Las fuentes documentales apuntan a que la reina María Luisa era adicta al sexo y que, durante toda su vida, mantuvo relaciones extramatrimoniales con una gran cantidad de hombres próximos a su entorno. No obstante, aquella excéntrica conducta no trascendió de los muros de la corte, hasta que el amante de la reina fue convertido en primer ministro. En aquel momento, toda la clase política española —liderada por las clases más reaccionarias de la corte— abandonó sus diferencias y, con el argumento de que el rey era un cornudo consentido y que su primer ministro se había vendido a Francia, se conchabaron para derrocar aquel régimen y "salvar" España. La reina, el eslabón más débil de aquella cadena, sería el objetivo de aquella maniobra que culminaría con el golpe de estado de Aranjuez (1808).