritage, la novela de Puig es una historia sencilla sobre un adolescente de catorce años que necesita referentes dentro de su familia. Así, un día de verano, encuentra un retrato de su abuelo Valentí asesinado durante el comienzo de la Guerra Civil y empieza a indagar en su vida, hasta entonces casi ignorada.
El tema central que ocupa esta historia es la búsqueda de las raíces, la necesidad de entender de dónde venimos y quiénes son nuestros antepasados
El adolescente regenta durante un verano monótono con su abuela la zapatería familiar y un buen día conoce a un cliente muy especial que le pide un par de zapatos nuevos, porque las que lleva están muy gastadas de tanto andar. Casualmente, este hombre también se llama Valentí, como su abuelo, y fue desertor durante la Guerra. Así empieza una amistad, una fascinación cotidiana, sencilla y podríamos decir que una pequeña trama detectivesca para saber más sobre la historia del nuevo Valentí que ha aparecido en sus vidas. La virtud de estas páginas reside en unas frases directas, un lenguaje que conecta perfectamente con el lector y hace próxima la historia. Las descripciones de los espacios son muy reales y también las reacciones de sus personajes. Pep Puig intenta explicar con pocas palabras y ahorrando sentimentalismos la crudeza de la historia. Además, refleja muy bien el espíritu adolescente del protagonista, hastiado por un verano sin muchas novedades, viviendo con una soledad que solo conocen los adolescentes y la ingenuidad de creer que aquel forastero que ha entrado en la tienda tiene alguna cosa que ver con su abuelo desconocido.
Fantasear con el pasado para sanar el presente
Una de las partes más tiernas son los extractos de las cartas del abuelo Valentí aquellos días de 193... (no se sabe exactamente). Aquí empieza un viaje, un viaje nostálgico al pasado que no revelaremos a las lectoras, pero que tiene magia y que nos deja un sabor de boca a medida que avanza y culmina la novela como los caramelos que te daba tu abuela a escondidas cuando eras pequeña, un regusto de recuerdos de juventud y alegría. Además, Ferran, que así se llama el adolescente, desgrana esta historia con compañía, como si se tratara de un pequeño episodio del Scooby Doo o Strangers Things o un libro de los Cinco o de cualquier aventura veraniega.
Esta es la magia de la literatura, y puede ser también de la juventud, que puede cumplir los sueños de los que ya han perdido la esperanza de sanar las heridas más duras del pasado y hacer de las cicatrices marcas de historias inverosímiles, pero fascinantes
Verdad o no, el final satisface el lector y creo que lo más importante es que parte del fuerte deseo del adolescente para que el pasado fuera diferente y para que la memoria de su abuela, como de tantas que viven y han muerto, descanse en paz o esté más viva, dinámica. Porque eso es la magia de la literatura, y puede ser también de la juventud, que puede cumplir los sueños de los que ya han perdido la esperanza de sanar las heridas más duras del pasado y hacer de las cicatrices marcas de historias inverosímiles, pero fascinantes.