En 1995 se estrenaba Seven, y con ella nacía una nueva manera de concebir el thriller con psicópata. Pronto generó un buen puñado de imitaciones como Resurrección, Copycat, El coleccionista de amantes, El coleccionista de huesos o Vidas ajenas, por citar solo unas pocas. Todas eran clónicas en muchos aspectos y, a la vez, profundamente entretenidas: al fin y al cabo, no engañaban a nadie, de lo que se trataba era de dejarse atrapar en un artefacto lleno de trampas de estética opresiva y asesino carismático. Buscar defectos era un ejercicio estéril, porque nunca pretendieron no tenerlos. El mismo argumento vale para Reina Roja, la serie de Amazon que adapta las novelas de Juan Gómez-Jurado.

Lo primero que se tiene que decir es que los libros ya son un exploit por sí mismos, es decir, que no dejan de ser una (hábil) recreación de una manera de hacer intrigas con psicópata. Por lo tanto, reprocharle a su adaptación televisiva determinados vicios raya lo absurdo, porque algunos males vendían de serie, nunca mejor dicho. Y después está el hecho de que, como ya pasaba con aquellas copias desacomplejadas de finales de los 90 y principios de los 2000, Reina Roja es un poco como el tabaco. Sabes que es perjudicial a la salud, percibes todas las advertencias, pero igualmente te acabas el paquete. Eso es porque, en el fondo, casi agradeces encontrarte una serie que abraza los clichés sin manías y se dedica a entretener sin delirios de grandeza. Nos tragamos series de todo el mundo con los mismos defectos (sí, eso también vale para algunas nórdicas y coreanas) sin lamentarnos tanto. También se puede comparar con el típico amigo imbécil: al final, es tu imbécil.

Celebrar el entretenimiento sin complejos no está reñido con subrayar sus (numerosas) debilidades. El principal enemigo de Reina Roja es, conviene insistir, su fuente de inspiración. Entre las herencias envenenadas hay, por ejemplo, una trama muy morosa en que la identidad del psicópata es de una inverosimilitud casi delirante, una puesta al día de las buddy movies que reproduce todos los trópicos imaginables y una galería de secundarios que solo parece haber venido al mundo a aclarar las pistas que el lector/espectador quizás no ha captado a la primera.

La serie pincha, y mucho, con los diálogos, impostados hasta extremos desesperantes y también afectados de un síndrome, el de la aclaración constante, que hace que te preguntes si te han tomado por tonto

La serie también pincha, y mucho, con los diálogos, impostados hasta extremos desesperantes y también afectados de un síndrome, el de la aclaración constante, que hace que te preguntes si te han tomado por tonto. De acuerdo que se podría atribuir a la preservación del texto, pero es un tema que podían resolver en el momento de llevarlo a la pantalla. Ahora bien, asumido que Reina Roja no es Seven, queda una serie lo bastante bien hilada como para mantenerte enganchado hasta el final, técnicamente muy competente y con un par de escenas de acción bien ejecutadas. Y tiene el personaje de Antonia Scott, que merece figurar en el altar de los detectives insólitos por su magnetismo y, también, por la espléndida interpretación que hace Vicky Luengo.