Lieja (Principado imperial de Lieja); 12 de noviembre de 1496. Hace 528 años. Se celebraba la boda de Felipe de Habsburgo y Juana de Trastámara, de dieciocho y diecisiete años, respectivamente. Aquellas bodas formaban parte de un ambicioso proyecto político, negociado y pactado por la Monarquía Hispánica y el Sacro Imperio Romanogermánico, que tenía el objetivo inmediato de aislar Francia y obligarla a renunciar a la idea de dominar la península italiana. Y, a medio y largo plazo; crear una estirpe real que tenía que unir los dos dominios y convertirse en la más poderosa del continente: los nuevos Césares de Europa. Pero Felipe y Juana tuvieron una relación convulsa y sus vidas han alimentado un mito con luces y sombras. ¿Quién era, de verdad, Felipe de Habsburgo y por qué y quién lo llamaba "el Hermoso"?
¿De dónde venía "el Hermoso"?
Felipe nació en 1478 en Brujas (condado independiente de Flandes); y era el hijo primogénito de Maximiliano de Habsburgo, archiduque independiente de Austria y emperador electo del Sacro Imperio Romanogermánico (segundo emperador de la estirpe Habsburgo); y de María de Borgoña; duquesa independiente de Borgoña y condesa independiente de Flandes, de Holanda, de Zelanda y de Hainaut. Por tanto, Felipe, estaba llamado a heredar —como mínimo— el conglomerado Austria-Borgoña y, si se cumplían las expectativas, estaba llamado, también, a obtener el favor de los príncipes-electores del Imperio y relevar a su padre como emperador. Dicho esto, queda claro que Felipe era una de las piezas más prometedoras del tablero político europeo de la época; y se entiende el interés de la monarquía hispánica (de su futuro suegro Fernando) por enlazarlo con Juana.
La boda con Juana
Las fuentes de la época describen a Felipe como un joven muy atractivo. Pero, sobre todo, describen su carácter y su conducta. Y lo dibujan como un personaje autocomplacido y presumido (sus manos y sus uñas eran motivo de admiración) y, al mismo tiempo, frívolo y desinhibido (muy en la línea de aquella corte de Bruselas donde se había criado). Por todas estas causas chocó con Juana, que venía de una educación familiar y religiosa y de una corte sobria y austera. Algunos investigadores sostienen que al inicio del matrimonio (los casaron pocas semanas después de conocerse) la joven pareja vivió un idilio. Pero la mayoría de las investigaciones lo ponen en duda; y afirman que mientras Juana se enamoró perdidamente; Felipe y su entorno más inmediato (familia, amigos, consejeros) solo le dispensaron desprecio.
¿Por qué lo llamaban "el Hermoso"?
Juana no estaba llamada a suceder sus padres (los llamados Reyes Católicos); pero la prematura muerte de sus hermanos mayores Juan (1497) e Isabel (1498) y la de su sobrino Miguel de la Paz —hijo de Isabel— (1500), la colocaron en el disparador. En 1501 era confirmada como heredera e iniciaba el viaje a la Península —con Felipe— para recibir el nombramiento. Yendo hacia los dominios hispánicos, atravesando Francia, se detuvieron en el castillo de Blois (en el valle del río Loira) para agasajar al rey Luis XII, el gran rival de los Reyes Católicos. Según las fuentes documentales, el rey francés —ya sea porque quería halagar a sus huéspedes, por socarrón, o porque realmente quedó impresionado con Felipe—, proclamó: "Attendez, mes vassaux, voici un beau Prince" (Observad, vasallos míos, he aquí un bello príncipe).
Las malas relaciones con la suegra
La llegada de Felipe (1501) a la Península fue muy tensa. Isabel no le perdonó la mala vida que había dado a su hija. En Bruselas, Juana había sido víctima de un humillante desprecio y de una perversa soledad (actualmente lo denominamos acoso o bullying) que le habían provocado una fuerte ansiedad. Un problema que se intensificaría a partir del momento en que contrajo una sífilis que le contagió Felipe. Y, cuando llegan a Toledo (1501) Juana ya presentaba síntomas claros de desequilibrio. Sin embargo, se impusieron los intereses de Estado; y ni los estamentos de poder hispánicos ni la misma reina Isabel no pusieron objeciones al nombramiento de Juana... principalmente —y reveladoramente— porque tenía al lado a Felipe, un hombre formado y capacitado para compartir —o, si hacía falta, asumir— la gobernanza de los reinos de su esposa.
Las malas relaciones con el suegro
Tres años más tarde, poco después de la muerte de Isabel la Católica (1504) la pareja volvía a la Península. Felipe y Fernando, yerno y viudo —respectivamente— de la difunta; dieron a Juana por amortizada. Se rodearon de poderosos aliados y se entregaron a una lucha por el poder que no acabaría en una guerra civil por la anchura de una uña. El viudo Fernando recurrió a sus aliados tradicionales (las clases mercantiles catalanovalencianas, y la baja nobleza castellanoleonesa). Y el yerno Felipe solo tuvo que girar la cabeza para encontrar a los enemigos del Católico y de sus aliados (la aristocracia latifundista castellanoandaluza). Cuando las Cortes de Toledo enseñaron la puerta de la calle al Católico, con la cita que quedaría para la historia "viejo catalanote, vuélvete a tu nación", Felipe "el Hermoso" estaba detrás con una sonrisa contenida.
La verdadera medida de Felipe
Cierta historiografía española afirma que Fernando, generosamente, se retiró de la lucha para no teñir de sangre los campos de Castilla. Pero la realidad es otra. Fernando, inteligentemente se retiró de la carrera (Concordias de Salamanca, 1505 y de Villafáfila, 1506) porque a campo abierto —es decir, militarmente— no tenía ninguna posibilidad (el grueso del ejército hispánico estaba a las órdenes directas de las aristocracias castellanoandaluzas). Y porque sabía que Felipe de Habsburgo había sido convertido en la icónica encarnación de todo aquello que las aristocracias castellanoandaluzas detestaban de Fernando y de los catalanovalencianos. La cita "antes alemanes que catalanes" de la contemporánea marquesa de Aguirre, tiene un largo recurrido. Y es, también, durante aquella época (1504-1506) que se generaliza el apelativo "el Hermoso".
"Y que parezca un accidente"
Fernando decidió que Felipe era la pieza a eliminar. Físicamente. De una forma discreta y "que parezca un accidente". En septiembre de 1506, "el Hermoso", convertido en Felipe I de Castilla y de León, se desplazaba a Burgos para despachar temas de Estado. Y se alojaba en la Casa del Cordón. Según la versión oficial, jugó un partido de pelota en un trinquete sombrío y el sudor y la bebida le provocaron una neumonía que, en solo cuatro días, lo conduciría a la muerte. Pero la investigación moderna nos aporta unos datos muy reveladores. La Casa del Cordón era la residencia de Juana de Aragón-Nicolau, hija natural del Católico y que sentía una verdadera admiración por su padre. Y las anotaciones de los médicos que lo atendieron dicen que durante aquellos cuatro días (21 a 25 de septiembre de 1506), "el Hermoso" no paró de vomitar sangre. ¿Neumonía?, ¿Peste?... ¿Envenenamiento?