La última década y películas premiadísimas como Los objetos amorosos (2016), Sedimentos (2021) y Mi vacío y yo (2022) han colocado a Adrián Silvestre (Valencia, 1981) como una de las puntas de lanza del documental de nuestro país. Estos días, el festival DocsBarcelona estrena su último trabajo (las proyecciones se darán los días 5 y 7 de mayo, con coloquios posteriores), sin duda el más personal de todos ellos, porque el cineasta es, también, uno de los protagonistas de la historia que cuenta en Hágase tu voluntad: tras más de veinte años sin verse, Silvestre y su padre se reencuentran ante las cámaras, en un ejercicio que tiene algo de catártico, pero también de reflexión sobre el perdón, el paso del tiempo y las dinámicas que se establecen en cualquier familia.
Tras más de veinte años sin verse, Silvestre y su padre se reencuentran ante las cámaras, en un ejercicio que tiene algo de catártico, pero también de reflexión sobre el perdón, el paso del tiempo y las dinámicas que se establecen en cualquier familia
Ricardo, el padre del director, fue siempre un vividor, y se alejó de sus hijos lustros atrás. Ahora, tras perder a su pareja y sufrir dos ictus, ha entrado en un estado de depresión que le ha llevado a desear la muerte. En realidad, el punto de partida de Hágase tu voluntad estuvo relacionado con ese deseo íntimo de Ricardo: “Esta película, por muy personal que sea, curiosamente nació como un encargo”, nos cuenta Adrián Silvestre. Y es que, tras tener claro su compromiso con las historias que había contado en sus anteriores films, las productoras Nanouk Films y Producciones del Barrio le hicieron una propuesta: “Se trataba de desarrollar un proyecto en torno al derecho a morir dignamente. Estuve unos meses investigando, explorando sobre el tema de la eutanasia, con una visión un poco más rigurosa acerca de cuál es el estado de la situación en España, ahora que es legal. Y, tras hacer una búsqueda muy exhaustiva, compleja y delicada, me di cuenta de que eso estaba ocurriendo en mi familia. En realidad, eso era lo mejor que yo podía ofrecer, porque al final mi cine tiene que ser muy íntimo. No lo puedo abordar desde fuera, no puede haber ni pudor ni distancia”, apunta.
Tú sabías que tu padre deseaba morirse...
Sí. Aunque lleváramos años sin vernos, yo sabía de mi padre a través de mi hermana. Entonces propuse abordar el tema desde lo que estaba pasando en mi casa. Yo estaba dispuesto a hacerlo y a filmarlo, y parecía que mi familia también. Después la película dio un giro hacia una historia que no solamente hablaba del deseo de morir, sino que incluso lo ponía en segundo plano para hablar de la complejidad de las relaciones familiares, de los encuentros, del significado de la paternidad... todo ese tipo de cosas que creo que son las que luego toca la película.
¿Costó mucho convencer a tu familia para ser protagonista de una película?
Ellos me dijeron que confiaban en mi. Si lo quieres hacer, adelante. Mi hermana, en concreto, estaba muy ilusionada porque sabía que también significaría que ese reencuentro con mi padre por fin se haría real. Ella fue la mediadora e hicimos un pacto con mi padre: haríamos la película, pero no nos podríamos ver antes del rodaje. Todo lo que hiciéramos debía ser delante de una cámara. También dejé claro que una película es una carrera de resistencia: no puedes venir a filmar y a los días cansarte. Era muy importante que aguantara los meses que estuviéramos trabajando en ello. Y pedirle esto a alguien que tiene una condición física como la de mi padre, que no aguanta en la mayoría de circunstancias, pues era complicado. Pero lo hicimos, aguantó hasta el final. En realidad, desde el primer día en que nos vimos, vi que él estaba comprometido, y ya me relajé, porque no poder completar la película hubiera sido un drama añadido.
Resulta sorprendente que todos los miembros de tu familia os hayáis volcado de esta manera, con este nivel de exposición, porque al final estáis mostrando vuestra intimidad.
En un cierto punto he intentado no darle muchas vueltas a esto, porque me habría condicionado el proceso de trabajo. Al final, el director se impuso sobre el hijo, y me puse muy pragmático a la hora de hacer lo que tenía que hacer. Es verdad que aquí me expongo, a mí mismo y a mi familia. Y... sí, quizás tengo un sentido de responsabilidad más grande en torno a ellos que en torno a mí mismo como personaje dentro del propio film.
Para asumir, en tanto que cineasta, que también eras el protagonista de la película, ¿ayudó haber hecho Mi vacío y yo o Sedimentos, con personas que también se habían expuesto muchísimo ante la cámara?
Sí, es un motor, y también es casi un compromiso ético. Sí ocurre que abrir espacios tan íntimos con ciertas personas en mis anteriores películas, te empuja a hacer lo mismo. Pero te confieso que no me gusta, ni lo había hecho, ni me interesa actuar ni estar delante de la cámara. Todo el tiempo estaba deseando situarme detrás y controlar qué pasaba, y no creo que vuelva a hacer algo así... Era una parte del contrato, pero mis inquietudes no van por ahí. Tampoco podía encontrar a alguien que hiciera de mí...
Pensaba que iba a ser tan, tan, tan, catártico y que lo iba a llevar tan mal que luego ha sido más fácil. Lo que es triste es que el tiempo perdido no se recupera
¿Cómo equilibraste el encargo de rodar sobre el derecho a morir dignamente con el peso que acaba tomando el reencuentro de un padre con sus hijos?
Ha sido difícil relacionar el marco social de la ley de la eutanasia con la historia individual que estamos contando. Filmamos mucho más sobre el derecho a morir, muchas más escenas en asociaciones con otros casos de personas que pasaban por situaciones similares. Pero en el proceso de montaje nos fuimos dando cuenta de que eso, aunque fuera muy interesante, no tenía cabida en la película. Porque era incluso... no sé si frívolo, pero sí un poco azaroso: al final mi padre tiene ese deseo de morir, pero no representa al colectivo de personas que están luchando por ello. Y era un poco extraño situar todas esas historias ahí y que mi padre fuera el cabecilla o representante de algo que no ejecuta de la misma manera, y con los que no mantiene un diálogo. Así que nos dimos cuenta que la película en realidad hablaba sobre los lazos familiares, y tuvimos que desechar mucho material muy interesante, que quizás tendría cabida en otro tipo de proyecto más didáctico, más institucional o más riguroso.
Entiendo que tu padre sigue vivo...
Sí, y tenemos otro pacto: tiene que ver la película, porque no la ha visto aún, y ver qué pasa y disfrutarla en la medida en la que pueda. Y de lo demás ya veremos...
¿Cómo ha sido de catártico para ti hacer una película como esta?
Pensaba que iba a ser tan, tan, tan, catártico y que lo iba a llevar tan mal que luego ha sido más fácil. Lo que es triste es que el tiempo perdido no se recupera. Claro que tú puedes hacer una tregua y volver a encontrar a alguien, pero la que encuentras es otra persona distinta. Y si de repente puedes conectar en recuerdos, o en algunas cosas, ocurre que ese padre que no ha estado ya está, ya lo perdí. Y ahora he reconectado con otra persona y he tratado de hacer que, el día que se vaya de este mundo, pues que esté en paz, que ya no haya rencillas y que todo esté bien. Pero tampoco es cuestión de generar una catarsis, de mover sentimientos profundos, y de volver a conectar con ese padre que perdiste.
Tú también eres otra persona respecto a la que eras hace 20 años. Y una película también es una forma casi privilegiada, y muy poderosa, de afrontar un reencuentro.
También es que a mí me motiva mucho hacer cine, entonces enfrentarte a algo que has estado tapando durante años, que incluso no sabías si ibas a confrontar alguna vez... No sé si de otra manera se hubiera dado, pero gracias al cine nos hemos encontrado. Si yo fuera fontanero pues a lo mejor no lo hubiéramos hecho.
¿Estás de acuerdo en que Hágase tu voluntad tiene en común con tus anteriores películas un punto de vista, o una conclusión, esperanzadora u optimista?
No lo sé... Las anteriores retrataban a personas más jóvenes, con todo un camino por delante, y en las que yo claramente veo su fortaleza, sus ganas de vivir, de comerse el mundo, de crecer. Obviamente, Hágase tu voluntad es una película crepuscular, y hay una idea de resignación, no sé si de compasión, pero sí de aceptación. Sí que la película es un poco un bálsamo, y no sé si es esperanzadora pero sí nos dice que tampoco es necesario hacer un drama de todo. Esto es lo que es, y mi propio padre, incluso enfrentándose a su propia muerte, es una persona que no pierde el sentido del humor, que ha creado su propio universo onírico y, entre comillas, su propia religión.
¿Cómo ves la salud del documental? Es un formato que ahora mismo exhibe una creatividad y una experimentación enorme...
El formato es inagotable. Pero si hablamos de salud en términos de apoyo industrial y financiero, para hacerlo posible, siempre va a estar a la sombra de las ficciones, que son las que absorben y capitalizan todo. Pero en términos del lenguaje y la libertad para experimentar, el documental es increíble. A mí me encanta porque, haga lo que haga, al final siempre me gusta nutrirme de la realidad, y de historias y de casos reales. Me gusta incorporar estructuras ficticias, narrativas, estéticas, más cercanas a la ficción, y el documental te da mucha libertad. Cuando comienzas un documental, nunca tienes del todo claro qué derroteros va a tomar. Y eso te propicia el seguir experimentando mientras filmas, por eso los documentales son tan ricos, tan inesperados, quizás la palabra es tan frescos.
¿Y a nivel de interés del público?
Creo que hay mucha gente que está cerrada al documental y solamente por la etiqueta, y te lo digo yo que he hecho proyectos muy cercanos al híbrido, y cuando se pronuncia la palabra documental se cierran puertas. Hay mucha gente que no quiere ver documentales, hay distribuidores que no distribuyen documentales, hay televisiones que tienen unos slots muy determinados para financiar documentales. Creo que un camino a seguir en una posible agenda futura dentro del cine sería romper esas etiquetas. También es cierto que el público del documental sí es creciente y es muy fiel. Es exigente y es cada vez mayor. Por eso hay festivales como el DocsBarcelona, o muchísimos más, porque afortunadamente los hay por todas partes, están muy bien programados, y tienen una gran conexión con el público y un gran poder de convocatoria. La cosa está más bien en cómo convencer o seducir a esos espectadores que han estigmatizado el documental, que solamente quieren ver ficciones o un tipo de documental que hace Netflix con unos parámetros muy claros.