Bilbao, 15 de junio de 1835. Hace 190 años. Tercer año de la I Guerra Carlista (1833-1840). El general Tomás de Zumalakárregi, máxima autoridad militar del ejército carlista del norte, caía herido mientras dirigía la operación de asedio de la capital vizcaína desde un balcón de Kintana Enea; un palacete, entonces, situado a las afueras de Bilbao. Aquella misteriosa bala, oficialmente disparada desde la iglesia de San Nicolás (detrás de las murallas... ¡¡¡y a más de 500 metros de distancia!!!) le causaría una septicemia mortal. Con la desaparición de Osaba Tomas (el tío Tomás, en euskera), el carlismo vasco perdería su principal referente. Sin embargo... ¿quién era Zumalakárregi, que representaba al carlismo vasco y qué conexiones lo unían con el carlismo catalán?

Mapa de la Expedición Real carlista de 1837 (1851). Font Wanderungen herramientas alten Soldaten. Aves Spaniens Bürgerkrieg (1)
Mapa de la Expedición Real carlista de 1837 (1851). Fuente:Wanderungen eines alten Soldaten. Aus Spaniens Bürgerkrieg

¿Por qué Zumalakárregi asediaba Bilbao?

La respuesta a la pregunta es básica para entender qué es y qué representa Bilbao en aquel momento. El Botxo, que es como en aquella época se empieza a identificar popularmente Bilbao, era una pequeña ciudad de 10.000 habitantes; vascoparlante, menestral y recluida, todavía, en el interior de sus murallas. Para entender lo que eso significa diremos que, entonces, Barcelona tenía 200.000 habitantes; Reus, 30.000; Tortosa, 25.000; y Lleida, 15.000. Sin embargo, por su situación geográfica (en un puerto abrigado y seguro, que era la salida natural al mar para los productos de Vizcaya) y por su composición sociológica (gobernada por sus clases mercantiles), tenía una extraordinaria proyección económica que se confirmaría con el tiempo.

¿Quiénes eran los liberales de Bilbao?

Las clases mercantiles que gobernaban Bilbao eran familias plebeyas que; desde que el monopolio de la Casa de Contratación de Cádiz había desaparecido (1760), se habían enriquecido con el comercio marítimo colonial. Pero en 1835 las colonias hispánicas de América ya se habían independizado (1810-1826) y la explotación minera y los hornos siderúrgicos a gran escala todavía tenían que llegar (1849). Y si a todo eso añadimos que el primer gobierno liberal de la historia española (1833) se había estrenado con una batería de leyes que perseguían el desguace del Fuero (la independencia fiscal de las diputaciones forales)... ¿por qué aquella embrionaria clase industrial se posicionó a favor de los liberales y en contra de los carlistas, que defendían el régimen foral?

Representación de Cabrera marchándose al exilio de 1840 (1845). Fuente Zumalakarregi Museoa. Ormaiztegi (1)
Representación de Cabrera marchándose al exilio de 1840 (1845). Fuente: Zumalakarregi Museoa. Ormaiztegi

Los "jauntxos"

La respuesta a esta pregunta la tenemos en el origen sociológico, radicalmente diferenciado, de las élites dominantes de Bilbao (plebeyos) y de Vizcaya (jauntxos —los jefes de la comunidad— también denominados ahaide nagusiak —parientes mayores—; descendientes de la nobleza rural medieval). El enfrentamiento secular de estos estamentos, que remontaba a la Edad Media, se podía resolver, definitivamente, a favor de las clases mercantiles urbanas con el derribo las estructuras socioeconómicas medievales (el monopolio fabril de los gremios, el monopolio real de las minas, entre muchos otros) que pretendían los liberales. Estructuras que en la Vizcaya de 1835 estaban alojadas en el histórico Fuero y que, a ojos de los liberales, impedían el despegue social y económico del territorio.

La alianza de las clases urbanas

La Bilbao de 1835 —la que se encerró en el interior de las murallas para resistir el ataque de los carlistas de Zumalakárregi— era una ciudad con un paisaje sociológico e ideológico similar al de Barcelona o al de Reus; en aquel momento los dos principales centros fabriles de Catalunya. En aquel momento, el sindicalismo estaba en pañales; y el socialismo y el anarquismo todavía no se habían formulado. La promesa liberal de una reforma agraria, que tenía que impulsar el reparto de la riqueza en el campo y la aparición de excedentes de producción en la ciudad (y que no llegaría ni a medio camino con la Desamortización de Mendizábal, 1835) situaría a armadores, comerciantes, fabricantes y jornaleros —alejados por enormes diferencias económicas, pero juntos por un mismo objetivo— en la empresa de desmantelamiento de aquel viejo mundo gobernado por los jauntxos.

Vista de Bilbao (principios del siglo XIX). Fuente Ayuntamiento de Bilbao (1) (1)
Vista de Bilbao (principios del siglo XIX). Fuente Ayuntamiento de Bilbao (1) (1)

¿Quiénes eran los carlistas de Vizcaya?

En cambio, en el campo había cuajado una idea muy simple pero muy efectiva; que pregonaba que los burgueses urbanos pretendían parasitar la actividad del mundo rural, destruyendo las formas de vida tradicionales (confiscando y usurpando los bosques comunales y señoriales; transformando la minería y las forjas artesanales en sistemas de producción despersonalizados; y desplazando y concentrando a la población en barrios en torno a las fábricas). También aquí se produjo una comunión de toda la población, en este caso del mundo rural, hacia una ideología antiurbana y antiburguesa. Jauntxos, pequeños propietarios y jornaleros; separados por una grieta socioeconómica enorme, se unirían para abrazar el carlismo, defensor del Antiguo Régimen, de las formas de vida tradicionales y... ¡¡¡de la fe católica!!!

¿Qué unía a los carlistas vascos y los carlistas catalanes?

El mundo carlista catalán tendría el mismo dibujo socioideológico que el vasco. Estaría formado, básicamente, por la sociedad rural; y su discurso sería el mismo: el odio a los burgueses urbanos que pretendían parasitar el campo destruyendo las formas de vida tradicionales. Carlistas vascos y catalanes proyectaban una misma arquitectura política: la restauración del régimen foral de la monarquía hispánica de los Habsburgo y el redibujo del papel del rey, que si bien recuperaba la autoridad de los monarcas del Antiguo Régimen, tendría que gobernar con un mapa de relaciones bilaterales asimétricas entre los territorios históricos y el poder central. No olvidemos que los carlistas catalanes serían los primeros a restaurar, aunque efímeramente, el autogobierno perdido en 1714 (la Generalitat carlista de 1875).

Zumalakàrregi i Cabrera. Fuente: Zumalakárregi Museoa. Ormaiztegi
Zumalakárregi y Cabrera. Fuente: Zumalakárregi Museoa. Ormaiztegi

¿Qué pasó con Zumalakárregi?

Donde carlistas vascos y catalanes no coincidieron fue en el destino de sus principales referentes militares. El general Ramón Cabrera Grinyó, nombrado "el Tigre del Maestrazgo" (Tortosa, 1806), la figura militar más destacada del campo de guerra catalán, se exiliaría al finalizar el conflicto (1840) y pasaría cómodamente los últimos años de su vida en un cottage del centro de Inglaterra (1840-1877). Sin embargo, en cambio, Zumalakárregi moriría gangrenado, después de un trágico y revelador desplazamiento a la retaguardia (huyó del médico real como de la peste) y con la sombra de la sospecha que se cerniría sobre aquella pérdida como un atentado perpetrado por oficiales carlistas antiforalistas —probablemente no vascos— que habrían actuado por orden del pretendiente Carlos María Isidro.

El misterioso triángulo de Bilbao

Aquella muerte absurda dejaría una enorme herida socioideológica abierta al mundo carlista vasco, que la tomaría como la prueba más evidente de la traición española. Una herida que no empezaría a cicatrizar hasta sesenta años más tarde (1895), cuando Sabino Arana creó el Partido Nacionalista Vasco. Arana, con una estrategia política posibilista, donde teoría y práctica se complementaban a la perfección, conseguiría reunir aquellos dos estamentos históricamente enfrentados y cerrar la herida. La Sabin Etxea (la casa de Arana donde se fundó el PNV); Kintana Enea (donde fue misteriosamente herido Zumalakárregi); y la iglesia de San Nicolás (desde donde, oficialmente, se disparó la bala que anticipó la muerte del héroe carlista); dibujan, sobre el plano, un imaginario pero curiosísimo e intrigante triángulo equilátero.

Representación del tragic traslado de Zumalakárregi, herido, cabe en su pueblo, donde acabaría muriendo (1846). Fuente Zumalakarregi Museoa (1)
Representación del trágico traslado de Zumalakárregi, herido, cabe en su pueblo, donde acabaría muriendo (1846). Fuente: Zumalakarregi Museoa