Rafel Nadal (Girona, 1954) durante mucho tiempo fue conocido, sobre todo, como periodista. Dirigió durante cuatro años El Periódico de Catalunya. Pero en los últimos tiempos ha abandonado el periodismo y se declara "escritor a secas", porque "en la etapa que estoy viviendo me siento escritor y basta: es la única cosa en la que ahora pienso". En 2012 se inició en el mundo de la ficción con Quan érem feliços y en 2013 continuó con Quan en dèiem xampany. En 2015 obtendría un gran éxito con La maledicció dels Palmisano. Ahora ha publicado La senyora Stendhal (editorial Columna), una novela que nos sitúa en la Girona de la guerra y de la posguerra. Rafel Nadal recibe a El Nacional para presentar su última novela.
¿Podría resumir brevemente La senyora Stendhal para quien no lo haya leído?
Es una mirada infantil sobre la posguerra que va evolucionando, se va haciendo adolescente y va descubriendo que las cosas que ha observado de pequeño tienen un origen, tienen una causa... Y esta reflexión lleva al protagonista a optar por un bando. La mirada, que era infantil, primaria, va tomando partido, pero también se va haciendo compleja. El personaje va descubriendo las ambigüedades, las simplificaciones, y va adquiriendo una visión cada vez más rica de la realidad.
¿Podríamos decir, pues, que La senyora Stendhal es una crónica de los vencidos?
Sí, es claramente una novela de los vencidos, de los que en la posguerra vivían presididos por la incertidumbre, por la precariedad, por la indefensión... Los vencidos no sólo sufrían los abusos, sino también la incertidumbre de lo que pasaría al día siguiente. Siempre temían qué pasaría al día siguiente. Este era el gran problema del momento: saberse en riesgo permanente.
Yo soy plenamente partidario de la República desde muy joven. De pequeño me decanté claramente por los perdedores
La senyora Stendhal es una novela sobre los perdedores de la guerra civil, pero usted viene de una familia de los ganadores. ¿Cómo es que escribe este libro?
Bien, en mi casa no eran exactamente de un bando, sino gente que tuvo que tomar partido por quien no lo habrían tomado si las circunstancias no hubieran sido estas y no los hubieran obligado a escoger. Además, en mi familia hay de todo. Pero eso es independiente de mi opción. Yo soy plenamente partidario de la República desde muy joven. De pequeño me incliné claramente por los perdedores: enseguida sentí que era mi bando. Y desde que me empecé a preocupar por la cosa pública, durante el franquismo, me relacioné enseguida con gente del bando republicano, con la que aprendí mucho.
En La senyora Stendhal el protagonista vive un proceso similar al suyo.
En un momento determinado de la trama, Lluc, el protagonista, se enfrenta a la injusticia. Es en el momento en que está en el internado y descubre los problemas del mundo. Yo también descubrí la injusticia cuando estaba interno en El Collell, pero en el mismo internado también descubrí la revuelta contra la injusticia y la solidaridad frente al abuso. Es el mismo proceso que vive Lluc.
Los fámulos estaban obligados a recoger cada mañana los orinales de todos los internos y a vaciarlos
Pero usted vivió la experiencia del internado algunos años después que el protagonista de la novela.
Sí, yo estuve en El Collell en los años sesenta, y la novela se sitúa en los años cuarenta y cincuenta, unos momentos en que la situación era mucho más dura: entonces los alumnos pobres que no pagaban, los fámulos, estaban obligados a recoger cada mañana los orinales de todos los internos y a vaciarlos: es una situación que describo a la novela. Y podían sufrir abusos y maltratos. En la novela combino una mezcla del conocimiento personal de la posguerra tardía, con el testimonio de gente de aquella época que he interrogado durante toda mi vida.
¿También incorpora experiencias de sus lectores?
La senyora Stendhal también se nutre de aportaciones que me han hecho mis lectores en muchos actos a los que he ido para presentar mis libros, desde la publicación de Quan érem feliços. Mucha gente me han explicado experiencias, que me han ayudado a dar vida a los personajes. En la novela el protagonista roba trozos de patata cuando los acaban de plantar, con el fin de comérselos, de tanta hambre que pasa. Y eso lo explico en base al testigo de una persona que estuvo en El Collell y que lo hizo. También explico la historia de dos niños que se quedaron en 1936 en El Collell, a cargo de dos sacerdotes que no estaban adscritos al internado. Los dos curas que los protegían acabaron siendo asesinados, y la historia me la explicó uno de los niños que se había quedado en El Collell.
Todos los hechos que explico de la guerra son absolutamente verídicos y están muy documentados
Así pues, ¿los personajes corresponden a personas reales?
No... Me baso en experiencias de gente, pero los personajes son inventados. Dani, que lucha en el maquis, es la suma de unos cuantos miembros del maquis reales. La señora Stendhal, que resiste con mucha dignidad la injusticia, es la suma de unas cuantas señora Stendhal que son reales. En cambio, todos los hechos que explico de la guerra son absolutamente verídicos y están muy documentados, como los enfrentamientos en la ciudad de Girona...
¿Podríamos decir que la guerra no acaba mientras no se cierran las heridas?
De alguna manera, como dejó claro uno de mis lectores, esta es una novela sobre la guerra que pasa en la posguerra. Porque lo que se ve en la posguerra está plenamente relacionado con lo que pasa en la guerra. En La senyora Stendhal todo lo que pasa, hasta mucho tiempo después de 1939, está condicionado por la guerra. Las heridas, aquí, no se cerraron con el fin de los combates. De hecho, todavía hay muchas que se tienen que cerrar, de una forma muy incomprensible.
Los de la izquierda hemos sido muy tímidos al condenar la represión franquista de una forma contundente
¿Por qué estas heridas no se han cerrado?
Ahora me me doy cuenta de que los de la izquierda hemos sido muy tímidos al condenar la represión franquista de una forma contundente. Es una vergüenza que justo ahora se empiecen a desenterrar los muertos de las cunetas. Y también es incomprensible que hoy en día no se haya condenado lo bastante firmemente los crímenes de la retaguardia, y eso lo digo sin ponerlo todo en la misma balanza: en la guerra no todos eran iguales. No todos eran grises: había blancos y había negros. Pero también había muchos grises.
¿Qué piensa del hecho de que Franco continúe enterrado en el Valle de los Caídos?
Es una vergüenza que este tema se esté tratando como se está tratando. Es una vergüenza que pervivan monumentos franquistas que sigan siendo interpretados como tales, como el Valle de los Caídos. En cambio, la gente es muy razonable: en todos los actos que he hecho de presentación de este libro mucha gente me ha explicado historias, y muchos de ellos eran capaces de criticar la violencia gratuita de la retaguardia, sin renunciar a sus ideales republicanos. Por otra parte, hay mucha gente de izquierdas, con abuelos asesinados en la guerra por ser gente de misa, a pesar de ser republicanos. Y estos nietos se encuentran con que sus abuelos todavía tienen el homenaje que les dieron los franquistas, que no es el homenaje que ellos habrían querido. Haría falta que estas personas tuvieran el reconocimiento de los demócratas y de la gente de izquierdas, porque matar a gente por sus creencias o por su religión es un genocidio. En La senyora Stendhal también reivindico la dignidad de los ejecutados en los paseíllos.
La gente acostumbra a ser radical de joven y moderarse de mayor. ¿Usted está haciendo el camino inverso?
No me estoy radicalizando en las formas sino en las convicciones. Hay cosas con las que no se puede jugar y de las que no se puede dudar. Es indiscutible que en la guerra la legitimidad era de la República y que los facciosos protagonizaron una violencia cruel, injustificada... No haber perseverado en la exigencia de la condena de la represión franquista ahora me parece indigno. Yo la transición la entiendo y la compro. Yo era activo políticamente en aquel momento y comprendo lo que se hizo. Pero la debilidad de la izquierda en la negociación de la transición no justifica el no haber sido contundente más adelante en los principios básicos: la reclamación de la dignidad de los perdedores de la guerra y la condena de la represión.
La izquierda hizo cosas muy bien hechas al principio, aunque después fue incapaz de ir adaptándose a los cambios que se iban produciendo
¿Siente un cierto desencanto por la tarea política de su generación?
No, sólo le hago un punto de crítica en este aspecto del tratamiento de la historia. Mi generación hizo lo que pudo con los apoyos que tuvo en la época. Yo abandoné toda actividad política en las primeras elecciones, pero creo que la izquierda hizo cosas muy bien hechas al principio, aunque después fue incapaz de ir adaptándose a los cambios que se iban produciendo.
En el 2011 publicó un ensayo que se titulaba Los mandarines, en el que analizaba las personalidades que habían adquirido un gran poder político. El país ha sufrido una gran sacudida y algunos de esta mandarines ya no están donde estaban. ¿Como ve usted la situación actual de Catalunya?
Miro la situación con un gran desconcierto. No me gusta idealizar los liderazgos, pero también soy consciente de que sin gente que tenga proyectos y sea capaz de transmitirlos y liderarlos se hace difícil avanzar... La política ha cambiado, y es obvio que tiene que haber otros canales de participación, que los partidos ya no pueden funcionar como funcionaban, pero los líderes son importantes. Y yo creo que ahora los liderazgos son muy pobres. No me preocupa mucho la destrucción de los líderes míticos de la época de la transición, a los que ya les tocaría el retiro, pero sí que me preocupa no ver líderes políticos capaces de construir un proyecto y ponerlo por escrito. Ni aquí ni en Europa.
Hemos ido a parar a manos de gente que no sé si son payasos o detrás de la apariencia de clowns esconden perversiones enormes
¿Y como ve la situación del mundo?
Con respecto al mundo tengo un cierto desconcierto. La historia te dice que las cosas volverán a mejorar y que la gente se organizará para defender sus intereses. Pero hoy por hoy hemos ido a parar a manos de gente que no sé si son payasos o detrás de la apariencia de clowns esconden perversiones enormes. En el mundo hay cosas que están avanzando mucho: la pobreza ha bajado a nivel planetario, el acceso a la salud y a la educación ha mejorado... Pero este cambio no ha ido asociado a la consolidación de la democracia, como nosotros suponíamos. Se están asentando sistemas de gobierno a medio camino entre la dictadura y la democracia, y parece ser que hay ciertas sociedades que se sienten cómodas con ellos. Europa se tendría que replantear su anhelo misionero de defender sus valores políticos por todo el mundo.
En 1992 pronosticaba el aumento del independentismo, sin ser independentista, en aquel momento. ¿Qué se siente cuando se confirman tus hipótesis contra la opinión de los expertos?
En aquel momento yo creía que había indicios muy evidentes, y los encontré pateando el país. Y ahora hay gente que pronostica que el fenómeno del independentismo está desapareciendo por el simple hecho que hay un cierto bloqueo del proceso soberanista. Y quien dice eso es porque no conoce el país.
¿Se puede esperar algún acuerdo con España, a estas alturas?
No. La gran mayoría del independentismo sabe que las cosas no son fáciles, que en una primera mesa de negociación, se tendría que transaccionar y que difícilmente se podría conseguir el 100% de lo que se anhela. Mucha gente seguramente estaría dispuesta a llegar a la negociación con realismo, pero al mismo tiempo se sabe que esta negociación no se producirá. Sólo queda seguir adelante hacia un choque de trenes.
No oso hacer pronósticos, porque hoy en día todo es efímero
¿Qué piensa que pasará en Catalunya en los próximos dos años?
Yo creo que veremos muchas cosas antes de que pasen dos años. Probablemente habrá una inhabilitación de buena parte de la clase política catalana. Pero no oso hacer pronósticos, porque hoy en día todo es efímero, todo dura solo cinco minutos...