A finales del siglo XV, el paisaje político europeo estaba cambiando rápidamente. Los nuevos poderes se esforzaban por soterrar el régimen feudal. Los reyes recuperaban el poder perdido durante los siglos medievales. Y en ese contexto, aparecerían dos estirpes, que trabajarían enfocadas a concentrar el poder en la figura del rey y en la unión de dominios, y que lucharían para dirimir el liderazgo continental. Esa lucha, en lugar de ser política, fue pactada y estratégica: Trastámara y Habsburgo rivalizarían por sentarse en el trono de la monarquía hispánica, convertida en el mayor conglomerado territorial de Europa.