Lo primero que hizo Napoleón cuando ocupó Venecia fue prohibir la celebración del Carnaval. El objetivo era evitar que, ocultos detrás de las máscaras, los habitantes de la serenísima aprovecharan la ocasión festiva para subvertir la orden establecido. El argumento de la seguridad pública, presente también en las reformas del código de vestir aplicado por el Marqués de Esquilache en el Madrid de Carlos III o en la prohibición del burka por parte del gobierno de Nicolas Sarkozy, esconde, sin embargo, uno de los rasgos más característicos del pensamiento ilustrado. Se trata del miedo (o el pánico, mejor dicho) a la ambivalencia, al misterio, a todo aquello que se resiste a ser catalogado, ordenado y sometido a juicio racional. En resumen, todo aquello que representan las máscaras.

¿Qué se esconde tras la máscara?

Occidente, patria del realismo pictórico, la cámara fotográfica y el cine, no parece estar muy interesado en estos objetos, que se le dibujan como una cosa exótica, limitada a las colecciones africanas de sus museos. Es por eso que, en el nuevo libro de Mario Satz, nuestro continente tiene un papel relativamente menor. En El rostro y sus máscaras, el escritor argentino nos habla del Tíbet, de la India, de México, de Mali y de todo un conjunto de sociedades donde las máscaras son algo más que una herramienta para la participación en acontecimientos eroticofestivos. Descubrimos, así, el rol de mediador que estos objetos pueden ejercer entre el mundo de los vivos y el de los muertos o los complicadísimos procesos de confección a los cuales se enfrentan sus artesanos, elevados, en muchos casos, a la categoría de chamanes.

Occidente, patria del realismo pictórico, la cámara fotográfica y el cine, no parece estar muy interesado en las máscaras, que se le dibujan como una cosa exótica

Publicado por Acantilado, editorial donde Satz ya había escrito volúmenes como El alfabeto alado (2019) o Bibliotecas imaginarias (2021), el libro no se tiene que entender como un ensayo lineal, sino como un conjunto de apuntes dispersos que tienen la gracia de rimar entre ellos. Jugando con la etimología (una de las trampas preferidas por filólogos y pensadores de todo el mundo), los recuerdos y las anécdotas; el argentino va saltando de un tema en el otro, combinando referentes literarios, filosóficos y religiosos que incluyen las obsesiones sexuales de Yukio Mishima, los principios de la Ayurveda india, las teorías fisiognómicas de Lombroso y los secretos del teatro de sombras chinescas. Todo esto, que dicho así, puede parecer un poco estrambótico, fuerza al lector a tomarse el trabajo con calma y, de alguna forma, lo invita a buscar cuál es el nexo que une todas estas ideas.

Cubierta El rostro y sus mascaras
Cubierta del ensayo El rostro y sus mascaras de Mario Satz

Si se fracasa en el intento, cosa bastante posible, siempre queda la opción de interrumpir la lectura y distraerse contemplando los rostros de la gente en que nos rodea. Es un ejercicio interesante, sobre todo si uno está en el transporte público, lugar donde me ha tocado leer la mayoría de las páginas de este volumen. En este contexto, la prosa de Satz hace imposible no observar las caras de los compañeros del R1 con el secreto objetivo de descifrarlas. Al fin y al cabo, para los romanos 'persona' quería decir 'máscara', hecho que nos tendría que llevar a sospechar que, en tanto que persona, cualquier individuo que se nos cruce en el andén de Arc de Triomf no es más que una máscara que podría ser quitada de un momento a otro.

La pregunta que haría falta hacerse, sin embargo, es si tras la máscara se esconde algo; si, más allá de nuestra apariencia, somos alguna cosa

La pregunta que haría falta hacerse, sin embargo, es si tras la máscara se esconde algo; si, más allá de nuestra apariencia (en la cual habría que incluir la personalidad, el trabajo, los intereses, los amores, la adscripción nacional, de género y de clase social), somos alguna cosa. La respuesta fácil, consoladora, religiosa, implicaría decir que sí, que tenemos alma o esencia o vete a saber qué, dile X, dile energía... ¿Pero quién nos lo garantiza? ¿Quién nos dice que tras la persona, tras el ego, tras la máscara hay una vida? Supongo que el autor, que es bastante místico y se ha pasado años estudiando la cábala, nos dirá que sí, que somos parte de algún tipo de conciencia universal, trascendente, pero la alternativa asusta bastante.

Solo por eso, vale la pena leerlo. Como vale la pena, también, cuestionarse de donde nace el menosprecio occidental por la cultura de la máscara. Al libro, Satz nos explica que el culto al individualismo, hijo borde del humanismo cristiano, tiene alguna cosa a ver. La máscara nos iguala, el rostro nos diferencia. Ahora bien, por mucho que nuestro dogma nos diga que todos somos únicos y especiales ("no en trobareu pas dos d’iguals" que decía la canción del Club Super3), se tiene la sensación que cada día nos parecemos más entre nosotros. Ropa, peinados, expresiones, miradas, todo se estandariza, todo aspira a encajar, todo tiende hacia el molde anónimo, hacia el lífting, hacia la máscara. ¿Y si, mira por dónde, estamos cambiando?