Burdeos (ducado de Aquitania), 18 de mayo de 1152. Hace 871 años. Leonor de Aquitania (30 años) hacía efectivo el matrimonio con el candidato que ella, personalmente, había elegido. Por primera vez en la historia medieval europea, una gobernante decidía quién sería su consorte. Enrique Plantagenet (19 años) no fue una elección impensada. Si bien es cierto que las fuentes documentales lo describen como un hombre joven, rico, soltero y atractivo; también lo es que era una de las figuras políticas más prometedoras de la Europa de la época. Era conde de Anjou y duque de Normandía, que con Aquitania (en poder de Leonor), formaban el tridente de los grandes dominios feudales que actuaban totalmente al margen del control real. Y, además, era un firme candidato a ocupar el trono de Inglaterra, que había sido usurpado a su madre, nieta de Guillermo el Conquistador. Enrique era una inversión con muchas expectativas.
La apuesta inglesa
Leonor, que nunca había perdido la perspectiva del poder, eligió a alguien con quien formar una dupla invencible. Y no se equivocó. Enrique era bisnieto de Guillermo, el duque normando que había conquistado Inglaterra y ocupado el trono de Londres (1066). No obstante, su madre Matilde (1102-1167), nieta del conquistador y legítima heredera, había sido desplazada del trono por un pariente que tenía el apoyo de... ¡Luis VII de Francia!, mientras era el marido de Leonor. Por lo tanto, la elección de Enrique como segundo marido era algo más que eso... era una soberana patada en el culo del francés y, sobre todo, era una ruidosa declaración de intenciones: Leonor iniciaba el camino de la independencia de Aquitania, que culminaría dos años más tarde de las nupcias (1154), cuando Enrique, con la ayuda de Leonor, reparaba la injusticia cometida sobre su madre y obtenía la corona inglesa.
Leonor y Enrique, una dupla invencible
El 25 de noviembre de 1154 moría Esteban, el rey intruso; y, acto seguido, Enrique era coronado en Londres. A partir de aquel momento, la dupla Enrique y Leonor pasaba a ostentar el control de una suma de territorios que representaban tres veces la extensión de los dominios de Luis VII de Francia; diez veces los de Fernando II de León, o de Ramon Berenguer IV de Barcelona-Aragón; o doce veces los de Sancho III de Castilla. Leonor y Enrique habían creado un nuevo gigante que, durante los dos siglos posteriores, jugaría un papel protagonista. Los pesos y equilibrios se redibujarían, pero la Guerra de los Cien Años (1337-1453), que enfrentó, por una parte, la monarquía francesa y sus aliados gascones y angevinos (hartos de los ingleses) contra la monarquía inglesa y sus aliados borgoñones (hartos de los franceses), sería una consecuencia directa.
Aquitania y Catalunya
El año 1155 marcaría el punto más profundo de la crisis francesa. Dos antiguos dominios feudales del reino de Francia, Aquitania y Catalunya, se habían postulado como nuevas potencias emergentes de la Europa occidental. La duquesa Leonor, de la casa peitovina Ramnúlfida, y el conde Ramon Berenguer IV, de la casa catalana Bellónida, lideraban sendos proyectos expansivos a partir del rescate de reinos carcomidos por terribles crisis (las anarquías inglesa y aragonesa). No deja de ser una curiosa coincidencia que los dos gigantes marítimos de la baja edad media europea (Aquitania-Inglaterra, potencia atlántica; y Catalunya, potencia mediterránea) se configuren en aquel momento. Esta coincidencia revela que Leonor y Ramon Berenguer IV supieron leer a la perfección que vivían el final de una vieja etapa y el principio de una nueva época.
Ricardo Corazón de León
Leonor y Enrique tuvieron ocho hijos, que sumados a los dos que ella aportaba del primer matrimonio (con Luis VII de Francia), elevaban a diez retoños la descendencia de la aquitana. Pero no todos tuvieron el mismo protagonismo. De toda aquella camada, el más célebre sería Ricardo, llamado Corazón de León (1157-1199), que, como sus hermanos y hermanas, era de lengua materna occitana, la lengua de la cultura en la Europa de la época. Ricardo fue un guerrero muy célebre (tuvo una participación muy destacada —¡y muy controvertida!— en la Tercera Cruzada, 1189-1192). Y fue el sucesor del padre (rey de Inglaterra, duque de Normandía y conde de Anjou), y de la madre (duque de Aquitania). Las ancestrales precauciones con la casa real francesa (el testamento de Guillermo X) no fueron necesarias, porque quien gobernó, de verdad, siempre fue Leonor.
El Corazón de León y Barcelona
Cuando Ricardo fue nombrado heredero al trono, Leonor se fijó en la hija de su pariente lejano Ramon Berenguer IV. Burdeos y Barcelona negociaron el matrimonio del heredero Ricardo —hijo y heredero de Enrique II y de Leonor— y de la infanta Dulce (1160-1198) —tercera hija y única niña de Ramon Berenguer IV y Petronila—. Aquel proyecto tenía un propósito claro: acercar, de nuevo, las dos casas, separadas desde la época carolingia (siglo IX) con el objetivo de unificar, en un plazo de dos o tres generaciones, todos los dominios de los Platagenet y de los Bellónidas; y crear una media luna territorial que abarcaría desde el condado de Nothhumberland (en el extremo norte de Inglaterra) hasta el marquesado de Tortosa (en el extremo sur de Barcelona). No obstante, aquellas negociaciones se rompieron y las fuentes documentales extrañamente no explican el porqué.
El Corazón de León y el Augusto
Algunos historiadores que han estudiado sobradamente la figura de Ricardo y la de sus contemporáneos sostienen que el Corazón de León tuvo una relación homosexual con Felipe Augusto, delfín de Francia e hijo del segundo matrimonio de Luis VII. Recordemos que el rey francés había estado casado, en primeras nupcias, con Leonor. Un rocambolesco paisaje se completaría con la aparición en escena de Alix, la hermana del delfín; que, después del fracaso negociador en Barcelona, sería comprometida con el León. No obstante, las fuentes documentales revelan que Alix se lanzó en brazos de Enrique II, el padre de Ricardo; hecho que apunta, claramente, que la relación entre Ricardo y Felipe, iniciada en la juventud (mientras el Corazón de León se formaba en los dominios angevinos maternos, junto a París) y seguida intensamente durante la Cruzada, ya era un monumental escándalo en la época.
Juan sin Tierra
Cuando Ricardo murió luchando, precisamente, contra su pareja (Limoges, 1199), en buena parte a causa de que el amor y la política nunca han conciliado; Leonor, haciendo gala de su condición política, se apresuró a nombrar sucesor a su cuarto hijo y hermano pequeño del difunto Ricardo (fallecido sin descendencia): Juan, llamado el Sin Tierra (1166-1216) y casi impuesto a dedo por Leonor, pasaría a la historia por ser el monarca que promulgó la primera Carta Magna de la historia inglesa. Juan sin Tierra fue sucedido por su hijo primogénito Enrique III (1207-1272), que recuperó el proyecto matrimonial fallido de su tío Ricardo, y se casó con una sobrina de Dulce de Barcelona. El 14 de enero de 1236, en Canterbury, se casaba con otra Leonor, pero en este caso de la casa Bellónida provenzal de origen catalán.
La bandera cuatribarrada de Leonor y el Príncipe Negro
Leonor, la segunda, fue la que introdujo la bandera cuatribarrada en el heráldico inglés. Así lo dice la descripción de las armas que acompañan la representación de la reina Leonor: "Armorial of the House of Barcelona and Provence”. Pero no sería el último testimonio de la relación entre Barcelona y Londres. Casi un siglo más tarde, Eduardo de Woodstock, descendente directo de Leonor de Aquitania y de Leonor de Provenza, y más conocido como el Príncipe Negro (1330-1376), se convertía en el protector del rey exiliado Jaime IV (1336-1375), último monarca del efímero reino de Mallorca. El Príncipe Negro intentó sentar a Jaime IV, de nuevo, en el trono de Palma; y gestionó la boda de Elisabet, la hermana pequeña del rey mallorquín con Juan de Montferrat. El nieto de Elisabet y Juan sería Jaime de Urgell, candidato al trono de Barcelona en el Compromiso de Caspe (1412).