Con la muerte de Martín I —llamado "el Humano" — sin descendencia legítima (1410), se abrió un escenario totalmente inédito, que culminaría con la llegada de una nueva dinastía, los Trastámara, que impondría un giro radical del guion político de la cancillería de Barcelona. Para empezar, la elección del Trastámara representó la entronización, por primera vez en la historia de la Corona catalanoaragonesa, de un rey que era extranjero y que tenía un origen ilegítimo. Y para continuar, supuso la inoculación de un régimen autoritario, propio de los reyes preabsolutistas de la época, que chocó con la tradicional cultura política estamental y pactista catalana y la rompió.