Todo lo que rodea a Raúl Núñez (Buenos Aires, 1946 o 47 – València, 1996) es una leyenda y al mismo tiempo un misterio. Habita dentro del ámbito de la mitología porque su estilo literario, directo, desvergonzado, brutalmente realista y a veces surreal hasta los límites de la higiene mental, dejó una fuerte huella en toda una generación que leyó sus columnas en medios como Cartelera Turia, Vibraciones, Bésame Mucho o Playboy. También en sus cinco novelas y cinco libros de poesía, publicados entre 1970 y 1994. Y todavía reside dentro de la esfera de los interrogantes más sangrantes porque, aparte de que nadie tenga certeza de su año exacto de nacimiento, es aparentemente inverosímil que tubiera de vivir fregando la indigencia y hubiera de ser soterrado, muerte con solo cincuenta años (o tan solo cuarenta y nueve, quién sabe), gracias al hecho que la Cartelera Turia, el histórico semanario cultural valenciano en que publicaba cada viernes una columna, se hizo cargo de los gastos fúnebres. Incluso acoge todavía en su redacción sus cenizas, ya que no se le conocía ninguna familia.
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Nació para ser un escritor maldito, un autor de culto, un auténtico kamizaze de las letras que, heredero como era del estilo de Raymond Carver, Charles Bukowski o el periodismo gonzo norteamericano, fue un pionero literario y un excepcional cronista de los barrios chinos de las dos ciudades mediterráneas en las cuales vivió
El argentino, quien vivió en Barcelona desde 1971 y en València desde finales de los ochenta. Nació para ser un escritor maldito, un autor de culto, un auténtico kamizaze de las letras que, heredero como era del estilo de Raymond Carver, Charles Bukowski o el periodismo gonzo norteamericano, fue un pionero literario y un excepcional cronista de los barrios chinos de las dos ciudades mediterráneas en las cuales vivió. Fermento creativo para una obra que fue llevada al cine Vantura Pons (La rubia del bar, 1985) y Francesc Betriu (Sinatra, 1988). Que fue musicada por Gato Pérez en la primera de ellas, y que le reportó amistad con Joaquín Sabina o Juan Marsé. Amistades que, en todo caso, no evitaron que nos dijera adiós en la más estricta precariedad, cuándo la década de los noventa justo superaba su ecuador.
Exhumación de un legado a reivindicar
"A Raúl Núñez solemos considerarlo el padre del realismo sucio en castellano, que lo fue, pero lo más destacado es que supuso una ruptura absoluta con la literatura española anterior". Me lo dice el periodista y editor Juan Puchades (València, 1965), que es quien ahora mismo se está encargando de reeditar algunas de sus mejores novelas, como Derrama whisky sobre tu amigo muerto (1979), Sinatra (1984) o la inédita Fuera de combate, que se quedó a oscuras porque la muerte lo sorprendió antes de poder desvelarla. Todas ambientadas en la Barcelona más sórdida y rescatadas ahora en el editorial Efe Eme. Puchades, quien ya publicó en 1994 una recopilación de las míticas e inimitables columnas que Núñez veía publicadas Cartelera Turia bajo el nombre de El aullido del mudo, aquellas ya centradas en el submundo urbano valenciano, se decanta especialmente por Sinatra, por "introducir en la modernidad con sus historias a pie de calle y una escritura electrizante, capaz de conmover y sacudir el lector sin artificios".
Fue quien mejor escribió las infinitas soledades que vivió la generación urbana de los años sesenta y setenta del siglo pasado
Uno de los literatos que también ha reivindicado con más insistencia su legado, hasta el punto de implicarse personalmente en la publicación de su novela inédita – bien, inédita, hasta hace unas semanas –, cuyo manuscrito permanecía en su casa, es el veterano escritor y profesor Alfons Cervera (Gestalgar, Els Serrans, 1947). Él cree que su particularidad reside en el hecho de ser "quien mejor escribió las infinitas soledades que vivió la generación urbana de los años sesenta y setenta del siglo pasado", y piensa que el hecho de reivindicarlo "es un deber en medio del olvido a que fueron sometidas algunas escrituras al dictado de lo que yo denomino literatura Ibex35". Igual que Juan Puchades, si Cervera hubiera de decantarse por algún libro en concreto, lo haría por Sinatra, porque opina que es "su mejor novela". Aunque no descartaría "tener en cuenta su Obra Poética", no tan conocida, "pionera en aquello que podemos denominar poesía beat, tan importante en aquellos años".
Lirismo urbano, de arrabales y barrios chinos
"Raúl Núñez y yo fuimos amigos de barra y faranduleo a mediados de años noventa y compartimos en la Cartelera Turia columnas: su era El aullido del mudo, quizás el mejor título de columna de todos los tiempos, y la mía se llamaba Escrito en adobo". Quien me cuenta eso es el escritor Abelardo Muñoz (València, 1952), y una de las fotografías que ilustra este texto, con los dos sentados delante de la barra de La Torna, un céntrico bar valenciano a mediados de los años noventa, armados con vasos de tubo y embutidos en aquellas chaquetas dos o tres tallas más grandes, típicas de la época, es la prueba fehaciente. Se le puede considerar, a Abelardo Muñoz, como el más claro continuador del columnismo de Núñez en las últimas décadas: hay sufieciente con degustar el particular mundo que refleja en La delgada línea roja, su sección actual en la Turia.
El escritor argentino fue artífice "de una prosa que forma parte del dirty realism, que venía de los EE.UU., y que tuvo seguidores en el periodismo patrio, nuevo periodismo y valenciano
De hecho, él reconoce que "la gente siempre nos comparó en estilo, ya que los dos abordábamos el universo lumpen de calle y el hedonismo, la farra y el alcohol". Muñoz recuerda a Núñez como "un ser humano depresivo y más bien pesimista, un hombre perplejo de su propia sombra", y lamenta que "nunca tuvo un duro, y su afición al trago lo perdió". Literariamente, traza un paralelismo con Roberto Boñalo, a quien le recuerda "mucho, pero en menor". Y lo describe como "un eterno emigrante", a quien "solo la Cartelera Turia fue su verdadero soporte hasta el punto que pagó su entierro y que sus cenizas todavía se conservan en la fantasmal sede del medio", según le confesó el mismo semanario en su momento. Considera el rescate de su obra como una cosa "muy positiva", porque el argentino fue artífice "de una prosa que forma parte del dirty realism, que venía de los EE.UU., y que tuvo seguidores en el periodismo patrio, nuevo periodismo y valenciano, como yo mismo". La reivindicación que hace de su herencia es firme y entusiasta, como en el resto de testigos aquí recogidos.
Brutalidad y ternura
Uno de los rasgos|tiros definitorios de los personajes de los libros de Raúl Núñez es su perfecta combinación de oscura sordidez y desgarradora humanidad, de profunda marginalidad y conmovedora ternura. El escritor argentino era un ácido y agudo observador de las cavernosidades de la condición humana cuando está vive al límite, y esa es una característica que no ha pasado desapercibida en los novelistas que lo han sucedido. Es el caso de Rafa Lahuerta (València, 1971), autor de relatos urbanos como la aclamada Noruega (2020) o el más reciente La promesa dels divendres (2024), que también se sitúan, aunque desde un registro diferente, en lo más sórdido del núcleo urbano de una ciudad, València, plasmada en muchas de las columnas de Núñez.
Uno de los rasgos definitorios de los personajes de los libros de Raúl Núñez es su perfecta combinación de oscura sordidez y desgarradora humanidad, de profunda marginalidad y conmovedora ternura
"Lo que me gustaba más de Núñez era su mirada sobre la realidad, tenía un punto de vista que mezclaba a la perfección la ironía, el escepticismo y la ternura, con un estilo directo, nada pretencioso, muy punzante", me confiesa al autor valenciano, quien define su obra como un ejercicio de equilibrio "en este cable de alta tensión que une el costumbrismo más sórdido con el surrealismo más delirante, una cosa muy difícil de conseguir". Rafa Lahuerta también considera que Sinatra (1984) es su "libro mejor acabado", pero muestra una debilidad especial por Derrama whisky sobre tu amigo muerto (1979), ya que sus protagonistas son palmariamente imborrables: "Billy el desnarizado y Nanny Grass me siguen acompañando muchos años después, y forman parte de mi elenco favorito de personajes literarios", asume.