Si hay un ruido, suele haber un verbo para indicar que se produce ese ruido, por ejemplo cuando un perro emite sonidos en catalán tenemos bordar (o boixar, o lladrar, o glapir) 'ladrar'; también están raucar 'croar' cuando lo hace una rana, belar 'balar' cuando lo hace una oveja, grallar 'graznar' cuando lo hace un cuervo o renillar 'relinchar' cuando lo hace un caballo. Pero todo verbo que indica una acción suele tener, paralelamente, un nombre que también designa la acción: véase, por ejemplo, el dúo saltar y salt. Para nombres que expresan ruidos (provenientes de verbos o que permiten crear verbos), el catalán tiene dos sufijos: -ol y -et/it.

El sufijo -ol tiene la gracia que suele juntarse a la imitación del sonido. Por ejemplo, si oímos un gato, cuando nuestro cerebro quiere reproducir ese sonido tiende a coger los sonidos del lenguaje humano, por lo que una persona, cuando quiere imitar a un gato, dice (en catalán): mèèèèu! (que se acerca bastante a lo que ha pronunciado el gato). Pues bien: a mèu, se le puede añadir el sufijo -ol: es así como obtenemos la palabra miol 'maullido, sonido emitido por un gato'. De ahí surge el verbo miolar 'maullar' (o, con una reestructuración de la distribución silábica, maular o miular).

Lo mismo ocurre con el canto de un pájaro: al querer imitarlo, en catalán se suele decir piu-piu (que ya no es tan parecido al sonido real). De ahí sale el verbo piular 'piar' (con la reestructuración silábica más avanzada). El caso más conocido es el verbo xiular (o siular) 'silbar', procedente de xiu!, imitación del silbido.

Una lista de palabras con -ol que muestra la fortaleza de la lengua catalana

Y así una larga lista que evidencia lo vivo que está el catalán: grinyol y grinyolar 'chirrido' y 'chirriar' (cuando las bisagras de una puerta o ventana emiten un sonido agudo; en Ibiza, modificado en grinyalar), ganyolar (en algunas zonas occidentales de Cataluña significa 'ladrar') con el nombre paralelo ganyol; el triplete formado por bruelar, bramular y braolar (y sus nombres bruel y bramul), junto com bramar, para cuando un buey emite un sonido; rinxol 'ronquido' y rinxolar 'roncar'; bagol 'grito fuerte' y bagolar 'gritar fuerte'; las palabras ibicencas xeroel·lar 'charlar' y xerebel·lar 'murmurar'; garrular ('hacer ruidos'); trampolejar ('andar titubeando': se reproduce el sonido de alguien que avanza sin equilibrio); y otros casos como brufolar, gargolar y gronxolar.

 

Podemos añadir udol y udolar 'aullido' y 'aullar' (el sonido de un lobo, a veces los perros también lo hacen) y mormol y mormolar 'murmureo' y 'murmurar': pero los expertos en etimología consideran que esas palabras provienen, respectivamente, del latín ululare y murmurare (este último también dio murmurar en catalán). Otro caso difícil de determinar etimológicamente es brumerol 'abejorro', que también puede ser brumerot, a partir del verbo brumir, sinónimo de brunzir 'zumbar' (que es el sonido que un abejorro cuando vuela): puede haber el sufijo -ol de sonidos o bien el sufijo -ol diminutivo (hoy no usado, pero antiguamente sí, como vemos en rierol 'arroyo' o estanyol 'estanque muy pequeño').

 

Ya se ve cuánta vitalidad tiene el catalán generando nombres y verbos de ruidos. Desgraciadamente, esta fuerza expresiva se esconde en la escuela y se priva a los jóvenes de usar la lengua con viveza. Si se quiere salvar el catalán es necesario transmitir más esta fuerza expresiva. En el artículo siguiente veremos un sufijo nominalizador de verbos para ruidos: -et/it.