La escritora y periodista Pilar Rahola ha congregado un buen puñado de lectores que llenaban la sala Bookeria de la nueva Librería Ona de acuerdo con las normas de la situación actual, a la presentación de su última novela, L'espia del Ritz, editada por Columna, basada en hechos y personajes reales de la Barcelona de los primeros años cuarenta y que tiene como protagonista al músico judío Bernard Hilda.
El notario Ariel Sultán y el filósofo Xavier Antich han sido los encargados de presentar el nuevo libro de la comunicadora, que ha sido acompañada de amigos como el expresidente del FC Barcelona, Joan Laporta; el exdirector general de la Fundación Bancaria La Caixa, Jaume Giró; el director de ElNacional.cat, José Antich o el exeurodiputado Ramon Tremosa. También han acudido el conseller Jordi Puigneró, el presidente de la Cambra de Comerç de Barcelona, Joan Canadell, y familiares de presos y exiliados, como Laura Masvidal, mujer de Joaquim Forn, o Betona Comín, hermana del exconseller de Sanidad y actual eurodiputado, Toni Comín. Rahola también ha contado en el acto con la asistencia de dos personas vinculadas a la historia que forma el grueso de L'espia del Ritz, Ràdia Bouziane, actual propietaria del centenario hotel barcelonés, y la nieta de uno de los personajes, el republicano exiliado Salmona, que ayuda al protagonista a llegar a Barcelona.
En L'espia del Ritz, Pilar Rahola conjuga dos de sus grandes pasiones, la historia de Catalunya –que ya ha tratado a Mariona y Rosa de ceniza, ganadora del Premio Ramon Llull, que constituyen con este último volumen una saga familiar– y su conocimiento del mundo judío, en una historia que confiesa que hace años que quería escribir. Una historia trágica, pero que Rahola asegura que quería convertir en un canto a la vida, una historia de victoria a pesar de hablar de unos años terribles, entre 1941-1945, cuando como ha recordado el filósofo Xavier Antich, el nazismo ocupaba prácticamente toda Europa y ponía en marcha su maquinaria de muerte y destrucción sistemática. Todo construye, según Ariel Sultán, que ha puesto de manifiesto su deber de gratitud con la autora, por su compromiso contra el antisemitismo y cualquier forma de discriminación racial, religiosa, de género o nacionalidad, un auténtico homenaje a la memoria de los exterminados del nazismo, a los que se salvaron y a los que ayudaron a los perseguidos poniendo el peligro la vida. Sultán, además, ha querido destacar el profundo conocimiento que demuestra tener Rahola del mundo judío, que se pone de manifiesto en el lenguaje y las costumbres de algunos personajes.
Bernard Hilda, músico de la noche barcelonesa y fugitivo de los nazis
Hilda fue el encargado de poner ritmo y música a las noches más rutilantes de la posguerra barcelonesa, cuando jerarcas del nuevo régimen franquista y empresarios enriquecidos gracias al poder celebraban su opulencia en fiestas en La Parilla del Ritz y en La Rosaleda. Un lujo y una alegría que contrastaba con el hambre, la violencia y el oprobio que sufrían los perdedores de la guerra, las ejecuciones en el Campo de la Bota y las mujeres que luchan por sobrevivir a cualquier precio. Sin embargo, Hilda no era sólo un músico que ponía su swing al servicio de los más ricos, sino que también era un superviviente que había escapado de las grifas nazis que habían ocupado su Francia natal que había llegado a Barcelona con un mensaje en servilleta para el director del hotel Ritz y una persona comprometida con las redes de evasión de jues, como él, fugitivos del destino macabro que los esperaba, en contacto con los servicios secretos aliados. Y es que aunque el régimen franquista mantenía una estrecha relación con el nazismo –que como explica Rahola se concretaba en la presencia en Barcelona de destacados nazis–, hubo personas como el empresario Albert Puig Palau –mecenas y amigo de artistas, que sería inmortalizado por Serrat a la canción Tio Alberto- que se la jugaron dando apoyo a los aliados y a los perseguidos. Todo convierte la ciudad, a la opinión de Rahola, en una ciudad atravesada por los grandes acontecimientos mundiales, un nido de espías y de destinos cruzados. Una ciudad llena de vida, pero también de muerto y de miedo, donde incluso era posible el amor apasionado marcado por los acontecimientos.
A pesar de todo, Rahola asegura que más que escribir una novela histórica o un libro sobre episodios documentados, quería situarse dentro de las emociones de unos personajes por los cuales muestra una total empatía. "Quería describir qué oía aquel hombre que tiene que atravesar los Pirineos sólo con su violín, o qué pensaban aquellos amantes que se se niegan el amor por un gran sentimiento de culpa que sufren o aquella mujer que está casada con un franquista que la maltrata y humilla" ha afirmado a la autora de unos de los libros del Sant Jordi de Verano, que se tiene que celebrar el próximo 23 de julio. A modo de curiosidad, Rahola, que no ahorra poner nombres y apellidos tanto a los que ayudaron a los judíos como a los que los perseguían, ha recordado que uno de los agentes de la propaganda nazi en España –donde se refugiaron prominentes miembros del Tercer Reich– era Ekkehard Tertsch, jefe adjunto de la delegación de prensa de la embajada alemana y padre del periodista y eurodiputado de Vox Herman Tertsch.