Qué asco. Ahora no, por favor, que estoy comiendo. ¿En serio tenéis que estar hablando de esto en voz alta? Eso son cosas de chicas. Sois unas exageradas, seguro que no es para tanto. Déjala, que está con la regla. Joder, qué humor, ¿no tendrás la regla? ¿Follar con la regla? Ni de coña. Estos son solo algunos de los centenares de comentarios prototípicos que todas las personas menstruantes hemos escuchado alguna vez y que, gota a gota, han sentado los cimientos sobre los que se erige el más injusto de los tabúes contra un proceso natural, concretamente el responsable de nuestra presencia en el cosmos. La menstruación siempre ha evolucionado con un trasfondo negativista que se ha asociado tradicionalmente a la vergüenza, la suciedad, la impureza o hasta la maldición. Cultural y socialmente, la sangre menstrual es percibida como un lastre o como una guarrada. En resumidas cuentas: una condena que ha llevado a la mujer al más injusto de los ostracismos existenciales.
El período menstrual acompaña al 50% de la población durante más de la mitad de su vida, aproximadamente todos los meses durante cuarenta años. Sin embargo, hablarlo en voz alta parece de mala educación, casi ofensivo, y por eso las menstruantes del mundo hemos normalizado esconder el tampón antes de ir al baño, no decir el momento en el que se está menstruando —o decirlo por lo bajini, que no se oiga— e incluso usar eufemismos o palabras clave para referirnos a ella —esos días, la amiga del mes— como si se tratara del mismo Voldemort. Incluso existe el Día Internacional de la Higiene Menstrual, que justo se celebra hoy y que, pese a sus buenas pretensiones feministas, pone sobre la mesa una cuestión importante: ¿debemos hablar de higiene menstrual, dando por hecho que la regla es algo sucio?
A menudo solemos olvidar que la menstruación es signo imprescindible de una buena salud menstrual y que, además, se trata del símbolo irreductible de nuestra fertilidad, de la posibilidad de ser madres (o padres, en el caso de los hombres trans que menstrúan) y dar existencia a otro ser. Porque cuando Descartes dijo aquello de “pienso, luego existo” le otorgó al pensamiento la capacidad única de engendrar existencias y le robó, simbólicamente, ese poder al cuerpo gestante. Y no, René: existimos porque un día una mujer tuvo la regla por primera vez. Como sociedad hemos tardado demasiado en hacernos la pregunta que importa, la más transversal de todas: ¿por qué algo tan natural como es el sangrado menstrual se ha humillado tanto históricamente que hasta las mujeres lo viven con repulsión y manía, con odio y sonrojo?
La falta de representación y el papel que han tenido los catalizadores culturales modernos podrían explicar la reproducción a gran escala de muchos de estos tabúes, así como la poca ayuda que han supuesto para su naturalización, pero lo cierto es que para ir a la raíz del problema debemos fijarnos en la concepción que algunas religiones tenían de la regla hace miles de años. Por ejemplo, en el cristianismo se consideraba que la menstruación era un castigo divino, una maldición que las mujeres debían sufrir para suplir el castigo que condenó a Eva tras comerse la manzana, y el zoroastrismo aislaba a las mujeres en los días de regla porque decían que llevaban un “demonio de la contaminación” dentro que debilitaba a los hombres en la lucha. Algunas de estas falacias permanecen hoy en día: el judaísmo ortodoxo sigue prohibiendo que las mujeres toquen a sus maridos cuando están menstruando. Para otras comunidades, la menstruación era justo lo contrario: se la trataba como una fuente de energía femenina poderosa y mágica, muy conectada con los ciclos lunares. Y, ahora, el péndulo de la normalización parece que se está moviendo hacia ahí.
Red Cunt o cómo tener una relación sana con la regla
Toti Baches se dio cuenta de la mala concepción que tenía de la menstruación cuando acompañó a su hija de 12 años a la ginecóloga y, tras pedirle algún consejo para cuando a la cría le bajara la regla, la médica le contestó que se escondiera un neceser con compresas en el fondo de la mochila. ¿Por qué me las tengo que esconder, mamá?, le dijo la niña al salir. Ese fue el momento exacto en que la cineasta decidió que debía hacer una película documental “para replantearse todo lo que sabía sobre la menstruación y no pasarle a su hija todas las mierdas impuestas” que ella llevaba dentro. El resultado de esta reflexión profunda es Red Cunt. Reconsidering Periods, que se estrena hoy con la misión de romper los prejuicios alrededor del sangrado y divulgar el proceso menstrual como la razón de ser que es.
El documental mezcla realidad con animación, y lo hace con una gran dosis de imaginación y creatividad, porque cuenta Toti que usar elementos animados le ha servido para poner imagen a aquello difícil de captar en la vida real. Así fue como se inventó la figura animada de Mensi, un ser de sangre que hace una formación como acompañadora menstrual en una isla flotante llamada Menstrulaxia para después ser enviada a casa de Isabel, una niña de 12 años a punto de convertirse en mujer menstruante a la que acompañará durante toda su vida. Este ser ficticio aprende que las compresas tradicionales están llenas de pesticidas o que los tampones no son la mejor alternativa: datos comprobados que todavía no han hecho suficiente mella en la sociedad, y otros que ni siquiera se tienen en cuenta.
Toti Baches, cineasta: “El capitalismo nos vende que, con los productos que nos recomiendan los anuncios publicitarios, conseguiremos continuar trabajando como si nada”
“Necesitaba una perspectiva positiva de la regla, una mirada al futuro y no al pasado, porque siempre se nos ha dicho que la regla es una cosa sucia y asquerosa”, explica la directora, natural de Lleida pero que actualmente reside en Alemania. En ambos lugares —la película está filmada en catalán y alemán— cuenta que ha percibidos los mismos tabúes alrededor del tema, los mismos frenos, pese a que España acaba de aprobar la reforma de ley del aborto que, entre otras ampliaciones a los derechos feministas, ratifica la baja por dolor menstrual incapacitante cubierta por el estado al 100%; ha quedado fuera de la reforma la reducción del IVA de los productos para la regla. “Se repite mucho esta visión neoliberal de cómo tenemos que ser las mujeres teniendo la regla: hay una concepción muy capitalista que ignora nuestro cuerpo y que nos vende que, con los productos que nos recomiendan los anuncios publicitarios, conseguiremos continuar trabajando como si nada”, comenta indignada la directora. “Debemos celebrar esta reforma como un éxito pero tenemos que conseguir que las dinámicas y la educación cambien; por ejemplo, debemos ser conscientes que la regla no debería doler, así que debemos buscar proyectos que puedan diagnosticar la endometriosis mucho antes y rechazar que los ginecólogos te receten un anticonceptivo cuando tienes dolor”. ¿Y qué piensa la cineasta sobre los hombres que no menstrúan y opinan abiertamente sobre esta reforma de ley? “No pueden opinar, pero nuestra realidad es que todo está dominado por el patriarcado, y la mayoría de las personas que deciden sobre nuestros cuerpos son hombres”.
Talleres para observar las vaginas y aprender a respetar sus cavidades y huecos y pelos y fluidos frente al espejo, odas a los coños en forma de performance, canciones colgadas en Youtube para conmemorar los diez años de sangrado o espacios para hablar de la menstruación consciente y valorarla como una alternativa real. También la revolución de las copas y las bragas menstruales en la gestión de los ciclos, el jarro de agua fría que es para las adolescentes aceptar la menstruación en un entorno hostil o el testimonio de un hombre transexual —Ian Bermúdez, activista— que, tomando conciencia de las posibilidades que le ofrecía su transición, decidió no hormonarse tanto como para frenar su regla para no frustrar sus posibilidades de ser padre gestante. Todo ello se entremezcla en Red Cunt con un único objetivo: normalizar en la esfera pública lo que para las personas con regla siempre ha sido lo normal.
Cronología de la sangre menstrual en la ficción audiovisual
Hace pocos meses, Pixar rompió un gran tabú y se atrevió con una historia sobre la regla de una adolescente. En Red, la protagonista se convierte en un panda rojo gigante —en un panda rojo asqueroso, según ella— cuando le llega el período: la directora — Domee Shii, primera mujer que ha dirigido un largometraje en el estudio— quería representar así la explosión hormonal, la fluidez de la sangre, la salida del vello y la vergüenza asociada a un proceso que debería estar plenamente naturalizado. Es un retrato sobre el trauma, el bochorno y la dificultad de gestionar los cambios del cuerpo desde la trinchera, haciendo como si nada, sobre todo en el marco del abismo desconcertante que supone la pubertad. Pese a ello, hay una parte del público que ha criticado que el filme continúa reproduciendo estereotipos, como el silencio crónico alrededor de la menstruación, el pudor cuando se muestra una compresa en público o los eufemismos con los que se trata la llegada del ciclo: la madre le llega a preguntar a la protagonista de Red si ya “ha florecido su peonia roja”, refiriéndose a la regla.
Pese a que la llegada de la animación de Pixar revolucionó al público porque le pilló sin demasiados referentes menstruales en la gran pantalla—y pese a que la ficción audiovisual no ha sido precisamente una herramienta que haya ayudado a visibilizar el ciclo menstrual—, sí que hay algunos referentes cinematográficos que pusieron las primeras piedras para naturalizar (o, como mínimo, mostrar) la regla. Uno de los primeros fue el cineasta Brian de Palma en Carrie (1976), la que se considera la primera película de la historia del cine en mostrar de forma explícita la sangre menstrual. En ella, se muestra cómo una joven entra en pánico cuando le baja la regla por las piernas en las duchas de un vestuario, una escena que retrata la llegada de la menstruación como un momento trágico. Otras cintas fueron más agradecidas con la regla: la charla entre Jamie Lee Curtis y Ana Chlumsky en Mi chica (Howard Zieff, 1991) marcó escuela para dejar de criminalizarla y Ginger Snaps (John Fawcett, 2000) hizo girar el conflicto argumental alrededor del período como algo místico que explorar. Incluso en la película Mujeres del siglo XXI (Mike Mills, 2016) la menstruación se habla en una cena. Concretamente, el personaje que interpreta Greta Gerwig explica que está menstruando y ante el disgusto y la vergüenza que siente su madre, esta empieza a repetir la palabra prohibida, animando a los demás a seguirla.
Que las mujeres hayan copado más espacios de poder y dirección en la industria cinematográfica también ha tenido un impacto directo en los temas que se ponen en la agenda audiovisual
Que las mujeres hayan copado más espacios de poder y dirección en la industria cinematográfica también ha tenido un impacto directo en los temas que se ponen en la agenda audiovisual: el cambio de perspectiva ha puesto sobre la mesa cuestiones que han estado invisibilizadas por motivos obvios. En ese sentido, series como Fleabag (Phoebe Waller-Bridge, 2016) o I Love Dick (Jill Soloway y Sarah Gubbins, 2016) han puesto el foco en personajes femeninos que buscan su propio deseo sexual, que no tienen miedo a descubrirse y que, por supuesto, tienen la regla. En esta última, el personaje interpretado por Kevin Bacon acaba con la mano manchada de sangre cuando se dispone a tener sexo con Chris, a la que le acaba de bajar la regla. La imagen se ve nítida, sin filtros, no se esconde. Tampoco se ha escondido en las series El cuento de la criada (HBO Max, 2017), El baile de las luciérnagas (Netflix, 2019) o Gambito de Dama (Netflix, 2020). Algunos ejemplos, pero claramente insuficientes. ¿Cuándo llegará el momento en que pase totalmente desapercibido que un personaje vaya al baño y se cambie la compresa o se manche el pantalón de rojo durante la trama de una película?