A veces es una cosa tan sencilla como eso. Me pasó con la última novela del Melcior Comes, El dia de la balena, que empezaba con una cita de Debaser, la canción de los Pixies. Solo por este detalle supe que aquella historia era para mí. La era. Ahora me ha vuelto a pasar con Els murs invisibles (La Otra, 2024), el nuevo libro de Ramon Mas, editor de Malas Herbes, una de las mejores editoriales del país, y cantante de F.P., uno de los mejores grupos de punk por estas regiones. Mas inicia la novela con una cita de Kiss the Bottle, un tema del disco Etc. de Jawbreaker. Esta novela, a la fuerza, tenía que ser para mí. Lo es, para mí, y para vosotros también.
Recuerdo el momento exacto en qué descubrí Jawbreaker. Era sábado de resaca y, como casi todos los sábados de resaca, pasaba la tarde esperando de que llegara la noche para volver a reunirme con el Kiku y el resto del grupo, escuchando De 4 a 3, un programa de Radio 3 presentado por Paco Pérez Brian en que descubrí buena parte de mi banda sonora vital de mi adolescencia y juventud. Cuando sonó Save My Generation, canción que abra el nuevo disco de la banda de Blake Schwarzenbach, Adam Pfahler y Chris Bauermeister, Dear You (toda una obra de culto que destaca como uno de los mejores discos del indie de los noventa), me pasó el dolor de cabeza y la sequía de boca. Aquello era como Nirvana, pero diferente. Sonaba igual de intenso que la banda referencial del grunge, pero allí donde Cobain bramaba nihilismo, Jawbreaker aportaban un soplo de emotividad. Era la misma rabia, pero exteriorizada por diferentes canales.
Empecé a leer Els murs invisibles una tarde del martes de hace un par de semanas. La acabé al día siguiente a primera hora de la mañana en el bus que me lleva a currar de Gelida a Barcelona. Durante aquellas escasas doce horas quedé totalmente atrapado en esta novela que Mas ha tardado cuatro años en escribir y dos décadas a curar. Un relato a corazón abierto, extremadamente personal y autobiográfico (y muy probablemente por eso nos acaba interpelando en todos) en el que retorna a aquellos días de marzo de 2004 en que uno de sus mejores amigos decidió suicidarse. Una historia que nos recuerda que la adolescencia es una ecuación indescifrable que muchas veces solo el grupo de amigos, la música y los trucos sobre una tabla de skate en el Sucre de Vic nos pueden ayudar a descifrar, conmovedora pero no exenta de belleza y emotividad. Como una canción de Jawbreaker.
Es una historia tan cautivadora que de repente me ha parecido que cualquier cosa que te pudiera preguntar sería una frivolidad.
Como adivinas, la promo de este libro es y será todo un ejercicio de equilibrismo. Aquí responderé como autor, de manera que me adentraré muy poco en emociones y temas personales. Dejando de lado las tres escenas más duras, escribir Els murs invisibles me ha traído , sobre todo, momentos bonitos. Me he sentido muy afortunado de poder hacer revivir no solo mi relación con Raül, sino muchas de aquellas sensaciones de cuando tienes 16, 18 o 20 años y vas por el mundo como si no existiera nada más que tus ganas de exprimir la vida.
Me he sentido muy afortunado de poder hacer revivir no solo mi relación con Raül, sino muchas de aquellas sensaciones de cuando tienes 16, 18 o 20 años y vas por el mundo como si no existiera nada más que tus ganas de exprimir la vida
¿Cuántas veces habías empezado esta novela?
Una y basta. Lo que he hecho son muchas reescrituras para conseguir encontrar la distancia justa entre el narrador y el relato que explica. Necesitaba encontrar un tono que me permitiera observar los hechos con bastante perspectiva para explicarlos como una novela, sin juicios, ni resentimiento, no quería que fuera un libro escrito desde el dolor o desde la herida, y creo que lo he conseguido.
¿Porque, Els murs invisibles es una novela o un relato autobiográfico?
Hay una trama, una estructura argumental, escenas, personajes, escenarios... Podemos decir que es una novela porque se lee como una novela. Que el material que se narra sea de corte biográfico no le quita que sea un constructo narrativo pensado para atrapar el lector y hacerlo salir adelante.
¿Pero era un relato que te debías a ti mismo?
Seguramente, sí. De hecho, en cada libro que escribía (si habéis leído Afores o Estigmes ya os daréis cuenta de ello) aparecían muchas cosas que tenían mucho que ver con esta historia, y que sin que yo lo hubiera previsto acababan por tener un peso específico en la narración. Pero no lo he escrito para exorcizar mis demonios, ni para sacarme de encima a unos fantasmas que me perseguían, lo he escrito porque era una cuenta pendiente, conmigo y con mi amigo
No he escrito Els murs invisibles para exorcizar a mis demonios, ni para sacarme de encima a unos fantasmas que me perseguían, lo he escrito porque era una cuenta pendiente, conmigo y con mi amigo
¿Así que, de alguna manera, todo lo que has escrito hasta ahora era una especie de prólogo de estos muros invisibles?
Yo no diría tanto. Estoy muy satisfecho de los tres libros anteriores publicados en Ediciones de 1984. De hecho, en mi caso, considero tan personales las obras de ficción estricta como las biográficas, creo que pongo tanto de mí mismo en una historia imaginada como en una autobiográfica.
¿Qué sentiste cuando acabaste de escribir Els murs invisibles?
Eso me lo guardo para mí.
Hay un momento que me parece precioso, hacia el final del libro, cuando explicas un sueño en que Raül se marcha patinando y te dice que no los sigas, que a partir de ahora tiene que ir solo. ¿Escribir Els murs invisibles ha sido un poco la plasmación de este sueño?
No exactamente. Escribir este libro no ha sido un proceso de sanación, ni una cosa terapéutica. No lo he hecho para superar el suicidio de mi amigo ni para quedar en paz con esta historia, lo he escrito porque lo echaba de menos, para tenerlo más cerca, para recordarlo y para que la gente lo conociera.
No he escrito Els murs invisibles para superar el suicidio de mi amigo ni para quedar en paz con esta historia, lo he escrito porque lo echaba de menos, para tenerlo más cerca, para recordarlo y para que la gente lo conociera
Días atrás leía un librito publicado por el CCCB sobre escribir ficción en la era de la posverdad. El autor decía que después del 11S (justamente la época en que pasa Els murs invisibles), el mundo quedó tan golpeado que muchos autores sintieron que ya no tenía sentido crear historias y personajes ficticios (plateándose, incluso autores como Martin Amis, dejar de escribir), porque sentían que nada podía superar la fuerza de la realidad. Digo todo esto, por el estallido que estamos viviendo de la literatura del yo. ¿Como editor, y ahora autor de una novela que podríamos incluir en este compartimento, a que crees que se debe este fenómeno?
Creo que el estallido de la literatura del yo del que hablas está llegando a su fin, poco a poco va volviendo la ficción y estoy seguro de que en los próximos años se impondrá del todo, cuando menos en la literatura. Con respecto a la parte que me toca, durante la escritura de este libro nunca me planteé hacer un tipo de literatura u otro (ni autoficción, ni realismo, ni memorias...), soy escritor y esta era la historia que quería explicar, tan sencillo como eso. Si no he puesto ningún elemento de ficción ni ningún juego de espejos es por respecto a la gente que aparece y a la persona que era yo ahora hace veinte años.