Si tuviera que definir a Ramon Gener con una palabra creo que sería la pasión. Habla de lo que le gusta con una adoración mayúscula que despierta medias sonrisas en cualquiera que lo escuche hablar. La segunda palabra sería la música, evidentemente, tanto que ha hecho que este elemento se convierta en un complemento directo para todo lo que hace: escucha música, toca música, bebe y come música, proyecta música, habla música, música, música, música en todas partes. Parece difícil conocer a Ramon Gener más allá de las notas y acuerdos; parece, en realidad, que tras la música encuentre la frontera perfecta para no tener que mostrarse ni mojarse demasiado, siempre amparado en dominarlo todo sobre el amor de su vida y encandilar a cualquier oyente curioso. Músico, humanista y divulgador musical, este apasionado por la música y por la vida acaba de ganar el Ramon Llull con su primera novela, Història d'un piano, que narra preciosamente la historia real de su propio instrumento.

Foto: Irene Vilà Capafons

Gerard Quintana dijo que no es un libro de temporada, sino un libro para siempre. ¿A ti qué te hace sentir que tu piano se haya convertido en universal?
Me hace sentir muy feliz y muy contento que mi piano ya no sea mi piano y sea el piano de todo el mundo, de todos los lectores que lean el libro. Y muy contento con que su historia trascienda: que me trascienda a mí, que trascienda a todos los que lo tuvieron antes que yo y que su historia pueda vivir para siempre.

¿Qué significa el piano para ti?
Se puede traducir en todas las palabras que hay en el libro. Todos los instrumentistas tienen una relación importante o especial con su instrumento, y en mi caso, y teniendo en cuenta las circunstancias especiales que concurren en el momento en que el piano llegó a mí, esta relación se convierte en mucho más íntima y mucho más especial con todo el peso de la palabra, diferente y única. Y esta relación es la que yo tenía ganas de poder explicar para que el lector pueda entender que él también puede ser parte de esta relación íntima y trascendente.

El instrumento que te acompañará no lo encuentras tú, siempre te acabará encontrando él

Explicas que tienes un ritual: cada mañana cuando te levantas le das los buenos días al piano. ¿Habías tenido la misma conexión con otro instrumento?
Me pasa con este instrumento. Antes he tenido otros, y con todos he tenido una muy buena relación, pero este es especial porque fue un piano que yo estuve buscando durante mucho tiempo. Era un piano que no encontraba, que no era capaz de encontrar, y que se me escapaba. Lo compré, dijéramos, desde un punto de vista más prosaico, pero no fue así: fue un milagro que viniera desde donde vino, porque vino de muy lejos y fue a parar a esta calle de Gracia. Y yo no tenía que estar, pero los dos coincidimos en el mismo lugar en un momento. ¿Por qué? Porque había una persona que venía desde la otra punta de Europa que sabía que yo estaba buscando el piano. Janusz Borowski, que es un personaje muy importante del libro, lo sabía. Y me vino a buscar, porque el instrumento que te acompañará no lo encuentras tú, siempre te acabará encontrando él. Tú lo puedes buscar, y lo puedes buscar mucho, e incluso puedes llegar a tener la sensación de que eres tú quien lo ha encontrado. Pero es como si fuera al revés: siempre es él quien te acabará encontrando y siempre es él quien te acabará escogiendo.

Pero lo encontraste porque buscabas alguna cosa.
Buscaba un tipo de sonido que yo le digo aterciopelado, que es como no decir nada y decirlo todo, porque aterciopelado en mi imaginario puede sonar de una manera y para ti puede sonar de otra. El terciopelo que yo tenía en la cabeza era un tipo de sonido que no acababa de encontrar. Y me hacía ilusión tener una marca de piano, el Grotrian Steinweg. ¿Por qué este piano? Porque es el precursor de lo que después fueron los Steinway, que son los pianos que todo el mundo conoce y que hay en todas las salas de conciertos. Antes estaba el Steinweg, de una familia alemana que emigró a Nueva York y fundó una nueva fábrica de pianos. Ellos se llamaban Steinweg, pero cuando llegaron al la Isla de Ellis los pusieron en cuarentena y los dijeron que no podían vivir allí con aquel nombre, y que a partir de entonces el padre de la familia se llamaría Henry Steinway. Así que el gran Steinway que todo el mundo conoce tiene un precursor, y era el piano que yo quería y que me vino a encontrar.


En aquel momento todavía no sabías que había un secreto oculto dentro del piano. ¿Qué es lo primero que te vino en la cabeza cuando fuiste consciente?
No diré que fue una sorpresa, porque sin saberlo, intuyes que hay alguna magia en el piano que no entiendes y que no comprendes. No diré que sabía que tenía que haber alguna cosa, porque no es el caso, pero todo cobró sentido de repente: tengo que ir a Alemania, cojo el coche, me voy a la fábrica, explico que tengo este piano, me dicen que es de 1915, y aquel señor de la fábrica alemana, que es Herr Gritzke, me dice a quién le vendieron el piano. Y a partir de aquí fui estirando del hilo.

Cuando empiezas este viaje, ¿lo haces más por impulso personal y aventurero o por este compromiso de rescatar la memoria histórica de este piano?
Las dos cosas. Como soy un flipado, quería conocer la historia del piano, y al mismo tiempo me hacía ilusión porque era mi piano. A mí todo me hace ilusión, todo me anima, y tengo ganas de hacerlo todo. Y en este caso, todavía más. Me sentí totalmente interpelado.

Foto: Irene Vilà Capafons

Todos los nombres son reales pero no explicas cómo llegaste a ellos.
Hay un momento haciendo el libro que me pregunté: lo explico o no explico. Creo que el libro destila una magia creciente, y de repente si hay un dato que a mí me ha costado cinco viajes en cinco archivos municipales, es romper la magia. El libro no trata tanto de explicar. Se trata de entender la magia del instrumento. Todo mi trabajo documentándome aquí y allí da igual; lo que realmente vale la pena y es importante es qué es. Y también hay otra cosa que creo que es muy importante para el lector, y es que no se esté preguntando constantemente qué es verdad y qué no, qué me invento y qué no. Creo que el lector simplemente se tiene que dejar llevarse por la historia, lo tiene que leer, lo tiene que disfrutar y se tiene que dejar seducir por la magia o por la trascendencia de la historia.

¿Cuándo supiste que de aquí saldría un libro?
Llega un momento en que te das cuenta de que la historia de tu piano es tan grande que ya no es tu piano y que ya no te pertenece. Y el momento que te das cuenta de eso es el momento que yo bajo un día para decirle buenos días y me doy cuenta de que me está pidiendo que explique su historia, porque él está muy contento de estar en mi casa y que ahora sea mío, pero es de todo el mundo. Y llega un momento en que me doy cuenta de que la historia es de todo el mundo, con unos personajes concretos y con sus experiencias concretas, pero es la historia de todo el mundo, y lo tenemos que explicar para que todo el mundo pueda sentir que el piano también es suyo.

La historia de mi piano es la historia de todo el mundo, y la tenemos que explicar para que todo el mundo pueda sentir que también es suyo

¿Has llorado mucho escribiendo el libro?
Yo lloro siempre, no solo escribiendo el libro. Lloro muchas veces y por las cosas más tópicas. Lloro por todo. También río mucho y me emociono mucho. Supongo que es una manera de ser, es como soy, y tampoco lo puedo cambiar. Y tampoco tengo ningunas ganas de cambiarlo.

En el libro hay un momento que se pierde el respeto hacia el piano. ¿Crees que las nuevas generaciones están desvirtuando la memoria y el pasado?
No, no. Las nuevas generaciones están súper preparadas y tienen muchas ganas de hacer cosas. Ahora que hice Això no és una cançó en TV3 y he tenido los chiquillos en clase, lo que veo es que la gente joven tiene muchas ganas de hacer cosas y tiene mucho empuje para hacerlas. En el libro hay una circunstancia, y es que hay unas personas que son jóvenes y que rompen una cadena de estima hacia el instrumento, pero no es porque sean jóvenes o para que sean mayores, es porque son aquellas circunstancias concretas. A tu pregunta te diría que no, radicalmente no; todo lo contrario.


Hablas de la música como elemento de supervivencia. ¿A ti la música te ha salvado de alguna cosa?
Sí, la música te salva cada día. La música siempre te salva, está en todas partes. La música es constante, es inevitable. No conozco a nadie que quiera huir de la música, pero si llegáramos a encontrar a algún impostor que quisiera huir de ella, no podría. Y la música puede servir para muchas cosas. Quizás no todo el mundo tiene una relación como la que tengo yo, que es una relación súper intensa y de vida o muerte, para entendernos; quizás puedes tener una relación que solo sirva para distraerte, incluso para tener música que va sonando. Pero si intentas encontrar el porqué de las cosas, yo creo que te das cuenta de que la música como hecho inevitable es algo más que una cosa, es una cosa que te está acompañando, te está diciendo, te está explicando, te está ayudando o te está escuchando. La música siempre te escucha. La música es la única cosa en la vida que nunca te dirá que no, y siempre te dirá no lo que tú quieres que te diga, sino exactamente lo que tú necesitas que te diga. Y en este sentido la música es trascendente, y yo estoy enamorado de esta trascendencia.

¿Y cómo puede ser que aun así sepamos tan poco de música?
No lo sé, supongo que hay de todo. Quizás a algunos les pasa esto que dices tú, a otros no. Yo lo que digo siempre es: escucha la música que no te gusta o la que crees que no te gustará, porque la que te gusta ya la escuchas, ya te acompaña, ya la tienes y no te la quitará nadie. De alguna manera te ha hecho un molde de quién eres y cómo eres, y por qué tienes las sensaciones que tienes, y por qué vives como vives, y por qué te identificas con unas letras y con unos acuerdos. A partir de aquí, empieza a escuchar la música que no te gusta, porque cuando lo hagas de repente descubrirás todo otro mundo que pensabas que no existía, pero que existe y está hecho para ti. La música no le habla a todo el mundo, le habla a cada uno y le dice lo que necesita.

Quizás si lleváramos a Rosalía al siglo XVIII haría la música de Mozart

¿Tú eres de los puristas que categorizan la música?
No, la música es la música. Antes había Beethoven, y más antes había Mozart, y más antes Vivaldi, y más antes Monteverdi, y más antes Carlo Gesualdo... Y después estaba la música del siglo XX, y ahora está la del siglo XXI. Todo el mundo hace la música de su tiempo. Si trasladáramos a Mozart a la actualidad, ¿qué música haría? ¿Pensamos que Mozart estaría haciendo una sonata con estructura del clasicismo de la segunda mitad del siglo XVIII en tres tiempos, en un primer tiempo de allegro, un segundo tiempo de adaggio y un tercer tiempo en rondó? Pues no. Pero quizás si lleváramos a Rosalía al siglo XVIII haría la música de Mozart. Cada uno hace la música que le corresponde a su tiempo, y lo importante es si esta música trasciende. De música buena, mala, mejor y peor hay ahora, antes y mucho antes del antes del antes, y en el futuro pasará exactamente el mismo. La cuestión es qué se escuchará en el siglo XXV, qué se escuchará en el siglo XXX. Lo que se escuche es lo que será trascendente, es lo que dirá algún tipo de verdad inevitable e insoslayable.

¿La música que te desciende es la más escuchada?
No necesariamente. Eso es una elección personal. La música trasciende en cada persona y después trasciende colectivamente. Pero si en el siglo XXV hay alguien que está escuchando a Rosalía, su música estará viva.

Foto: Irene Vilà Capafons

Tú empezaste de muy pequeño a tocar. ¿Te sentiste incomprendido?
Es una historia larga, pero... De pequeño convivía más con otras músicas y tenía una relación más de entretenimiento con la música. Fue un día que hice clic. Yo estoy súper a favor del concepto clic, porque hay un día que haces clic y dices: ostras, esto lo había tenido todo el rato delante y no me había dado cuenta de ello. Yo hice clic con la música, y pasé de tener esta relación de más entretenimiento y pasármelo bien a que sea lo que es ahora. El día que hice clic empecé a explicarle cosas a todo el mundo, a ser súper expansivo y quizás demasiado vehemente.

¿Qué escucha Ramon Gener cuando conduce?
Cuando estoy en el coche no escucho música, porque me resulta imposible escuchar. Mi relación con la música es que, cuando suena, me tengo que detener, tengo que detener la vida. La música que escucho es sobre todo la que estudio, porque paso la vida estudiando mucha música y estoy muchas horas sentado en el piano, estudiando, encontrando lo que hay en medio de las notas. Mozart tocaba el do y decía que no era música, después tocaba el re y decía que tampoco era música. La música está entre el do y el re, que es lo que no suena, el viaje que hay entre esas notas. Eso es la música. Así que yo me paso la vida encontrando estos viajes que no suenan.

¿Sueles asociar las personas a una pieza?
Me acuerdo de la gente con músicas. A veces no me acuerdo del nombre de las personas, pero me acuerdo de la música a que sonaban. Quizás también por el aspecto físico o por la manera de vestir, o por la conversación que he tenido. Me pasa con todo el mundo.